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EJERCICIOS ESPIRITUALES 2011 Arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe ![]() D ELEGACIÓN EPISCOPAL DE CATEQUESIS DE MADRID VIERNES NOCHE – CHARLA PRIMERA La gran mayoría de los aquí presentes tenemos experiencia de lo que son los ejercicios espirituales. Los ejercicios espirituales responden a la promesa del Señor que aparece en Ap 3,20: “Estoy a la puerta y llamo”. Es la presencia del Señor que acude cuando nuestra puerta está abierta. Los ejercicios son tiempo de desierto para que el Señor entre en nuestra vida. ¿Cuáles son las cuatro principales características de los ejercicios espirituales?
Este curso pastoral, para nuestra diócesis de Madrid, gira en torno al lema de la JMJ: Hermanos: Ya que habéis aceptado a Cristo Jesús, el Señor, proceded según él. Arraigados en él, dejaos construir y afianzar en la fe que os enseñaron, y rebosad agradecimiento. (Col 2,6-7) Para vivir arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe, vamos a hacer estos ejercicios, simple y llanamente, acompañando la vida de Jesús (sus principales Misterios). Y los vamos a hacer teniendo presente el modo de oración que nos propone el autor de los ejercicios espirituales (San Ignacio de Loyola): la contemplación. Contemplar los Misterios de Cristo es muy importante para nuestra fe porque no se trata solamente de recordar algo del pasado. Las acciones de Cristo en la tierra, por ser las del Resucitado, participan de la eternidad de Dios y, por ello nosotros podemos hacernos presentes en ellas por la fe y dejarnos alcanzar por su gracia. Así lo expresó el teólogo Baltasar cuando afirmó que al discípulo contemporáneo de Cristo no se le ahorró la necesidad de creer y al discípulo no contemporáneo, por la fe, se le regala la inmediatez del Misterio de Cristo. Puesto que lo que vamos a hacer este fin de semana es acompañar a Jesús y estar atentos a todo lo que dice y hace, esta noche os invito a renovar la fe en Él contemplando el texto evangélico de la profesión de fe de San Pedro. En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?» Ellos contestaron: «Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas.» Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» Simón Pedro tomó la palabra y dijo: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.» Jesús le respondió: «¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo.» (Mt 16,13-17) En este texto Jesús plantea la misma pregunta pero en un doble plano:
Esta noche Jesús nos pregunta: y tú, ¿Quién dices que soy? Pero también nos podemos preguntar:
Cristo es el que nos revela el rostro del Padre y el sentido de nuestra propia vocación, puesto que, como nos decía el Concilio Vaticano II: “el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado” (GS 22). En este sentido, podemos terminar haciendo oración con el Principio y fundamento que señala San Ignacio de Loyola al comienzo de los ejercicios y que indica la finalidad de los mismos. El hombre es criado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor y, mediante esto, salvar su ánima; y las otras cosas sobre la haz de la tierra son criadas para el hombre, y para que le ayuden en la prosecución del fin para que es criado. De donde se sigue, que el hombre tanto ha de usar de ellas, cuanto le ayudan para su fin, y tanto debe quitarse de ellas, cuanto para ello le impiden. Por lo cual es menester hacernos indiferentes a todas las cosas criadas, en todo lo que es concedido a la libertad de nuestro libre albedrío, y no le está prohibido; en tal manera, que no queramos de nuestra parte más salud que enfermedad, riqueza que pobreza, honor que deshonor, vida larga que corta, y por consiguiente en todo lo demás; solamente deseando y eligiendo lo que más nos conduce para el fin que somos criados. Este texto nos ayuda a entender tres realidades:
Oración: Alma de Cristo, santifícame. Cuerpo de Cristo, sálvame. Sangre de Cristo, embriágame. Agua del costado de Cristo, lávame. Pasión de Cristo, confórtame. ¡Oh, buen Jesús!, óyeme. Dentro de tus llagas, escóndeme. No permitas que me aparte de Ti. Del Maligno enemigo, defiéndeme. En la hora de mi muerte, llámame. Y mándame ir a Ti, para que con tus santos te alabe. Por los siglos de los siglos. Amén. SÁBADO MAÑANA – CHARLA SEGUNDA Partida de Nazaret, Bautismo y Tentaciones en el desierto Oración preparatoria: Pedir gracia a Dios nuestro Señor, para que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas en servicio y alabanza de su divina majestad. (EE. 46) Situarme: Por el camino de Nazaret al Jordán. Descenso desde Nazaret por el fértil valle de Yezrael hasta la cuenca del Jordán. El lugar del Bautismo los peregrinos del s IV-V lo situaron en la ribera oriental a 7,3 kms. Aguas arriba de la desembocadura del rio en el mar muerto. Petición: Conocimiento interno de Jesús, que por mi ha sido Ungido y ha padecido las tentaciones en el desierto, para quererle más y seguirle. En aquel tiempo llegó Jesús desde Nazaret de Galilea a que Juan lo bautizara en el Jordán. Apenas salió del agua, vio rasgarse el cielo y al Espíritu bajar hacia él como una paloma. Se oyó una voz del cielo: «Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto.» A continuación, el Espíritu empujó a Jesús al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás; vivía entre alimañas, y los ángeles le servían. Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía: «Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio.» (Mc 1, 9-15) 1.- Jesús se despide de su madre. Jesús sale de su casa a edad tardía (30 años, aproximadamente, aunque puede que sea incluso más), por ello entendemos que despedirse de su madre es doloroso para ambos. La despedida de Jesús a su madre que lleva el sello de una muerte exigida por un amor mayor. Él ha venido para atender las cosas de su Padre (Lc 2,49) En función de su misión, Cristo reformula sus vínculos familiares: En aquel tiempo, estaba Jesús hablando a la gente, cuando su madre y sus hermanos se presentaron fuera, tratando de hablan con él. Uno se lo avisó: «Oye, tu madre y tus hermanos están fuera y quieren hablar contigo.» Pero él contestó al que le avisaba: «¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?» Y, señalando con la mano a los discípulos, dijo: «Éstos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de mi Padre del cielo, ése es mi hermano, y mi hermana, y mi madre.» (Mt 12,46-50) De hecho, la vida es, en cierto modo, una continua despedida. Como ejemplo podemos contemplar la despedida definitiva de Pablo en Éfeso: Cuando Pablo terminó de hablar, se pusieron todos de rodillas, y rezó. Se echaron a llorar y, abrazando a Pablo, lo besaban; lo que más pena les daba era lo que había dicho, que no volverían a verlo. Y lo acompañaron hasta el barco. (Hch 20,36-38) 2.- El viaje de Nazaret al Jordán (tres jornadas) Los viajes de entonces eran lentos y daban tiempo para pensar y para dar vueltas a las cosas: ¿En qué pensaría Jesús? Jesús comienza una existencia marcada por la itinerancia: Cuando se iba cumpliendo el tiempo de ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Y envió mensajeros por delante. De camino, entraron en una aldea de Samaria para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron, porque se dirigía a Jerusalén. Jesús respondió: «Las zorras tienen madriguera, y los pájaros nido, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza.» (Lc 9,51-53.58) Pero Jesús continúa porque, como antaño el pueblo en el desierto, su Padre le guía por el camino verdadero: Yahveh iba al frente de ellos, de día en columna de nube para guiarlos por el camino, y de noche en columna de fuego para alumbrarlos, de modo que pudiesen marchar de día y de noche. No se apartó del pueblo ni la columna de nube por el día, ni la columna de fuego por la noche. (Ex 13,21-22) Cuando Israel era niño, yo le amé, y de Egipto llamé a mi hijo. (Os 11,1) 3.- El Bautismo de Jesús Entonces aparece Jesús, que viene de Galilea al Jordán donde Juan, para ser bautizado por él. Pero Juan trataba de impedírselo diciendo: «Soy yo el que necesita ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?» Jesús le respondió: «Déjame ahora, pues conviene que así cumplamos toda justicia». Entonces le dejó. Bautizado Jesús, salió luego del agua; y en esto se abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios que bajaba en forma de paloma y venía sobre él. Y una voz que salía de los cielos decía: «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco». (Mt 3,13-17) Para poder adentrarnos en este texto es importante:
En el Evangelio de san Marcos el Padre dice: «Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco». Dios presenta a su Mesías, su Cristo (cfr. Lc 4,18; Hch 4,27;10,38; Heb 1,4). Esta expresión se podría traducir por: «En Él he vertido toda mi misericordia», o bien por: «En Él estoy muy satisfecho». La identidad del Verbo es de tal categoría que solo el Padre puede dar razón de ella. Es preciso, por tanto, acoger este testimonio del Padre. En el Evangelio de san Lucas, el Padre dice: «Tú eres mi hijo; yo hoy te he engendrado» haciendo referencia:
4.- Las tentaciones en el desierto Después del Bautismo, el Espíritu le llevó al desierto donde se condensa la lucha entre lo que le propone el Padre y las fuerzas que se oponen a este plan de Dios. Las tentaciones del desierto nos enseñan:
El tentador, le dijo: «Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes». Mas él respondió: «Está escrito: No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios». (Mt 4,3-4)
Entonces el diablo le lleva consigo a la Ciudad Santa, le pone sobre el alero del Templo, y le dice: «Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: A sus ángeles te encomendará, y en sus manos te llevarán, para que no tropiece tu pie en piedra alguna». Jesús le dijo: «También está escrito: No tentarás al Señor tu Dios». (Mt 4,5-7)
Todavía le lleva consigo el diablo a un monte muy alto, le muestra todos los reinos del mundo y su gloria, y le dice: «Todo esto te daré si postrándote me adoras». Le dice entonces Jesús: «Apártate, Satanás, porque está escrito: Al Señor tu Dios adorarás, y sólo a él darás culto». (Mt 4,8-10) Jesús venció las tentaciones no solo en este momento sino durante toda su vida, pues Él siempre eligió:
«Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra». (Jn 4,34) «No atesoréis tesoros en la tierra, donde la polilla y la carcoma los roen, donde los ladrones abren boquetes y los roban. Atesorad tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni carcoma que se los coman, ni ladrones que abran boquetes y roben. Porque donde está tu tesoro, allí está tu corazón.» (Mt 6,19-21)
«Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas» (Mt 11,29).
«El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día.» Y, dirigiéndose a todos, dijo: «El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero si se pierde o se perjudica a sí mismo?ۛ» (Lc 9,22-25) BIENAVENTURANZAS (Mt 5, 3-12)
Terminar dialogando con el crucificado, tal y como sugiere san Ignacio de Loyola en el ejercicio de las dos banderas: Eterno Señor de todas las cosas, yo hago mi oblación, con vuestro favor y ayuda, delante vuestra infinita bondad, y delante vuestra Madre gloriosa, y de todos los santos y santas de la corte celestial, que yo quiero y deseo y es mi determinación deliberada, sólo que sea vuestro mayor servicio y alabanza, de imitaros en pasar todas injurias y todo vituperio y toda pobreza, así actual como espiritual, queriéndome vuestra santísima majestad elegir y recibir en tal vida y estado. (EE. nº 98) |