Santiago Sylvester






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Santiago Sylvester



Poeta y narrador, nació en 1942, es abogado y residió durante algún tiempo en Madrid - España, donde dirigió la revista "Estaciones".

En Salta publicó casi todos sus primeros libros: "En estos días" (1963); "El aire y su camino" (1966); "Esa frágil corona" (1971); "Palabra intencional" (1974).

Después de su regreso de la Madre Patria, comenzó otra etapa de su creación, formada por "La realidad provisoria" (1977); "Libro de viaje" (1982) y "Perro de laboratorio" (1987). Como narrador presentó su volumen de cuentos "La prima carnal" (Barcelona - 1986).

En poesía ha publicado: El aire y su camino, 1966; Esa frágil corona, 1971; Palabra intencional, 1974; La realidad provisoria, 1977; Libro de viaje, 1982; Perro de laboratorio, 1987; Entreacto, antología de la colección ICI-Quinro Centenario de Madrid, 1990; Escenarios, 1993; Café Bretaña, 1994; Antología poética, en la colección Poetas argentinos contemporáneos, del Fondo Nacional de las Artes, 1996; Número impar, 1998; El punto más lejano, 1999

Un nuevo libro de poemas es presentado en 1993, "Escenarios". En ese año recibió el Premio Internacional de Poesías Gil de Biedma por "Café Bretaña", que además mereció el Premio Nacional de Poesía. También obtuvo los galardones Premio Sixto Pondal Ríos -de la Dirección de Cultura de Salta- y del Fondo Nacional de las Artes en dos oportunidades.

En 1998 realizó una edición crítica de La tierra natal y Lo íntimo, de Juana Manuela Gorriti; en 2000 publicó El gozante, antología de Manuel J. Castilla, y, en 2003, la antología Poesía del noroeste argentino, Siglo XX.

 

Sobre el amor


No importa dónde nace el amor

 (los nacimientos son asuntos de registro o

 de parroquia)

pero sé que no dura al aire libre,

en ese prado aséptico con un molino al fondo.

Nace en cualquier parte

pero no prospera en la ilusión  bucólica:

busca la complicación,

no el caos pero si su orilla, 

un cuerpo espeso de tejidos

 y de material residual,

y busca sobre toda la armonía

que es donde, si nos descuidamos un instante,

 muere por falta de necesidad.

Por Santiago Sylvester

De “libro de viaje”, 1982

La sombra


No conozco su límite sino un alarde de lealtad que le

agradezco:

península confiada,

casa poblada de preguntas,

insaciable de opciones que se desplazan por azar.

Yo usurpo su dispersión

para entender la mía: estaba previsto el espectáculo de los

dos cantando a coro:

y si halla mi identidad en su entrevista

es porque uno explica la complicidad del otro:

ella  es mi frontera,

yo soy su tierra natal.

Por Santiago Sylverter

De “escenarios”,  1993

Las casas


Las casas se pusieron inhóspitas

y tuvimos que abandonarlas a su suerte.

Primero fue la casa de los patios

donde la infancia ponía expectativa en ciertas plantas

que todavía ofrecían protección.

y en una muy querida forma de llamarnos  a la mesa.

en otra casa las chirimoyas ordenaban una majestad

y el juego de los hermanos se escuchaba

como una premonición que sería demasiado dolorosa

si alguien insistiera ahora en recordar.

Después fue la casa donde la humedad del río

se nos pegaba al cuerpo como la piernas

de una mujer que nos enloquecía,

y hasta la sombra crujía de deseo, y una lengua

nos buscaba la lengua

con la voluntad desesperada.

Y las otras casas, con amigos hasta el amanecer,

con hijos, con poemas,

con pequeños olvidos (apenas distracciones

que sin embargo después

 venían a buscarnos desmesuradamente)

De todas las casas nos hemos ido.

y cuando creíamos que ya nada quedaba de ellas

apareció una hoja en el suelo, un grito subrepticio

en un cajón, el cuaderno de la escuela

con los cuidados de la  madre, un botón, el canto del gallo.

Qué hacer entonces,

si no queremos coleccionar fracasos

ni objetos distraídos  que se olvidaron de morir,

sino juntar los pedazos que sobreviven dolorosamente

y dejarlos caer por la ventana de este cuarto piso

como quien tira  una corona de novia al mar,

como un globo lamentable que aligera su carga.

Restos queridos a los que decimos adiós con  memoria trastornada.

Por Santiago  Sylvester

De su libro “Libro de viaje”, 1982

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