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Concepciones, creencias y sentimientos acerca de la muerte en adultos mayores de nivel educacional superior. Ideas, Beliefs and Feelings on Death in Old Age Subjects of High Educational Level Liliana Vilches Seguel Psicóloga. Académico Departamento de Psicología, Universidad de Chile. e-mail: dptopsic@uchile.cl Resumen En este artículo se presenta una investigación sobre las concepciones, creencias y sentimientos respecto a la muerte en adultos mayores entre 65 y 75 años de edad. En la primera parte se señala la importancia del estudio de este tema que constituye una constante antropológica en la historia de la humanidad y la necesidad de investigarlo desde una perspectiva psicológica. Luego se procesan los objetivos y la metodología utilizada. Posteriormente se discuten los principales resultados que muestran la muerte como una normativa de la etapa en estudio, las concepciones vinculadas a formas más amplias del pensar sobre la vida y el ser humano, los sentimientos de temor más que ante la muerte misma ante él como de ella y los deseos personales respecto al bien morir. Finalmente, se dan a conocer conclusiones y algunas ideas para tener presente en torno a una formación para encararla y a una ortotanasia. Palabras claves: Concepción, creencias, sentimientos, muerte, adultos mayores Abstract In this article concepts, beliefs and feelings are presented in relation to death in adults whose ages fluctuated between 65 and 75 years. The first part of the study is concerned with the importance of this subject matter, a constant in the history of humanity, which appears to be an anthropologically significant problem for psychological research. The results show that death is considered to be a necessary event in the period of life analysed in the study. Reflections related to this phenomenon create a broader outlook of approaching life and the human being. The feelings of these subjects are more related to the manner in which death occurs than with death itself, especially with personal desires of “good dying”. Finally, conclusions are drawn that suggest ideas to be taken into account in order to confront the problem of death. Key Words: Concepts, beliefs, feelings, death, old age. I. IMPORTANCIA DEL ESTUDIO DEL TEMA. A través de los siglos, el ser humano se ha empeñado incesantemente en conocer, dominar y controlar su mundo, pero ha debido rendirse ineluctablemente ante el misterio e inevitabilidad de la muerte. De los horizontes de sentido en la vida del ser humano, se ha considerado que la única vivencia más radical que el amor “es la muerte a la que todo -absolutamente todo- está expuesto, incluido el amor” (Holzapfel 1999). También, se ha señalado que "la reflexión de todas las épocas se ha detenido en ella como en la constante antropológica de mayor trascendencia" (Lolas 1998). Por otra parte, Thomas (1997) ha considerado que la concepción de la muerte es un elemento revelador de la conciencia cultural de un pueblo. Por nuestro lado, pensamos que la muerte, tanto la de otros como la propia, es una de las experiencias más significativas y proveedoras de sentido en la vida de los seres humanos, tal vez sólo igualada por las de la procreación y el nacimiento. A la vez, constituye el gran tabú de la época contemporánea, superado -quizás- por el del envejecimiento y la vejez. La vida íntegra del hombre se mueve en el complejo de las redes que le fijan los elementos de la temporalidad. La prospectividad psíquica peculiar y distintiva del ser humano le sitúa en una posición privilegiada y dramática a la vez con respecto al resto de las especies, en el sentido que es el único con capacidad de aprehender la idea de su propia finitud terrenal. Aunque las personas desconocen -al menos parcialmente- las condiciones precisas de edad, momento, lugar y forma, saben perfectamente, con absoluta certeza, que la muerte es un acontecimiento que nos sobrevendrá inevitablemente a todos, de modo que antes de su llegada es una "presencia ausente". La transitoriedad de la existencia y la seguridad de la muerte, lejos de dar lugar a un heroísmo trágico como en el existencialismo a un fatalismo, otorga una oportunidad para hacerse responsable del descubrimiento del sentido de la propia vida. El individuo puede comprender que las posibilidades y oportunidades de realizar valores, las ocasiones de obrar, vivenciar o sufrir, son transitorias. Pero si llegan a concretarse, se inscriben en la historia y se conservan en forma definitiva, ya nada las puede eliminar ni cambiar, “una vez pasado, permanece en el pasado por toda la eternidad” (Frankl 1994). El ser humano, al elegir -como continuamente lo está haciendo- decide qué acción será imperecedera, “en todo momento está decidiendo, para bien o para mal, cuál será el monumento de su existencia...Yo diría que haber sido es la forma más segura de ser” (Frankl 1987). Así, podemos sostener que el ser humano sólo es cuando está perfectamente terminado, esto es sólo cuando muere y deja de ser posibilidad, sólo en ese momento ocupa su lugar definitivo en la eternidad, antes, es todo potencialidad de superación. El tema de la muerte, sin duda, ha tenido un lugar destacado en la literatura, en el arte, en la religión y en la Filosofía. Durante los últimos quince años se ha generado, en el ámbito de diferentes disciplinas, un interés creciente por el tema vinculado con realidades surgidas de la capacidad para manejar la vida y la muerte, que inquietan al hombre contemporáneo: fertilización asistida e inicio de la vida, calidad de vida, aborto, eutanasia activa y pasiva, suicidio asistido, testamento del vivo. Cuando comenzamos nuestro trabajo, en Chile, aún no existía una gran preocupación por el estudio sistemático de la muerte. Sólo algunos psicólogos habían atendido profesionalmente a enfermos terminales y a sus familias. Otros también tenían una experiencia en relación al tema. Recientemente Figueroa (2000) ha publicado experiencias recogidas con personas que se encuentran ante la muerte. Pero ese campo de atención ha estado más cubierto por personas que no son psicólogos y que comparten una vocación de servicio hacia la gente. En una línea, de corte filosófico-esotérica, nos encontramos con Lara, quien ha realizado talleres destinados a prepararse "para enfrentar y vencer a la muerte" (Lara 1997). Desde una visión histórica podemos observar que se han presentado diferencias en la forma de manifestarse su significación para el ser humano, según la época y las restantes expresiones culturales. Es un hecho constatado la negación colectiva de la muerte que caracteriza a nuestra sociedad contemporánea. En otras épocas era parte constitutiva de la vida misma y los anhelos de muerte heroica, en plenitud de la vida, imperaban. En la Edad Media se cultivaba el arte de morir y se preparaba durante días a las personas, en el sendero hacia su muerte. En el Renacimiento la preparación giraba de modo importante, en torno a la confesión tal como la recomienda el "Directorio para los enfermos y moribundos" de 1706. En nuestro país la historiadora Cruz de Amenábar (1998) ha entregado una perspectiva psicohistórica de la despersonalización que ha experimentado todo lo relacionado con la muerte, lo cual contribuye a que ésta ocurra como algo ajeno a la vida. Desde otras disciplinas se ha reconocido la existencia de una cultura evasiva, represora y negadora de la muerte personal. Thomas (1993) ya ha señalado que las actitudes y conductas ante la muerte en Occidente son morbosas y macabras o bien de evasión, rechazo y miedo. Piezzi (1996), también ha hecho notar que el hombre occidental parece experimentar terror ante la muerte y vive una cultura negadora de ella. Vial (1997), asimismo, ha afirmado que "el recuerdo de la muerte es amargo para nuestra cultura y el tratar de olvidarlo, a todo trance, a pesar de lo inexorable del hecho, es esfuerzo permanente. Lo es también el tratar de velar su recuerdo, quitarlo de nuestra vista". Feifel ha puesto de relieve que también los especialistas, "los profesores, especialmente los médicos, en contacto con pacientes crónicos y moribundos han notado similares tendencias evasivas en sí mismos"(Feifel 1977). Esta investigación forma parte de un programa de desarrollo más amplio, que comprende el estudio de personas que se encuentran en otras etapas del ciclo vital y en otras condiciones de vida respecto a salud física y psicológica, a nivel socioeconómico y de escolaridad e incluye labores académicas de docencia y de extensión. Nuestros fines son, desde luego, teóricos: conocer y comprender, psicológicamente, mejor al ser humano a través de la significación y repercusión que tiene la muerte en su existencia. En sentido pragmático o aplicado: elaborar algunos planteamientos que contribuyan a asimilar mejor el proceso de la muerte y su incorporación en el proyecto de vida de las personas, de modo que éstas puedan administrar su tiempo y vivir más plenamente consigo mismas y con sus semejantes. Chopra ha estimado que el miedo mismo puede ser aprovechado constructivamente, “deja que tu miedo a la muerte te inspire a examinar tu verdadero valer y a concebir un sueño para tu propia vida...deja que te ayude a valorar el momento, a actuar en él y a vivir en él” (Chopra 1994). Adicionalmente, se pretende atender las inquietudes y necesidades de los seres humanos respecto a la muerte, con el fin de contribuir a una ortotanasia. II. OBJETIVOS. El objetivo general fue la descripción comprensiva de las concepciones, creencias y sentimientos acerca de la muerte en adultos mayores de nivel educacional superior. Los objetivos específicos consistieron en la descripción de los siguientes contenidos vivenciales: - Concepción e idea personal de la muerte - Sentimientos experimentados al pensar o anticipar la propia muerte. Temores. Aspectos de la muerte generadores de esos temores. - Muertes significativas y repercusión afectiva. - Experiencias cercanas a la muerte. - Creencias en la existencia de otra vida después de la muerte. - Deseos de que exista vida después de la muerte. - Estado de preparación para aceptar la muerte en cualquier momento (de sí mismo y de seres queridos). - Agentes que han brindado preparación para aceptarla. - Lamentos más importantes en caso de muerte repentina. - Expectativas y plan de vida antes de la muerte. - Observancia religiosa como orientación de vida para asimilar la muerte. III. METODOLOGIA. Esta investigación fue de carácter descriptivo, a través de metodología cualitativa. Ella se situó en una orientación fenomenológica, procurando la aprehensión de la realidad tal como se presenta y da ante nosotros. Se ha tratado de enfocar los problemas de modo descriptivo, buscando los significados en los sujetos mismos, para obtener una mejor comprensión de los fenómenos. Se intentó ir más allá de los datos numéricos, tales como las frecuencias, lo que es más propio de la metodología cuantitativa. Lo que interesó fue comprender más que explicar. Consideramos, además, que el carácter íntimo y personal del tema hacía más apropiada esta aproximación metodológica. Ella, justamente, es más conveniente cuando se desea saber “qué sucede” y “cómo sucede”. Nos ajustamos a las cuatro reglas básicas para la investigación cualitativa, señalados por Kleining: 1) Sobrepasar y adecuar el conocimiento y las conceptualizaciones que la investigadora manejaba acerca de la vivencia de la muerte, a la luz de nuevas informaciones. 2) La vivencia de la muerte en la adultez mayor sería mejor conocida al finalizar el estudio. 3) Estudiar la vivencia de la muerte desde la más amplia gama de perspectivas, es decir la variación estructural máxima de perspectiva, expresada en la conducción de las entrevistas. 4) En cuanto a la evaluación, llevar a cabo la descripción y el análisis de los datos, buscando la integración de ellos. Esta investigación no estuvo guiada por hipótesis prefijadas que debían ser comprobadas, sino que se orientó por la búsqueda de comprensión y entendimiento de la realidad, en la medida en que se ha interactuado con ella. Como han señalado Taylor y Bodgan (1994), en este tipo de estudios lo que interesa es comprender el comportamiento humano desde el marco de referencia de quien actúa, es decir asumiendo una perspectiva “desde adentro”. Entendiendo, además, que la unidad del proceso de investigación está en el investigador mismo, quien debe encontrar significación y sentido a los datos. El universo correspondió a los adultos mayores de ambos sexos, entre 65 y 75 años de edad con enseñanza superior y desempeño académico en este nivel. El muestreo fue intencionado o a propósito ya que garantizaba hallazgos de alta calidad, importantes y significativos. La primera estrategia fue seleccionar por criterios predeterminados, como la pertenencia al foco evaluativo, sanos. La segunda estrategia fue de variación estructural máxima de las perspectivas, sucesiva, en que la selección de los primeros sujetos y el análisis de ellos fue determinando los siguientes elementos muestrales ( muestreo teórico según una teoría emergente). La categorización conceptual de los primeros datos orientó para obtener nuevos datos para afinar el análisis, hasta que los nuevos datos no agregaron nueva información. Es decir, en un momento ha habido simultaneidad entre la recolección y el análisis. La cantidad de adultos mayores ha sido determinada por ese proceso. El investigador fue el instrumento principal de la recolección y análisis de los datos. Se utilizó la Entrevista en Profundidad semiestructurada, aplicada individualmente, con preguntas abiertas que permitían a los entrevistados expresarse directa y espontáneamente con respecto a los temas fijados. Una vez formuladas las preguntas, se dejó al adulto mayor hablar libremente y sin interrumpirle en la expresión de sus ideas. La interacción fue naturalista y no intrusiva. La pauta de entrevista ya había sido construida y aplicada anteriormente por la investigadora, con una planificación previa de los principales tópicos que se abordarían. Las preguntas guía, corresponden a temas más generales que se han ordenado y jerarquizado a partir de reflexiones e inquietudes surgidas de la revisión bibliográfica, particularmente de orientación existencial. Otras tienen su origen en las indagaciones clínicas y análisis de la investigadora. También ha sido aplicada en investigaciones anteriores, con las adecuaciones necesarias a los objetivos de ellas. La pauta ha sido sólo una guía al servicio de la obtención de información. No se trató de un mero intercambio formal de preguntas y respuestas, sino que se indujo el discurso de cada entrevistado según una pauta flexible y adaptable a su relato. El análisis de los datos se llevó a cabo según la escuela de la “Grounded Theory”, de Glaser & Strauss, que permite trascender el nivel descriptivo. Se trabajó con categorías conceptuales emergentes, a partir de los datos. La codificación inicial de los primeros resultados ha sido sometida a la “comparación permanente” con la siguiente (muestreo sucesivo), de modo de lograr la “saturación teórica”. Se han usado dos tipos de codificación: abierta y axial. IV. ANTECEDENTES RELEVANTES. IV.1. ADULTEZ MAYOR. La estructura demográfica de los países en desarrollo es caracterizada por las altas tasas de natalidad y una gran proporción de jóvenes con menos de 15 años. Pero esa situación está cambiando. América Latina vivirá un envejecimiento de la población y una disminución de la tasa de fecundidad hacia el año 2050, lo que determinará un crecimiento y una estructura poblacional similar a la de los países desarrollados. Según los informes de CEPAL y CELADE (1998), la población de la región se ha acercado a las tendencias del mundo, cayendo desde tasas de crecimiento poblacional de 12.5% hace 25 años a 1.6% en la actualidad. Esta situación se acentuará, para llegar al año 2050 con tasas de crecimiento de 0.8%. El descenso mayor ha sido en México y Perú. Hoy tenemos 500 millones de habitantes en A.L. En 1970 teníamos un promedio de 5 hijos por mujer, hoy tenemos 3. Esta es, incluso, la disminución regional más rápida del mundo. Se calcula que para el año 2050, tendremos un promedio de 2 hijos por mujer, en A.L. En Chile, en 1950 había 5.4 hijos por mujer, en 1998 2.3 y se espera que en 2050 habrá 2 hijos por mujer. Por otra parte, la expectativa de vida en A.L. es mayor que en el resto del mundo. Hoy el promedio de vida es de 70 años y en el resto del mundo 66 años. Se calcula que para el año 2050 será de 75 años en A.L. y de 72 en el resto del mundo. Entre 1980 y 2025 el número de personas sobre los 60 años habrá aumentado 400% en AL (de 23,3 a 93,3 millones), según estudios de la OMS (1997). El número de ancianos aumenta porque hay menos niños y jóvenes muriendo de enfermedades infecciosas, debido a tratamientos médicos adecuados. Quien no ha muerto antes de los 30 o 40 años, tiene grandes posibilidades de llegar a los 65 años, afirma Kalache, director del departamento de Envejecimiento y Salud de la OMS (1997). Es de tal magnitud el aumento de la población mayor de 60 años que “de ser marginal, el anciano está en trance de convertirse en la especie más común de ciudadano” (Minois, G. 1989 en Fliman, M. y col., 1995). Nuestro país mantiene la mayor esperanza de vida (75 años). Para el 2050, se calcula que, en Chile, la esperanza de vida para las mujeres será de 84 años y para los varones será de 78 años. En ese año, el país tendrá alrededor de 22 millones de personas y de esas, 5.2 millones tendrán más de 60 años. Hacia el 2025, en Chile el porcentaje de personas con más de 65 años será superior al de los menores de 15. Para ese año, los de tercera edad -que hoy representan el 7% de la población- serán del orden del 15% (OMS 1997). Chile será el país más "anciano" de Sudamérica hacia mediados del siglo XXI y el 4º o 5º en América, superado sólo por Estados Unidos, Canadá, Puerto Rico, Guadalupe y tal vez Cuba. Esa tendencia deberá tener un enorme impacto en los gastos de los gobiernos y en los sistemas administrativos. Las necesidades y demandas de los adultos mayores pasarán a ser un tema político de importancia en las próximas décadas, según Urzúa, director del Centro de Análisis de Políticas Públicas de la U. de Chile. Para Guzmán, asesor demográfico del Fondo de Población de las Naciones Unidas, si bien las estadísticas no indican que nuestro país esté en camino a convertirse en un país de ancianos como los europeos, Chile puede observar lo que pasa en Europa y prepararse al respecto. También la importancia de los estudios sobre personas mayores, en todas las disciplinas, ya comienza a notarse y ellos irán en aumento. Los cambios evolutivos de carácter psicológico que se experimentan en la adultez mayor han sido descritos, por una parte, como positivos y ventajosos, especialmente si ellos se acompañan de ciertas condiciones de salud física y mental, de bienestar económico y de reconocimiento social. Incluso, se ha destacado la creatividad y productividad de personas notables en esa época de su vida ( Beethoven, Tiziano, Goethe y tantos otros). Esta visión de la ancianidad se puede sintetizar en la expresión de Browning: “lo mejor está por venir, el final de la vida para lo cual el comienzo fue creado”. Por otro lado, también se han señalado algunos aspectos que se mueven en la línea de lo que Erikson ha descrito como el polo distónico de la tarea de desarrollo correspondiente a esta edad: la desesperación. En este sentido, la conciencia de lo no realizado y de que el tiempo que resta es demasiado corto para intentarlo, tal como lo saca de su propio vivenciar Bobbio en su libro “De senectute”. Sin embargo, es este mismo autor quien señala el camino -también por él experimentado- hacia la integridad: el recuerdo de los afectos permanentes, esos que el tiempo no consumió porque se tuvo el valor de darles constancia. Desde el Análisis Existencial, Frankl ha descrito la actitud que puede adoptarse ante el transcurso del tiempo durante la vida, que equivale a la idea de Integridad en Erikson: “alguien que junta las hojas del calendario con toda prolijidad, hace anotaciones al dorso sobre lo que hizo o lo que le ocurrió diariamente y con orgullo mira hacia atrás abarcando todo lo que ha sido fijado en esas hojas, todo lo que en esta vida ha sido fijado como vivencia” (Frankl 1994). Un anciano así, ha enfrentado la vida activamente, considerando la transitoriedad esencial de la vida humana en forma activa y no pesimista. A esta persona que ha vivido con sentido, “¿Qué puede importarle cuando advierte que se va volviendo viejo? ¿Tiene alguna razón para envidiar a la gente joven, o sentir nostalgia por su juventud perdida? ‘No, gracias’, pensará, ‘en vez de posibilidades yo cuento con las realidades de mi pasado, no sólo la realidad del trabajo hecho y del amor amado, sino de los sufrimientos sufridos valientemente. Estos sufrimientos son precisamente las cosas de las que me siento más orgulloso aunque no inspiren envidia’” (Frankl 1987). El normal desarrollo requiere de un cambio en las motivaciones e intereses de acuerdo con la edad, de modo que cada nueva etapa de la vida puede ser tan feliz y creadora como las anteriores. Peña y Lillo ha señalado que “el hombre enriquece el sentido de su vida y aprende a desligarse -paulatinamente- de un mundo en el cual, más tarde o más temprano, no participará... puede transformar la vejez en sabiduría y aún prepararse para la muerte como en su juventud se preparó para la vida.” (Peña y Lillo 1999). |