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Seminario 7 Jacques Lacan La Ética del psicoanálisis (1959-1960) Clase 16 La Pulsión de Muerte 4 de Mayo de 1960 No quisiera comenzar hoy mi seminario sin señalar brevemente lo que pienso de lo que tiene interés para ustedes con respecto a lo que fue dicho ayer en la reunión científica de la Sociedad. Quisiera decir simplemente lo que no tuve la ocasión de decir ayer, que en suma hemos asistido a una comunicación notable. Quisiera simplemente atraer vuestra atención hacia en qué sentido lo es. Fue hecha por alguien que por su posición no tenía que revolucionar el dominio de la histeria aportándonos una inmensa experiencia acumulada, ni incluso original. Se trata de alguien cuya carrera psicoanalítica comienza. Con todo creo igualmente que debo puntualizar lo siguiente: que parece que en esta exposición muy completa, ustedes han escuchado, quizás como se ha dicho, en demasía, hay algo que creo honestamente que ustedes pueden pensar, y es el carácter extremadamente articulado de aquello que les ha sido propuesto. No es lo mismo decir que nada deba retomarse allí. Si hubiera creído que debía forzar las cosas interviniendo después de una interrupción quizás un poco prematura de la discusión, ciertamente habría rectificado ciertas cosas que fueron propuenstas, e incluso quizás señalado esos rasgos precisamente en lo que concierne a las relaciones de la histérica con el Ideal del yo y con el yo ideal. Creo que en eso, el autor de la comunicación, es un punto que justamente debería precisarse en una discusión, adelanta cosas que quizás tienen que ver con cierta cuestión en la función recíproca, en la oposición, en la concatenación de estas dos funciones. Lo que quisiera que notaran en una comunicación de este tipo, es en qué punto, al permitir articular cosas bastante lejos con una extrema precisión sobre el fundamento de categorías que se revelan manifiestamente como más que flexibles, destinadas a introducir una claridad que está en las di mansiones mismas de nuestra experiencia, cuánto lo que sea que puedan plantear como discusión sobre ciertos puntos en de talle algunas de las cosas adelantadas, en todo caso hasta qué punto, ven ustedes animarse las nociones teóricas por su mismo movimiento, si puede decirse, reunirse con la experiencia y el nivel de la experiencia. Se habla de las relaciones de la histérica con el significante. Es algo cuya presencia podemos palpar en todo momento en la experiencia clínica. En otros términos, lo que se adelantó ante ustedes, y lo verían mejor si tuvieran el texto —y espero que lo tengan pronto— es tantos puntos como se ofrecen a la critica de la experiencias pero diría, en la dimensión de una máquina en funcionamiento de algo que se animaba ante ustedes. Verdaderamente, si hay algo que puede hacernos palpar el valor de cierto número de nociones teóricas que me esfuerzo en promover desde hace años ante ustedes, es que nos reunimos allí verdaderamente, por una especie de confluencia, de Convergencia de la noción, con la estructura con la cual tenemos algo que ver, esta estructura que es definida por el hecho de que el sujeto tiene algo que ver, tiene que Situarse en el significante. Vemos verdaderamente producirse frente a nosotros el eso habla. Ese eso habla allí emergía si puede decirse, de la teoría misma, nos hacía reunirnos, confluir con la experiencia critica más cotidiana en los rasgos de lo que les fue aportado. Vemos animarse a la histérica en su dimensión y no en referencia a cierto número de fuerzas oscuras más o menos desigualmente repartidas en un espacio no homogéneo por lo demás, lo que habitualmente constituye el pretendido discurso analítico —sólo se pretende analítico en tanto él mismo intenta alienarse en todo tipo de referencias a ciencias ciertamente estimables, más que estimable cada una en su dominio, pero que frecuentemente son invocadas de un modo que no es otra cosa para el teórico que una manera de marcar su torpeza para desplazarse en su propio dominio. Esto no es simplemente un homenaje al trabajo que ustedes han escuchado, ni tampoco un simple accesorio de lo que estoy intentando perseguir ante ustedes, sino que considero este año, esforzándome con mis medios que son simplemente los medios de mi experiencia, articular, hacer vivir ante ustedes, la dimensión ética del análisis. No pretendo hacer otra cosa que lo que he hecho en los años precedentes, aportándoles esta elaboración que progresivamente de la primera referencia a la palabra y al lenguaje, abrevio las etapas, les ha dado el año pasado esta tentativa de precisare lugar y la función del deseo en la economía de nuestra experiencia. Nuestra experiencia en tanto se gula por el pensamiento freudiano. Quisiera hacer notar que en este comentario del pensamiento freudiano no procedo como profesor. La acción general de los profesores, con respecto al pensamiento de aquellos que han enseñado algo en el curso de la historia, consiste en general en formularlo de tal modo que este pensamiento aparece en sus aspectos más limitativos y más parciales. De donde la impresión de respiración que uno tiene siempre cuando se remite a las tesis. a los textos origínale". Hablo de los textos que valen la pena, de aquellos a los cuales ya he hecho alusión más de una vez en tal o cual de mis enunciados. Cuando digo que no se supere a tal o cual de aquellos que enumero en la misma frase, Descartes, Kant, Marx, Hegel y algunos otros, no se los supera en tanto en efecto, marcan la dirección de una investigación, marcan una orientación y está orientación si está verdaderamente hecha como eso, no c a algo que se supere así como as! tan fácilmente. Tampoco superamos a Freud, tampoco hacemos su ubicación, su balance, no tenemos interés. Nos servimos de él, nos desplazamos en el interior, nos guiamos con lo que nos dio como dirección. Lo que les doy aquí es algo que intenta articular los sentidos de una experiencia en tanto ésta ha sido guiada por Freud. No es una manera de encerrar, de cubicar, de resumir a Freud de ningún modo. Pero lo que ustedes no ven es que tienen el testimonio de que esta dimensión ética es nuestra experiencia misma justamente en esta suerte de desviaciones implícitas, de ética implícita que se halla en nociones pretendidamente objetivantes que poco a poco les fueron suministradas, depositadas en el curso de la elaboración analítica, a través de las diferentes épocas del pensamiento analítico . ¿No hay una noción ética implícita depositada en esta noción de la oblatividad que me ven criticar a menudo?. Implícitamente, diría, por los fines que por no ser no formulados, apenas confesados, de la re—formación del sujeto en el análisis —cuando digo re—formación (reformation) es para no decir reformación (réformation), reforma en todas las implicaciones del análisis— que por otra parte también se confiesan como tales muy a menudo; en la noción de rehacer el yo (moi) del sujeto, no está esta dimensión ética de la cual simplemente quiero mostrarles que tal como se las he presentado es inadecuada, no corresponde a vuestra experiencia, a las direcciónes reales en las que Freud nos indica, por la naturaleza del sentido mismo que nos ha abierto, que este problema se propone. Conduciéndolos entonces este año a este terreno de la ética del psicoanálisis, hamos llegado a cierto punto, a cierta frontera, a cierto límite en el cual los he centrado, en el cual les he hecho detenerse, al que he ilustrado con una especie de confrontación, de puesta en relieve de uno por el otro —tan paradójico como esto parezca es así como he procedido, de Kant y de Sade, notablemente. Los he conducido a un punto que podríamos llamar, si ustedes quieren, el punto de Apocalipsis o de revelación de algo que se llama la transgresión. Remarcando que este punto de la transgresión tiene una relación sensible con aquello de lo que se trata en nuestro problema, en nuestra interrogación ética, a saber, el sentido del deseo como tal. Ese es el punto al cual mi elaboración de los años anteriores los ha conducido, planteando que este sentido del deseo es algo que en la experiencia freudiana como tal, en esta experiencia que también es la nuestra, cotidiana, debe distinguirse y estructurarse en cierto campo donde los términos como el de necesidad deben ser situados, planteados como siendo allí pura y simplemente raíz; como siendo mucho más que distintos. En otros términos, no es posible, pura y simplemente, deducir la función del deseo en le articulación de la experiencia analíticas llevándola pura y simplemente por cualquier artificio del que pudiera tratarse, deduciéndola, haciéndolo surgir, emanar, de la dimensión de la necesidad. Si me detengo un instante en algo que creo esencial hacer asir, el marco en el cual se desplaza nuestra investigación, vuelvo a algo diría casi contingente en las conversaciones que he sostenido ante ustedes. He hecho, en el rodeo de una de mis exposiciones, una especie de excursión paradójica, incluso caprichosa, por dos formes que opuse una a la otra, las del intelectual de izquierda y del intelectual de derecha. Hablando de estos dos términos, y diré, en cierto registro, en cierta dimensión, poniéndolos espalda con espalda, pudo parecer que deba muestras de esa imprudencia que da coraje a determinado indiferentismo en materia de política. En resumen, me pudo ser reprochado haber subrayado en un término, que sin embargo elegí con atención, la ética de Freud (aquí hablo de Freud escribiendo el Malestar de la cultura). Sin embargo habla tenido buen cuidado de decir que la ética de Freud era humanitaria, lo que no es precisamente decir que él fuera un reacciónando, pero que articulado de otro lado, él no era progresista. Esta observación, aunque no se me cuestione su pertinencia, hablando con propiedad, ha parecido a algunos peligrosa de subrayar Estoy sorprendido que pueda ser traída semejante cosa, precisamente en la perspectiva, orientada políticamente, de donde me ha sido traída. Simplemente, quisiera incitar a aquellos que pueden haber sido sorprendidos en esta dimensión, a algo que de todos modos no es jamás inútil para controlar los movimientos de la sensibilidad, a informarse quizás de un modo un poco preciso, por la lectura de ciertos textos cortos y rápidos. Traje uno. Traje el primer volumen de las Obras filosóficas de Karl Marx, traducidas por Molitor, publicadas por Alfred Coste. Les aconsejo solamente a estos leer por ejemplo la Contribución a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel. O bien simplemente esa curiosa obrita que se llama La cuestión Judía. Quizás adquirirán allí una noción más pertinente de lo que pensaría Marx en nuestra época de lo que se llama el progresismo. Quiero decir de determinado estilo de ideología gEnerosa muy extendida, digámoslo, en nuestra burguesía. La forma en, que Marx lo apreciaría es algo que aparecerá con completa evidencia a todos los ojos para aquéllos que quieran remitirse justamente a esta fuente, a esta buena y sana medida de cierta honestidad intelectual. De modo que en suma, al decir que Freud no era progresista, no quería de ningún modo decir por ejemplo que no estuviera interesado por la experiencia, digamos la palabra, marxista. Pero en fin, es un hecho, aquí pongo los puntos sobre las íes, si dije que Freud no era progresista, dije algo que no era de ninguna manera una imputación política concerniente a él. Dije que él no participaba en suma de cierta orientación que puede calificarse del orden de ciertos tipos de prejuicios burgueses. Dicho esto, es un hecho que Freud no era marxista. Esto no lo subrayé porque en verdad, hablando propiamente, no veo su interés, ni su alcance. Porque si ustedes quieren, reservo para más tarde mostrar cuál puede ser el interés de la dimensión abierta por Freud para un marxista, punto que quizás será en efecto mucho más difícil de introducir de golpe ya que hasta el presente parece que no se han dado cuenta en el lado marxista, si es que hay aún marxistas, en qué sentido se desarrolla, se abre, se articula, la experiencia indicada por Freud. Digamos que lo es en que si Marx toma el relevo de un pensamiento que culmina precisamente en esta obra que les designaba recién como habiendo constituido el objeto de las observaciones más pertinentes de Marx, La filosofía del derecho de Hegel, en tanto se articula allí algo de lo cual no hemos salido aún que yo sepa hasta nueva orden, a saber los fundamentos del Estado, del Estado burgués, en tanto brinda la regla de una organización humana fundada sobre la necesidad y la razón. En tanto en esta dimensión Marx nos propone, nos hace percibir, palpar, el Carácter parcial, insuficiente de la solución dada en el marco del estado burgués, nos muestra que esta solución, esta armonía ubicada en el nivel de la necesidad y la razón, no es en el estado burgués más que una solución abstracta, disociada. Es en derecho donde necesidad y razón son armonizadas, pero estando planteado estos en derecho cada uno es deja do como preso del egoísmo de sus necesidades particulares, en la anarquía, en el materialismo, como se expresa Marx de la solución de anarquía fundamental que supone que él propone, que él aspira a un Estado donde no será solamente, como el se expresa, políticamente sino realmente, como se producirá la emancipación humana, a saber que el hombre se encontrará frente a frente con su propia organización en una relación no alienada. Es precisamente en este camino, del que saben que a pesar de las aberturas que la historia brindó a la empresa, a la marcha, a la dirección Indicada por Marx, no hemos llegado totalmente, parece, a la realización del hombre integral. En este camino, es en este sentido que no supera a Marx, Freud nos muestra algo, este accidente, si puede decirse, que resalta del hecho de que, por lejos que haya sido llevada la articulación en la tradición de la filosofía clásica, estos dos términos de la razón y de la necesidad son insuficientes para permitirnos apreciar el campo del que se trata en cuanto a la realización humana. Que en de un modo más profundo, en la estructura, donde encontramos cierta dificultad que no es nada menos que la función del deseo, y la función del deseo en tanta, se los indico en la manera en que articulo aquí las cosas ante ustedes, cosa paradójica, curiosa, más es imposible registrar de otro modo la experiencia; que la razón, que el discurso como tal, que la articulación significante como tal esté allí en el comienzo (...), desde el principio del momento en que puede articularse la estructura de la experiencia humana en tanto tal. Está allí en estado inconsciente antes del nacimiento de toda cosa para lo que ocurre con la experiencia humana. Está allí de un modo oculto, desconocida, no dominado, no sabido por aquel que es el soporte mismo. Y es en relación a una situación. Así estructurada que el hombre ya secundariamente, en un segundo tiempo, tiene que tomar, descubrir, situar, la función de sus necesidades como toles. Y por otra parte, en razón de ese carácter primitivo fundamental de la toma del hombre en ese campo del inconsciente, en tanto es de aquí en más un campo lógicamente organizado, que esta Spaltung, esta conservación subsiste en toda la prosecución del desarrollo; que es en relación a esta Spaltung y que debe ser articulado, situado, visto en su función, el deseo como tal; que este deseo como tal presenta ciertas aristas, cierto punto de obstáculo que es precisamente aquello en lo que la experiencia freudiana complica el proyecto, el fin, la dirección dada al hombre por su propia integración. Problema del goce en tanto es algo que se presenta oculto en un campo central, con los carácteres de inaccesibilidad, de oscuridad, de opacidad, y para decirlo todo, de campo cercado por una barrera que vuelve el acceso para el sujeto más que difícil, inaccesible quizás en tanto el goce se presenta no pura y simplemente como la satisfacción de una necesidad, sino como la satisfacción de una pulsión en el sentido en que ese término necesita toda la elaboración compleja que es la que intento articular aquí ante ustedes. Pulsión propiamente dicha, en tanto es ese aleo tan complejo como lo escucharan la última vez, para cualquiera que se aproxime de un modo aplicado, intentando comprender lo que Freud articula de ella, no es incluso pura y simplemente reductible a la complejidad de la tendencia entendida en su sentido más amplio, en el sentido de la energética; implica esta dimensión histórica donde se trata que nos demos cuenta de su verdadero alcance. |
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