Poemas de Jorge Luis Borges
ÍNDICE
AJEDREZ
| EL CÓMPLICE
| AMOROSA ANTICIPACIÓN
| EN VILLA ALVEAR
| 1964
| DE QUE NADA SE SABE
| EL INSTANTE
| AUSENCIA
| CERCANÍAS
| DESPEDIDA
| EL AMENAZADO
| SÁBADOS
| AJEDREZ
I
En su grave rincón, los jugadores rigen las lentas piezas. El tablero los demora hasta el alba en su severo ámbito en que se odian dos colores.
Adentro irradian mágicos rigores las formas: torre homérica, ligero caballo, armada reina, rey postrero, oblicuo alfil y peones agresores.
Cuando los jugadores se hayan ido, cuando el tiempo los haya consumido, ciertamente no habrá cesado el rito.
En el Oriente se encendió esta guerra cuyo anfiteatro es hoy toda la tierra. Como el otro, este juego es infinito.
II
Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada reina, torre directa y peón ladino sobre lo negro y blanco del camino buscan y libran su batalla armada.
No saben que la mano señalada del jugador gobierna su destino, no saben que un rigor adamantino sujeta su albedrío y su jornada.
También el jugador es prisionero (la sentencia es de Omar) de otro tablero de negras noches y de blancos días.
Dios mueve al jugador, y éste, la pieza. ¿Qué dios detrás de Dios la trama empieza de polvo y tiempo y sueño y agonías?

EL CÓMPLICE
Me crucifican y yo debo ser la cruz y los clavos. Me tienden la copa y yo debo ser la cicuta. Me engañan y yo debo ser la mentira. Me incendian y yo debo ser el infierno. Debo alabar y agradecer cada instante del tiempo. Mi alimento es todas las cosas. El peso preciso del universo, la humillación, el júbilo. Debo justificar lo que me hiere. No importa mi ventura o mi desventura. Soy el poeta

AMOROSA ANTICIPACIÓN
Ni la intimidad de tu frente clara como una fiesta ni la privanza de tu cuerpo, aún misterioso y tácito de niña, ni la sucesión de tu vida situándose en palabras o acallamiento serán favor tan misterioso como mirar tu sueño implicado en la vigilia de mis brazos. Virgen milagrosamente otra vez por la virtud absolutoria del sueño, quieta y resplandeciente como una dicha en la selección del recuerdo, me dejarás esa orilla de tu vida que tú misma no tienes. Arrojado a quietud, divisaré esa playa última de tu ser y te veré por primera vez quizá, como Dios ha de verte, desbaratada la ficción del Tiempo, sin el amor, sin ti.

EN VILLA ALVEAR
La noche es olorosa como un mate curado y es vagancia en las calles y ventura en los pechos. La tarde fue mi pena. La noche como ensalmo aduna la confianza de los patios abiertos.
Mis pasos haraganes comprenden bien la calle. Yo fui de este suburbio criollero del oeste; Sé que en los corazones hay la ternura grave de los tangos antiguos y las tapias celestes.
Igual que una linterna, bamboleándose y hueco, un Lacroze rezonga la cualquier bocacalle. Su luz rayó las piedras. Con dulzor de recuerdo queda el barrio guarango, corazonero, suave.
Miren. Esa palmera, conventillo de pájaros, me dio en la resolana vacaciones de sombra. Por este portón quieto, negro, cicatrizado, sabiendo que era linda pasó una vez mi novia.
Redondeles de lumbre se abren como agua mansa debajo de los focos en las anchas esquinas. Voy queriendo las verjas, las estrellas, las casas. Un pianito. Que suerte me hiere en alma viva.
Noche de sola fiesta de soledad y anhelo. Encontronazo dulce de tu tierra y mi cielo.

1964
I
Ya no es mágico el mundo. Te han dejado. Ya no compartirás la clara luna Ni los lentos jardines. Ya no hay una Luna que no sea espejo del pasado,
Cristal de soledad, sol de agonías. Adiós las mutuas manos y las sienes Que acercaba el amor. Hoy solo tienes La fiel memoria y los desiertos días.
Nadie pierde (repites vanamente) Sino lo que no tiene y no ha tenido Nunca, pero no basta ser valiente
Para aprender el arte del olvido. Un símbolo, una rosa, te desgarra y te puede matar una guitarra.
II
Ya no seré feliz. Tal vez no importa. Hay tantas otras cosas en el mundo; Un instante cualquiera es más profundo Y diverso que el mar. La vida es corta
Y aunque las horas son tan largas, una Oscura maravilla nos acecha, la muerte, ese otro mar, esa otra flecha Que nos libra del sol y de la luna
Y del amor. La dicha que me diste Y me quitaste debe ser borrada; Lo que era todo tiene que ser nada.
Sólo me queda el goce de estar triste, Esa vana costumbre que me inclina Al sur, a cierta puerta, a cierta esquina

DE QUE NADA SE SABE
La luna ignora que es tranquila y clara Y ni siquiera sabe que es la luna; La arena, que es la arena. No habrá una Cosa que sepa que su forma es rara.
Las piezas de marfil son tan ajenas Al abstracto ajedrez como la mano Que las rige. Quizá el destino humano De breves dichas y de largas penas
Es instrumento de otro. Lo ignoramos; Darle nombre de Dios no nos ayuda. Vanos también son el temor, la duda
Y la trunca plegaria que iniciamos. ¿Qué arco habrá arrojado esta saeta que soy? ¿Qué cumbre puede ser la meta?

EL INSTANTE
¿Dónde estarán los siglos, dónde el sueño de espadas que los tártaros soñaron, dónde los fuertes muros que allanaron, dónde el Árbol de Adán y el otro Leño?
El presente está solo. La memoria erige el tiempo. Sucesión y engaño es la rutina del reloj. El año no es menos vano que la vana historia.
Entre el alba y la noche hay un abismo de agonías, de luces, de cuidados; el rostro que se mira en los gastados
espejos de la noche no es el mismo. El hoy fugaz es tenue y es eterno; otro Cielo no esperes, ni otro Infierno.

AUSENCIA
Habré de levantar la vasta vida que aún ahora es tu espejo: cada mañana habré de reconstruirla. Desde que te alejaste, cuántos lugares se han tornado vanos y sin sentido, iguales a luces en el día. Tardes que fueron nicho de tu imagen, músicas en que siempre me aguardabas, palabras de aquel tiempo, yo tendré que quebrarlas con mis manos. ¿En qué hondonada esconderé mi alma para que no vea tu ausencia que como un sol terrible, sin ocaso, brilla definitiva y despiadada? Tu ausencia me rodea como la cuerda a la garganta, el mar al que se hunde.

CERCANÍAS
Los patios y su antigua certidumbre, los patios cimentados en la tierra y el cielo. Las ventanas con reja desde la cual la calle se vuelve familiar como una lámpara. Las alcobas profundas donde arde en quieta llama la caoba y el espejo de tenues resplandores es como un remanso en la sombra. Las encrucijadas oscuras que lancean cuatro infinitas distancias en arrabales de silencio. He nombrado los sitios donde se desparrama la ternura y estoy solo y conmigo.

DESPEDIDA
Entre mi amor y yo han de levantarse trescientas noches como trescientas paredes y el mar será una magia entre nosotros.
No habrá sino recuerdos. Oh tardes merecidas por la pena, noches esperanzadas de mirarte, campos de mi camino, firmamento que estoy viendo y perdiendo... Definitiva como un mármol entristecerá tu ausencia otras tardes.

EL AMENAZADO
Es el amor. Tendré que ocultarme o huir. Crecen los muros de su cárcel, como en un sueño atroz. La hermosa máscara ha cambiado, pero como siempre es la única. ¿De qué me servirán mis talismanes: el ejercicio de las letras, la vaga erudición, el aprendizaje de las palabras que usó el áspero Norte para cantar sus mares y sus espadas, la serena amistad, las galerías de la Biblioteca, las cosas comunes, los hábitos, el joven amor de mi madre, la sombra militar de los muertos, la noche intemporal, el sabor del sueño?
Estar contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo. Ya el cántaro se quiebra sobre la fuente, ya el hombre se levanta a la voz del ave, ya se han oscurecido los que miran por las ventanas, pero la sombra no ha traído la paz. Es, ya lo sé, el amor: la ansiedad y el alivio de oír tu voz, la espera y la memoria, el horror de vivir en lo sucesivo. Es el amor con sus mitologías, con sus pequeñas magias inútiles. Hay una esquina por la que no me atrevo a pasar. Ya los ejércitos me cercan las hordas. (Esta habitación es irreal, ella no la ha visto). El nombre de una mujer me delata. Me duele una mujer en todo el cuerpo.

SÁBADOS . Afuera hay un ocaso, alhaja oscura engastada en el tiempo, y una honda ciudad ciega de hombres que no te vieron. La tarde calla o canta. Alguien descrucifica los anhelos clavados en el piano. Siempre, la multitud de tu hermosura.
A despecho de tu desamor tu hermosura prodiga su milagro por el tiempo. Está en ti la ventura como la primavera en la hoja nueva. Ya casi no soy nadie, soy tan solo ese anhelo que se pierde en la tarde. En ti está la delicia como está la crueldad en las espadas. Agravando la reja esta noche en la sala severa se buscan como ciegos nuestras dos soledades. Sobrevive a la tarde la blancura gloriosa de tu carne. En nuestro amor hay una pena que se parece al alma.
Tú que ayer solo eras toda la hermosura eres también todo el amor, ahora.
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