descargar 134.93 Kb.
|
Intenciones 2014 Pobres servidores del Señor, estamos al servicio de los pobres (Padre Raffaelle Di Muro) Enero Para que Jesús nos inspire la humildad y sencillez necesaria para acoger a las personas que encontramos cada día. La humildad es la virtud por la cual el creyente se pone en una condición de constante dependencia de Dios, por lo que se considera una criatura pequeña y siempre necesitada de la gracia y la fuerza que emana del Altísimo. Maximiliano Kolbe se muestra, siguiendo el ejemplo de Francisco de Asís, como un fraile y sacerdote humilde. Él conoce los límites de su personalidad y comprende que solo abandonándose en las manos del Señor, a través de la mediación de la Inmaculada, se puede llegar a la cumbre de la vida cristiana, convirtiéndose en un modelo para cuantos encuentra a su paso. El texto que proponemos está tomado de una carta escrita en 1937 desde el convento de Niepokalanów y dirigida a los frailes de Nagasaki. «Es evidente que tenemos que estar atentos, porque más de una vez el amor propio, nuestro "yo", se rebelará. Las distintas dificultades, tentaciones, contrariedades, a veces podrán casi abrumarnos. Pero si las raíces se hunden profundamente en la tierra y la humildad se arraiga más profundamente en nosotros, de modo que confiemos cada vez menos en nosotros mismos, entonces la Inmaculada acrecentará nuestros méritos. Sin embargo, las pruebas son necesarias y llegan porque el oro del amor debe ser purificado en el fuego de la aflicción [cfr. Ecl 2, 5, 1 P 1, 7], de hecho, el sufrimiento es el alimento que fortalece el amor» (EK 755). El santo polaco se encuentra en una fase de madurez de su camino espiritual, por lo que proporciona sugerencias útiles para el camino ascético e indica la preciosidad de la purificación interior, con la que tiende a «podar» los aspectos de la personalidad, que hacen sobresalir en modo exagerado el propio yo. Ser humilde significa recorrer un camino de ascesis y de purificación para alimentar nuestra intimidad con Dios, limitando o eliminando los efectos del amor propio y de la soberbia. Maximiliano enseña que la humildad permite al creyente descubrir el amor previsor y misericordioso del Señor en la medida en que el corazón se libera de los lazos que lo esclavizan en el egoísmo y en la autosuficiencia. Tender a la santidad significa abrir el propio corazón a Dios, confiar en su amor y mirar a la Inmaculada como ejemplo de total adhesión a la voluntad divina. Es un desafío comprometedor, y el mártir de Auschwitz nos muestra que para ser un don de caridad para los hermanos es importante recorrer este camino. Además, es la humildad que funda la hermandad, porque todos los hermanos se reconocen pequeños ante Dios, partícipes en el mismo proyecto de vida interior y apostólica. Maximiliano enseña que el siervo del Señor es el que lava los pies al hermano y al prójimo en general. Nosotros entendemos –como consecuencia– cuán importante es esta actitud del corazón para dominar la tendencia a la autoafirmación y al egocentrismo, que pueden ser enemigos acérrimos en la perspectiva de un camino de santificación. La humildad del mártir de Auschiwtz está también expresada en las siguientes palabras: «La fuente de la felicidad y de la paz no está afuera, sino dentro de nosotros mismos. Sepamos aprovecharla para practicar en nuestro ánimo la paciencia, la humildad, la obediencia y otras virtudes de la vida religiosa y, de este modo, las cruces no serán tan pesadas» (EK 935). A partir de estas expresiones se puede deducir que la paz interior está íntimamente vinculada a la práctica de las virtudes propias de la vida religiosa. La serenidad que domina en el corazón del creyente es el fruto de la ascesis, del arrepentimiento y del saber vivir la dimensión de la cruz, en un estilo de ofrecimiento y de abandono en la Providencia de Dios. La actitud justa del «menor» se expresa en ofrecer al Altísimo todas las situaciones de su propia vida, con la humildad y la paciencia de los que ponen toda su confianza en el Señor. Maximiliano en este pasaje muestra que es muy importante tener un corazón pacificado. Con este estado de ánimo los acontecimientos de la vida se convierten en una gran oportunidad para el crecimiento espiritual. Las virtudes de la paciencia y de la humildad nos ponen en la disposición de acoger serenamente los momentos de dolor, que son motivo para progresar en el camino de la conversión. La paz y la virtud son fundamentales para orientar al bien y en una dimensión sobrenatural todas las facultades del hombre. La humildad perfecta está representada por la plena configuración con Cristo: es la dimensión que alcanza Kolbe y que nos indica a cada uno de nosotros para tocar la felicidad en Cristo y lograr una buena capacidad de dar testimonio de su amor y de su presencia en nuestras vidas. Para reflexionar ¿Qué falta a mi camino para perfeccionar la virtud de la humildad? ¿Cómo reacciono ante situaciones de humillación o de mortificación? ¿Las considero como oportunidades para crecer? ¿Cómo vivo los tiempos de cruz y de pruebas que caracterizan mi camino? ¿Trato de «podar» de manera decisiva mi egoísmo y mi soberbia? ¿A qué punto está mi ofrecimiento y abandono en el Señor? febrero Para que aprendamos de la Inmaculada a alimentar en nosotros la pobreza interior que nos permita recibir la gracia de Dios. María enseña con autoridad a los creyentes a vivir en una actitud de humildad y de aceptación de la voluntad divina. Para la santificación del hombre es esencial que él se pregunte qué le pide Dios y el camino que le presenta. La Virgen muestra esta atención y se convierte en un maravilloso testimonio para la humanidad, disponiéndose en modo total y generoso a cumplir los deseos divinos. No olvidemos que Ella es feliz porque ha creído en la Palabra del Altísimo. María tiene confianza en Dios, se abandona su voz, confía en su omnipotencia. Su «sí», el cuidar a Jesús y a Isabel, son el resultado de su confianza en Él. La escucha de la voz del Altísimo permite a María lanzarse en la caridad hacia Jesús, hacia Isabel. Existe una relación significativa entre la capacidad de humilde escucha y el amor a los hermanos. Esta es la enseñanza de María: amarla quiere decir imitar su manera de acoger y de donar. Maximiliano Kolbe en su artículo aparecido en El Eco de la Inmaculada, el 24 de diciembre de 1938, escribía: «Ya en el momento de la Anunciación, la Santísima Trinidad, por medio de un ángel, te había presentado con claridad su plan de redención y esperaba una respuesta de ti. En ese momento te diste cuenta a qué dabas tu consentimiento, ¡de quién estabas a punto de ser madre! Y ahora está ante ti, en la forma de un débil recién nacido. ¿Qué sentimientos de humildad, de amor y gratitud colmaron en ese momento tu corazón... mientras admirabas la humildad, el amor y la gratitud que el Dios encarnado tenía hacia ti. ¡Te ruego, colma también mi corazón de tu humildad, de tu amor, de tu gratitud!» (EK 1236). La atención de María en la comprensión de la voluntad del Altísimo nace de su actitud de humildad, de su depender totalmente de Dios, único bien. Lo importante es entender lo dispuesto por el Todopoderoso, para llevar a cabo su plan con la máxima dedicación. Esto implica una actitud de gran pobreza interior: es lo que muestra la Madre de Dios en toda circunstancia. De hecho, «La pobreza de María, que es humildad, la vida oculta, la existencia ordinaria, pertenencia a la humanidad más común en una localidad desconocida es una llamada de gracia y de glorificación de la grandeza del Señor. Dios elige las realidades débiles de este mundo para hacer resplandecer su poder. Todo poder humano es un velo ante el único poder de Dios. Si Dios predestinó a María para convertirse en su Madre, en su encarnación, la quiso pobre, humilde y escondida para manifestar mejor la gloria de su gracia» (M. Thurian, María Madre de Señor imagen de la Iglesia, Brescia, 1965, 72). La búsqueda de Dios y de su Voluntad para la Virgen tiene lugar no solo en el momento de la Anunciación. Ella renueva esta actitud de escucha también en otros eventos importantes de la vida terrena del Señor, como en la pobreza de su nacimiento, en la huida a Egipto, en el hallazgo del niño Jesús entre los doctores del templo, en su muerte en el Calvario. En todos los casos la Inmaculada aparece como faro luminoso para todos aquellos que deseen acudir al Señor con una gran disponibilidad del corazón. La Inmaculada muestra su humildad también en el asociarse perfectamente a la kénosis del Hijo. Ella nos enseña a transformar nuestros momentos de cruz en tiempos de unión con el Crucificado, al cual queremos estar profundamente unidos. Aquí están las palabras proféticas y significativas del Papa Pablo VI: «Finalmente, María es la Virgen oferente. En el episodio de la Presentación de Jesús en el Templo (cfr. Lc 2, 22-35), la Iglesia, guiada por el Espíritu, ha vislumbrado, más allá del cumplimiento de las leyes relativas a la oblación del primogénito (cfr. Ex 13, 11-16) y de la purificación de la madre (cfr. Lev 12, 6-8), un misterio de salvación relativo a la historia salvífica: esto es, ha notado la continuidad de la oferta fundamental que el Verbo encarnado hizo al Padre al entrar en el mundo (cfr. Heb 10, 5-7); ha visto proclamado la universalidad de la salvación, porque Simeón, saludando en el Niño la luz que ilumina las gentes y la gloria de Israel (cfr. Lc 2, 32), reconocía en El al Mesías, al Salvador de todos; ha comprendido la referencia profética a la pasión de Cristo: que las palabras de Simeón, las cuales unían en un solo vaticinio al Hijo, "signo de contradicción", (Lc 2, 34), y a la Madre, a quien la espada habría de traspasar el alma (cfr. Lc 2, 35), se cumplieron sobre el calvario» (Pablo VI, Marialis Cultus, 20). Para reflexionar Vamos a reflexionar sobre nuestra capacidad para acoger el plan de Dios. ¿Se basa en la humildad y en la escucha como lo enseña la Inmaculada? La humildad de María ¿me anima a depender totalmente de Dios, en una actitud de silencio, de escucha y de adoración? ¿Tengo suficiente humildad para transformar los momentos de prueba en tiempos de gracia y de bendiciones? ¿Vivo los momentos de fatiga y la humillación con la certeza de que forman parte de mi camino de santificación? ¿Miro a María cuando estoy en el dolor? Marzo Para que la Cuaresma sea un tiempo favorable para vivir según un estilo de vida sobrio y solidario, confiando en la ayuda de Dios. El Papa Francisco dijo a los seminaristas, novicios y novicias de todo el mundo: «Pero yo les digo: “La verdad, me duele cuando veo a un sacerdote o una hermana con el auto último modelo, ¡no, no es posible! ¡No puedes! Ustedes piensan esto: ‘¿pero ahora, Padre, tenemos que andar en bicicleta?’ ¡Es buena la bicicleta! Mons. Alfred anda en bicicleta: él anda en bicicleta”. Creo que el auto es necesario porque hay que hacer un montón de trabajos, e ir de aquí para allá... pero tengan uno más humilde! Y si te gusta ese lindo, piensa en cuántos niños mueren de hambre. ¡Solo esto! La alegría no nace, no viene de las cosas que tienes» (Papa FRANCISCO, Discurso a los seminaristas, novicios y novicias, 6 de julio de 2013). En cuanto a «nuestro» Maximiliano, podemos decir que su pobreza es igual a la de san Francisco, ya que siente y vive este consejo evangélico en la óptica de la confianza total en la Providencia de Dios. Ser pobres es el capital en el cual los dos santos confían, seguros de que el Altísimo bendecirá las intenciones que él mismo inspiró. Al referirse a su padre y fundador, el padre Kolbe quiere que los frailes habiten en edificios sencillos y pobres, y utilicen cuanto se les da, no para finalidades personales, sino para aquellos que sufren todo tipo de pobreza, especialmente espiritual. La Inmaculada, con su presencia cariñosa y su intercesión, permite a sus hijos alcanzar metas apostólicas extraordinarias. De este modo nos explicamos el nacimiento y la propagación de la Milicia de la Inmaculada, de El Caballero y de la Ciudad de la Inmaculada, expresiones apostólicas de alto valor evangélico y de una notable expansión, que tienen como base la incondicional confianza en el Señor y en la Virgen. Luego está la pobreza personal, que debe ser vivida de la manera más perfecta y auténtica posible. Los fondos que el Omnipotente permite administrar deben destinarse a la difusión de la Palabra. El religioso está llamado al desprendimiento total, propio de quien está llamado a seguir a Cristo de una manera plena y convencida. Maximiliano considera que debemos tener como fin la Inmaculada y la pobreza como capital: dos riquezas que Niepokalanów no puede, de ninguna manera, dejar. Sin este fin dejaría de ser Niepokalanów, traicionaría su misión. «Y, sin la pobreza y sin la confianza en la Providencia Divina, no podemos hablar de empuje, de pasión» (EK 299). Las grandes obras de Dios nacen y se desarrollan en el abandono completo en sus manos. La confianza y la pobreza van de la mano y se fundamentan en la conformidad a Cristo pobre que lo lleva al éxito apostólico en un estilo misionero. El estilo sobrio del fraile y del mílite se dirige a lograr la vivencia del Reino. La confianza incondicional en la acción amorosa y providente de Dios es la guía fundamental para caminar hacia la vida eterna, y para testimoniar al mundo la belleza de este camino. Es importante, por tanto, limitar al máximo las necesidades personales, tales como la vivienda, la ropa y los alimentos para poner todo al servicio de la misión en forma libre y constante. Lo que importa es unir los esfuerzos con la llamada al apostolado en vista del Reino de Dios También somos pobres cuando, para la difusión del Evangelio y del amor a la Inmaculada, utilizamos los medios más poderosos, con la condición de que haya una sobriedad personal, fruto de la donación incondicional de la propia vida al Señor. Debemos apuntar a los más modernos medios de apostolado para el anuncio y mantener un estilo de vida humilde y esencial para garantizar la fidelidad en el seguimiento y en el abandono a la Providencia y al proyecto de Dios, con la certeza de que no nos faltará su ayuda. El Padre Kolbe, aún permaneciendo en la línea de la pobreza querida por san Francisco y heredada por la tradición franciscana, contribuye a una innovación en su propia manera de practicarla. La vida del religioso debe ser pobre y sobria, siempre dirigida a la búsqueda de la presencia y de la voluntad de Dios. Sin embargo, para predicar el Evangelio y la venida del Reino es necesario dar el máximo, utilizar, si la Providencia lo permite, todos los recursos posibles para que el anuncio sea eficaz y de vanguardia. El estilo del hermano menor está marcado por la esencialidad, y la dimensión misionera se enriquece lo más posible según las fuerzas físicas y económicas de la comunidad religiosa. El papel de María es muy importante para quien quiere ser pobre, porque «a Ella pertenecen todas nuestras cosas. Por lo tanto, una pobreza perfecta y un uso de las cosas solo cuando son necesarias y suficientes para alcanzar la finalidad» (EK 486). La Inmaculada es, por lo tanto, un punto de referencia para aquellos que son llamados a una vida de pobreza para seguir al Señor. Cuando el creyente abandona en Ella, se deja guiar también en relación al uso de los bienes. Para reflexionar El desprendimiento de los bienes materiales y la búsqueda de los eternos representan un gran desafío para todos los creyentes. ¿Cómo vivís la sobriedad y la esencialidad? La fe me lleva a creer que Dios hará grandes cosas en mí, sin que esto se relacione con lo que poseo. El abandono confiado en el Señor y en la Inmaculada permite a Kolbe realizar grandes obras, aún en la pobreza absoluta. Su ejemplo ¿habla a mi corazón? ¿Vivir con sobriedad me permite ser sensible a los pobres: acojo la invitación del Papa, que me exhorta a estar atento a las necesidades de los hermanos? Abril Para que nuestros corazones y nuestra mirada sean transparentes y sencillos para descubrir la presencia del Resucitado en cada momento de nuestra vida. Sentir vivo a Jesús es una maravilla que se realiza mediante la oración constante. «Tutear» al Señor es posible si se alimenta la comunión y la intimidad con Él. Según san Maximiliano María Kolbe «la oración es la expresión de un alma bella. El cuerpo humano tiene su origen en el polvo y después de la muerte se convertirá en polvo. También todas las actividades humanas están dirigidas a la madre tierra. Solamente en la oración el hombre eleva el corazón hacia el Paraíso y conversa con el Creador del universo, con la Causa primera de todo, con Dios» (EK 1208). Rezar, según el mártir franciscano significa elevarse hacia el Creador, dirigirse a Dios por encima de todas las atracciones terrenales, por encima de todo obstáculo del mundo, más allá de toda barrera que se interpone entre el hombre y su Señor. La oración es conversar con Dios, conversar con Él, Creador del universo. Se trata de un auténtico diálogo en el cual el Altísimo le habla al hombre, y este responde. La oración es hablar con Dios en modo directo, habitual, perseverante. Para san Maximiliano la oración es el fluir continuo del diálogo entre el hombre y Dios-Trinidad, un encuentro amoroso e incesante en el que la criatura puede adorar, honrar, bendecir y glorificar a su Creador, y está disponible a escuchar su voz y su voluntad. A cada instante el hombre puede abrir su ánimo al Altísimo y expresarle amor y gratitud y, al mismo tiempo, obtener la ayuda que necesita para su camino espiritual. Esta conversación continua es el camino para acoger constantemente en su corazón la presencia del Resucitado. La oración nos ofrece, por tanto, la oportunidad de hacer experiencia del Resucitado, de percibirlo en nuestra propia vida y en todos los acontecimientos de la vida. Es la gran enseñanza de Maximiliano, el cual vive en la presencia del Redentor, experimentando la alegría profunda de la comunión con él. El santo, en la Santa Misa, tiene el privilegio de estar con el Cristo vivo en la gloria. No es casualidad que atribuya un valor central a la Eucaristía, tanto para su propio camino de conversión personal como para el desarrollo de las obras que nacen de su adhesión a la voluntad de Dios. Cuando en el 1927 fundó la Ciudad de la Inmaculada en Polonia, el primer edificio que se construyó fue una iglesia de madera en la cual, desde el momento de su consagración, los frailes celebraban la Misa. En su vida cotidiana Maximiliano se alimenta de la fuente inagotable de gracia que es la Eucaristía: todos los días en la celebración y en la adoración se da el diálogo vital y constante con el Resucitado, que se transforma en comunión sólida e indisoluble. Al acercarse al altar vive una experiencia de resurrección y de profunda introducción en el misterio pascual. Existe una clara relación entre el amor y el cuidado con el que vive la celebración de la Misa y el martirio: Kolbe, sumergiéndose día tras día en el misterio de Jesús que se entrega a la humanidad, haciéndose pan partido para todos los hombres, aprende a transformar su vida en una continua ofrenda a Dios y a los hermanos. Entre la Eucaristía y Auschwitz existe un vínculo indisoluble, ya que es a partir de la kénosis del Señor que el franciscano polaco aprende el camino del martirio. En el altar está la escuela del Crucifijo, que representa para él un modelo de primera magnitud, en perfecto acuerdo con lo que enseña el Pobre de Asís. La Inmaculada está presente en este encuentro entre el santo y el Resucitado, porque es mediadora y madre. La intercesión, el ejemplo y la protección de María son fundamentales, dado que Ella guía al santo a experimentar la presencia del Señor en el momento en que celebra la Misa cotidiana. De hecho, según el franciscano polaco «…no hay mejor preparación para la santa comunión que ofrecerla toda a la Inmaculada [...]. Ella preparará nuestros corazones de la mejor manera y estaremos seguros de ofrecer a Jesús una gran alegría y demostrarle un amor muy grande» (EK 643). Y está también convencido de que «después de la santa comunión rezamos nuevamente a la Inmaculada, para que Ella misma reciba a Jesús en nuestra alma y lo haga feliz, como nadie lo ha logrado hasta ahora» (EK 1234). Todo se realiza con el apoyo de la Inmaculada, cuya presencia amorosa garantiza una participación ferviente y fructífera en la santa Misa, mediante la cual el creyente está llamado a dar la mayor gloria al Señor. El amor a la Inmaculada también tiene una característica Eucarística, ya que acercándose a Ella, gracias a su ejemplo y a su intercesión, los fieles pueden vivir con mayor atención el misterio de la presencia real del Salvador en el Santísimo Sacramento y, por tanto, con mayor libertad, convicción y concentración, alimentarse en el banquete de la Eucaristía. El ejemplo de Maximiliano nos invita a valorizar al máximo el momento en que vivimos nuestra participación a la Misa: es el lugar de nuestro encuentro con el Resucitado, es la escuela divina en la que aprendemos a entrar en una dinámica Pascual, en un camino que nos lleva con el sostén delicado y efectivo de la Inmaculada, a la vida eterna. |
![]() | ![]() | ||
![]() | «cuidado», de la «interdependencia entre todos los seres», de los «pobres y vulnerables», del «cambio de paradigma», del «ser humano... | ![]() | |
![]() | ![]() | ||
![]() | ![]() | Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos | |
![]() | Bienaventurados ustedes, pobres, hambrientos, enfermos y caídos en tantos caminos sin un buen samaritano que los socorra. El Padre... | ![]() |