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Pasado que fue un año y meses después que estos enfermos fueron curados, y que estava yo ya fuera de Sevilla, suçedió que curaron el licençiado Olivares y el dotor Calderón una noble señora de Caçalla, casada con don Hernando Cabeça de Baca, honbre prinçipal y muy rico en aquel pueblo; el qual, a la fama deseos enfermos que avía curado, venían en mi demanda él y su muger, que padeçía graves açidentes desta enfermedad, Y, como no me hallasen en Sevilla, se curó con los médicos que dicho tengo, que en aquel tienpo eran de los más afamados; y, haziendo sus diligencias y cura hordinaria, estuvo la muger algunos días que no le dio el paroxismo; y, llegada que fue la llena de la luna, le dio tan rezio, según que me hizieron relaçión, que entendieron que la bolara. Como los médicos que ya avían acabado de la curar vieron aquello, y el marido les diese en rostro con don Pedro de Santillán y con la monja, que pasava ya de año y tres meses que se avían curado y no les avía buelto el mal, procuraron con mucha diligençia, por vía de los boticarios de adonde se avían tomado las medecinas, saber qué cosas eran aquéllas con que se avían curado; y, aunque dieron con los xaraves, purgas y pózima, no hallaron las catorze pildoras secretas a quien obedeçe la enfermedad, y con esto no hizieron caso de la cura que yo avía hecho, diziendo que aquello y mucho más avían ellos intentado, y que no sanaron los otros enfermos por mejor cura, sino por no ser el mal tan grave ni antigo, y los enfermos más mogos y rezios. Y con esto se escusaron, y la señora se bolbió con su marido tan enferma como se vino. No fue esta cura de don Pedro de Santillán de tan poco momento /81v que no causase mucha admiración en toda Sevilla, y fue tanta que, solamente por ella y en su demanda, se despachó una caravela para las Yndias, con mucha costa y presteza, cosa rara y que por ningún médico por docto que fuese hasta oy se á visto ni oydo dezir. Y pasa el caso desta manera. Eslava una hija de un veynteyquatro de Sevilla enferma desta mala enfermedad dende su niñez; y, como la uviesen curado muchas vezes los mejores médicos que allí avía y no pudiesen librarla de tanto mal y daño, remitieron y reservaron su cura y remedio para cuando mudase la edad, que era a los catorze años, como dicho tengo; en el qual tienpo la bolbieron a curar con mucha deligencia y costa, por no tener su padre otro hijo y ser ella única eredera de mucha hazienda que tenía; y, como no consiguiese salud del todo, sino alguna notable mejoría, quedóse con aquello a merged y dispusiçión de Dios y de su buena conplisión y naturaleza. Llegó a edad de veinte y más años, y la enfermedad y paroxismos la yvan apretando más cada día. Era por este tienpo quando yo vine a Sevilla; y, co-, mo su padre en aquella sazón fuese a la Corte a negoçios de aquella çibdad, adonde estuvo todo el tienpo que yo estuve en Sevilla y algo más, no se trató más de la cura de la donzella, aunque supieron el suçeso de la monja y el de don Pedro de Santillán; y esto diziendo que estavan esperando a su padre cada día, y 106 que venido que fuese se curaría. Vino el padre, y quando vino avía un mes que yo avía salido de Sevilla. Sintiólo mucho el padre y mucho más la hija, que quedó muy triste y desconsolada, por pareçerle que quedava sin remedio y por aver perdido tan buena ocasión. Fue luego muy cuidadoso el padre a saber de mi suegro adonde avía ydo y qué tanto tienpo avía; el qual le dixo que avía un mes que me avía partido para Sanlúcar y que allí me avía enbarcado con Cristóval de Tapia y Baltasar Gargía, regidores anbos de Santo Domingo, /82v que avían estado dos años en Corte, el uno por procurador de aquella ysla y el otro negoçiando el perdón de su muger y cuñado, que avía muerto. — Bien los conozco —dixo el 24—, y son grandes mis amigos, que estuvimos en una posada juntos en Corte. Fuese luego a su casa y, en llegando, despachó un criado suyo con una carta para Cristóval de Tapia, en que le pedía muy encareçidamente que por su ynterseçión, ya que él no me conoçía, se diese orden cómo yo escriviese aquella cura que se avía hecho a don Pedro, y que el portador daría recaudo bastante de lo que por ella quisiese llevar, y que no quedase por dinero ni otra cosa, porque le yva mucho en ello. Partióse luego el çriado a Sanlúcar.con ynstruçión de seguirme hasta Santo Domingo, no me podiendo alcançar antes. Llegado que fue a Sanlúcar, supo cómo me avía enbarcado quinze días avía en una caravela de negros que allí vinieron, y que la fletamos aquellos cavalleros y yo hasta la Ysla de La Palma, y más no, porque no tenía ligengia para pasar adelante; y que aviamos ydo en conpañía de otro navio bien armado que llevava el Adelantado de Canaria, que pasava a su tierra y avía de tomar a Tenerife. Procuró el mensajero enbarcaçión para yr en nuestra demanda y, como no la hallase, se bolbió a Sevilla; y, despachando con mucha deligençia su amo una caravela de las que allí vienen con sardina, y fletándola toda al través para este efeto tan solamente, se bolbió luego; y con buen tienpo que le hizo nos alcançó en La Palma, adonde nos aviamos detenido, esperando que cargase de vinos una galeaga de Villavigiosa que nos avía de llevar. Llegado que fue el portador, dio la carta a Cristóval de Tapia y a mí me dio otra del dotor Juan Díaz, grande mi amigo y condiçípulo de Salamanca, en que me rogava muy encaregidamente enbiase la cura de la epilepsia que avía heçho a.don Pedro de Santillán, diziendo que era para una hija, moça, donzella, de poco más que de veinte años, de un grande su amigo y señor, a quien eslava muy obligado por muchas razones y mergedes que del avía reçebido, la qual me sería bien pagada y agradeçida. Luego lo puse por obra y la escreví en latín, porque ansí me lo encargó el dotor, por que no fuese tan común y por que no la trasladasen antes de venir a su poder. Dediquéla al Cristóval de Tapia, por yr como yva en su conpañía y estarle muy obligado; y, ofreciéndome el portador cantidad de reales, no quise por ello 107 cosa alguna, que ansí me lo avía encomendado el Tapia; y, hallándose muy obligado y agradeçido el portador, me enbió dos barriles de atún de yjada y un quintal de bizcocho de Utrera, con algunos otros regalos de su matalotaje, que sirvieron tanto y más que el dinero. Pasados ocho y más meses después que esto sucedió, vino a Santo Domingo Pedro de las Rucias, que yva por general a la Nueva España, y me dixo que avía aquella señora quedado sana y mui buena mediante la cura que el dotor Juan Díaz por mi relación y carta le avía hecho; que fue causa que luego su padre la casase, lo que hasta allí no avía hecho por razón de la enfermedad. Y fue mal aconsejado, porque el casarla solamente suele ser el mejor remedio a las donzellas, ansí para éste como para otros muchos acidentes que suelen padeçer, como bien lo aconseja Hipócrates1. Esta misma carta en latín que entonces escreví en La Palma, conforme a la relación que de la enferma y enfermedad me hizieron, hallé en este año de 1607, entre otras que la necesidad me obligó a escrevir en aquel lenguaje, en un muy viejo y ciego borrador; y la trasladé con las demás, para que, juntamente con una repetición que hize sobre el aphorismo 29 del 2.° libro de Hipócrates, se enpri-miesen /83v y juntasen al libro que de las sentencias de los ¡Ilustres autores médicos hize en este año pasado de 606; y allí la podrá leer el que quisiere, siendo Dios servido que salgan a luz para gloria suya, con cuyo favor escrivo sin antojos, de edad de 75 años y para provecho de los próximos. El aver salido de Sevilla con la historia no fue de propósito, porque muchas otras curas pudiera escrevir que en ella hize antes de venir a este término, sino acaso y en consequencia desta grave enfermedad de gota coral; y ansí, antes de salir, bolbcremos a otra no menos maravillosa cura, y que fue la causa de casarme en aquella gibdad y tanbién de salir della, como más largamente veremos en el discurso siguiente. |
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