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EVALUACIONES TIPO ICFES LENGUA CASTELLANA GRADO SEXTO Lee el siguiente texto y responde las preguntas: EL ARTE DE CONVERSAR La propia esencia de la actividad de Sócrates es que su objetivo no era enseñar a la gente. Daba más la impresión de que aprendía de las personas con las que hablaba. De modo que o enseñaba como cualquier maestro de escuela. No, no él conversaba. Está claro que no se habría convertido en un famoso filósofo si sólo hubiera escuchado a los demás. Y tampoco le habrían condenado a muerte, claro está. Pero sobre todo, al principio solía hacer preguntas, dando a entender que no sabía nada. En el transcurso de la conversación, solía simplemente conseguir que el interlocutor viera los fallos de su propio razonamiento, y, entonces, podía suceder que el otro se viera acorralado y, al final, tuviera que darse cuenta de lo que era bueno y lo que era malo. Se dice que la madre de Sócrates era comadrona, y Sócrates comparaba su propia actividad con la del “arte de parir” de la comadrona. No es la comadrona la que pare al niño. Simplemente está presente para ayudar durante el parto. Así, Sócrates consideraba que su misión era ayudar a las personas a “parir” la debida comprensión. Porque el verdadero conocimiento tiene que salir del interior de cada uno. No puede ser impuesto por otros. Sólo el conocimiento que llega desde dentro es el verdadero conocimiento. Jostein Gaarder, El mundo de Sofía, Bogotá, Editorial Norma, 1995
LENGUA CASTELLANA GRADO SEPTIMO Lee el siguiente texto y responde las preguntas: LINDBERGH: EL ESPIRITU QUE SOBREVOLO EL ATLANTICO En una mañana brumosa del 20 de mayo de 1927, un poco antes de las 8 h, Charles Augustus Lindbergh, a bordo de su nuevo aeroplano, The Spirit of St. Louis, despegaba del aeródromo de Roosevelt Field, Long Island, don destino a París. Le esperaban 3610 millas ( unos 5800 km) de soledad; un día y medio de vigilia, exactamente 33 horas, 29 minutos y 30 segundos de aventura, con un desenlace todavía incierto. La noche anterior no había podido dormir. Para aligerar peso, llevaba sólo unos cuantos sándwiches y un litro de agua y había preferido dejar en tierra el paracaídas. Lindbergh representaba como nadie al héroe moderno, capaz de afrontar todos los retos del siglo que se iniciaba. Había nacido en 1902 en Detroit, su padre, de origen sueco, fue un importante político; su madre, una mujer de carácter fuerte, fue la encargada de su educación. El joven era culto, sobrio, exquisito. Terminada su primera etapa de estudiante, a los 17 años, tomó el mismo las riendas de la granja familiar ya que su padre se ausentaba constantemente. Dos años después, ingresaba a la Universidad de Wisconsin para estudiar Ingeniería Civil y poder suceder algún día a su padre en las tareas políticas. Sin embargo, antes de terminar el segundo curso, ya lo había dejado todo para dedicarse a su gran pasión: volar. Los grandes exploradores, Bogotá, periódicos Asociados Ltda,1996.
LENGUA CASTELLANA GRADO OCTAVO Lee el siguiente texto y responde las preguntas: OWEN Y LOS NUEVOS Eramos adolescentes y nuestro bachillerato se iba desvaneciendo entre el billar y la poesía en el Bogotá de los últimos treintas. En las tardes, era obligado sentarse en una mesa del café Molino, vecina de la que ocupaban los grandes de nuestras letras de entonces. Allí campeaba Jorge Zalamea con su aire arrogante de Dorian Gray, su voz también altanera e inteligente; León de Greiff con las barbas de vikingo aún rojizas entreveradas ya de no pocas canas, sus ojos azules de fiordo y su acento de Antioquia para decir escasas palabras, pero siempre lapidarias; Luis Vidales con su aire malicioso y su sonrisa aguda, que ocultaba, vaya uno a saber, qué sarcásticas visiones; Eduardo Caballero Calderón, aún sin barbas, ya claudicante, con un aire malhumorado más superficial que sus comentarios, siempre hechos a costa de uno de los presentes. A este grupo se sumaba a menudo un hombre de aspecto un tanto hindú, elegante, de pocas palabras, con una mirada oscura, honda y, para nosotros, cargada de misterio. Era Gilberto Owen, el poeta mexicano radicado entonces en Bogotá y casado con una rica heredera antioqueña; sus poemas aparecían en las revistas y los suplementos literarios de la época. Así mirábamos, desde la mesa vecina, desfilar lo que nos parecía la suma de la gloria literaria. Álvaro Mutis, Poesía y prosa, Bogotá, Instituto Colombiano de Cultura, 1982.
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