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Capítulo de Colonialismo y escritura en América Latina. Lecciones de Literatura Latinoamericana. Carmen Perilli El Valle de México: Las “antigüedades” “Nos ataviamos,nos enriquecemos/con flores, con cantos:/ésas son las flores de la primavera:/ ¡con ellas nos adornamos aquí en la tierra/ Hasta ahora es feliz mi corazón/oigo ese canto, veo una flor:/¡que jamás se marchiten en la tierra¡ Nezahualcóyotl, Cantos. “Bajo el suelo de México verdean/ espesamente pútridas las aguas/ que lavaron la sangre conquistada../ Nuestra contradicción-agua y aceite-permanece a la orilla y aún divide,/ como un segundo dios, todas las cosas:/ lo que deseamos ser y lo que somos José Emilio Pacheco ”De El reposo del fuego” Se conjetura que la raza amerindia habría llegadoa América 30.000 años A. C. desde el Asia por el estrecho de Bering, poblando todo el continente. La configuración de las sociedades indígenas adquirió diversas formas desde Alaska hasta la Patagonia. Las culturas antiguas del Valle de México han sido mal comprendidas, debido a la homogeneización que la llegada del conquistador tendió sobre la diversidad-en muchos casos conflictiva- de pueblos que se encontraban bajo el dominio azteca. Una milenaria herencia de culturas unían y separaban a los habitantes de Mesoamérica. Podemos destacar dos tradiciones troncales: la tolteca, proveniente en línea recta de Teotihuacan, Tula y Culhuacan que sobresalió en el valle de México alrededor de 1200 D. C y la chichimeca, ligado a orígenes nómadas -verdaderos o alardeados-, a peregrinaciones, o, en pocas palabras, a la protohistoria, que conformó su destino imperial. Los mexicas atribuyen a la primera los beneficios culturales y la agricultura y a la segunda la mística guerrera. Podemos decir que, en el código maestro de la cultura azteca, tienen una gran fuerza las dos narraciones: la chichimeca bajo la figura imponente de Hutizilopochtli; la tolteca signada por el mito de Quetzalcóatl. Esta última fue favorecida por los discursos criollos ya que les permitía construir una genealogía a la presencia cristiana, legitimando su pertenencia al orbe católico. El imperio, era, en realidad, una confederación de pueblos. Tezcoco y Nezahualcóyotl eran el escudo de la toltequidad; y Tenochtitlan y Tlacaéletl los implacables ordenadores de la ferocidad ritual mexíca. Una de las grandes civilizaciones, los olmecas-considerados los primeros civilizadores-sólo han dejado unas enormes y enigmáticas cabezas de piedra y el relato de su misterio histórico. Igualmente en la variante maya del Petén, en la zapoteca de Monte Albán y después en la tolteca de Teotihuacan y de Tula. Leemos en el Códice Matritense: “En un cierto tiempo que ya nadie puede contar, / del que ya nadie puede ahora bien acordarse, / quienes aquí vinieron a sembrar / a los abuelos, a las abuelas, / éstos, se dice, / llegaron, vinieron, / siguieron el camino, / vinieron a barrerlo, / vinieron a terminarlo, / vinieron a gobernar aquí en esta tierra, / que con un sólo nombre era mencionada, / como si se hubiera hecho esto un mundo pequeño”. Teotihuacan fue el modelo de Tenochtitlan; entre sus notas distintivas está el uso de las graderías en la arquitectura. Su herencia más importante es la religiosa; representa el paso de la fase totémica a un politeísmo de base agraria así como la cristalización de las grandes las cosmogonías: los mitos de origen del hombre y la teogonía cuyo centro es Quetzlacóatl. A pesar de las destrucciones las pirámides han atravesado los siglos. La falta de inscripciones calendáricas y de signos astronómicos, en una cultura dominada por el cómputo de los días, los años, las épocas, añade un misterio suplementario. Teotihuacan remite a principios cardinales de la teología mesoamericana: el primero, el carácter ineludiblemente cíclico del universo y, el otro, el precio pagado por los dioses para asegurar la existencia del hombre. Quetzalcóatl vertió la sangre de su miembro viril para crear al hombre y los dioses se sacrificaron para que el Quinto Sol continuara su camino cósmico.Por lo tanto los los hombres den repetir el sacrificio divino para que la marcha del universo continúe y el sol no se detenga. Para comprender la significación de los sacrificios humanos, hay que tener en cuenta la religión, que infiltraba todos los aspectos de la vida. Todo acto creador tenía el antecedente del sacrificio generoso de la divinidad. Por ello sólo a través de la muerte de los hombres se renovaba la creación y se mantenía el movimiento. Durante cinco días al año el mundo estaba amenazado, era responsabilidad de los hombres conjurar ese riesgo. Además de escenario cósmico de la creación del Quinto Sol, Teotihuacan era el modelo mismo de la ciudad: su arquitectura, su organización social, sus artes, su piedad y, sobre todo, su poder legitimador. Cuentan los informantes al franciscano Bernardino de Sahagún: “En seguida se pusieron en movimiento, todos se pusieron en movimiento:los niñitos, los viejos, las mujercitas, las ancianas. Muy lentamente, muy despacio se fueron, vinieron a reunirse en Teotihuacan. Allí se dieron las órdenes, allí se estableció el señorío. Los que se hicieron señores fueron los sabios, los conocedores de las cosas ocultas, los poseedores de la tradición”.(Códice Matritense de la Real Academia) La ciudad reinó durante nueve siglos y su eclipse dejó un vacío que llenó Tollan. Tollan asumió el relevo de centro religioso, artístico y político. Su nombre se convirtió en sinónimo de de ciudad; sus habitantes-los toltecas- se transfromaron en sinónimo de artista creador. La toltecáyot, la toltequidad, era una virtud a adquirir: “Porque en verdad allí en Tollan estuvieron viviendo, / porque allí residieron, / muchas son las huellas que allí quedan de sus obras. / Dejaron lo que hasta hoy allí está, / lo que puede verse, / las columnas no concluidas en forma de serpiente, / con sus cabezas que descansan en el suelo, / y arriba su cola y sus cascabeles...;”En verdad muchos de los toltecas / eran pintores, escribanos de códices, escultores, / trabajaban la madera y la piedra, / construían casas y palacios, / eran artistas de la pluma, alfareros”....;”En verdad eran sabios los toltecas, / sus obras todas eran buenas, todas rectas, / todas bien planeadas, todas maravillosas...;”Los toltecas eran muy ricos, / eran felices, / nunca tienen pobreza ni tristeza...;Los toltecas eran experimentados, / acostumbraban dialogar con su propio corazón”.(Códice Matritense de la Real Academia) Si los mitos cosmogónicos se sitúan en Teotihuacan, la gesta de Quetzalcóatl tiene su desenlace en Tollan que duró tres siglos y terminó tan repentinamente como su antecesora. Su caída habría abarcado el espacio de dos generaciones -un período extremadamente breve en la historia- y dio lugar a una diáspora de extraordinaria amplitud que llegó hasta Guatemala. Dos siglos separan la caída de Tollan (1168) del inicio azteca (1428) queda prácticamente ocupada por la lucha y la afirmación de los distintos señoríos que se disputaban esa herencia. En el mundo mesoamericano, los toltecas eran investidura, garantía de participación en la cultura; gracias a su valor simbólico, valían como marcas genealógicas con connotaciones y aplicaciones prácticas evidentes. Junto a las fuentes aztecas que nos informan acerca del itinerario atormentado que llevó al pueblo elegido -por las vías alternas y. complementarias de las sumisiones, los matrimonios, las rebeliones disfrazadas y las guerras abiertas- a convertirse en la reencarnación legitima y actualizada de la Tollan mítica, existen otras fuentes, provenientes de Tezcoco, Chalco y Tlaxcala, que ponen en evidencia cómo esta preocupación primordial y fundadora fue compartida sucesivamente por todas las ciudades que aspiraban a la hegemonía de la región. A lo largo de una historia accidentada y contradictoria, lucha por la herencia material y simbólica, pueden comprenderse los mecanismos complejos no sólo de la afirmación azteca sino de su configuración ideológica. Si los toltecas eran sinónimo de cultura, origen y reconocimiento de poder, los aztecas se legitimaban recogiendo su linaje. La narración de la toltequidad estaba en el corazón del sistema imperial. La gesta de Quetzalcóatl tiene su desenlace en Tollan cuyo nombre se convierte en sinónimo de ciudad; Xochicalco, Cholollan, Chichen Itizá, Tenochtitlan y otras ciudades que aspiran a la sucesión central o periférica de la mítica Tula, juntarán el nombre de su ciudad a éste. Los reyes mexicas intentarán unirse siempre con princesas culhua: el dios tutelar azteca-. Huitzilopochtli- se había casado con la hija del rey de Culhuacan. En 1428 Tenochtitlan se convirtió en la nueva Tollan. Las antiguas ciudades renunciaron a su calendario cambiándolo por el calendario azteca, delegando así la gestión de la historia del mundo. La narración chichimeca presenta elementos opuestos y complementarios : las poblaciones que entraron al Valle de México después de la caída de Tollan no eran nómadas salvajes, sino poblaciones semicivilizadas que migraban con ritmo lento y absorbían las influencias de otras poblaciones con vaivén laborioso. El éxodo se atribuye cambios climaticos y condiciones hostiles. Tolteca y chichimeca han sido vistos cosmovisiones antitéticas y opciones excluyentes. Sin embargo, chichimeca está asociado a "lugar del joven", población nueva aún no iniciada, pero capaz de asumir los desafíos de la cultura. Las poblaciones que no lo eran se sentían orgullosos de sentirse llamados así, porque significaba haber soportado pruebas terribles. Si tolteca significa sabio, culto, artista; chichimeca, agresivo, guerrero, fuerte, resistente. A mediados del siglo XV no había una ciudad en el valle que, al pretender supremacía, no invocara ancestros tribales. La narración mexica intentaba conciliar su doble pretensión de tolteca y chichimeca con la historia de una larga peregrinación fundadora. Si la narración tolteca le confiere la legitimidad y la investidura de la historia y los conocimientos; la narración chichimeca le otorga seguridad en la fuerza y el heroísmo. El un largo periplo mexica desde Aztlan al centro del Valle, a lo largo de unos dos siglos está desplegado en La tira de la peregrinación desplegada- un largo amoxtli que precisa que emigraron ocho tribus. Los mexicas eran macehualtin sometidos a los tlatoques locales y su organización tiene características mesoamericanas. Huitzilopochtli era una divinidad embrionaria que se injerta en la leyenda de un héroe histórico;su calidad de dios tutelar se fijó definitivamente en Chapultepec. La expulsión de Chapultepec se evoca en los Anales de Cuauhtitlan;la Crónica Mexicáyotl la repite y la amplía enumerando las etnias que participaron en la contraofensiva, partiendo a Culhuacán donde fueron tratados como esclavos, como aliados molestos pero valiosos: “Y cuando el Águila vio a los mexicanos, se inclinó profundamente. / Y el Águila veía desde lejos. / Su nido y su asiento era todo él de cuantas finas plumas / hay: plumas de azulejos, plumas de aves rojas y plumas de quetzal, / Y vieron también allí cabezas de aves preciosas y patas de aves y huesos de aves finas tendidos por tierra. / Les habló el dios y así les dijo: / - ¡ Ah, mexicanos: aquí sí será! ¡ México es aquí! / Y aunque no veían quién les hablaba, se pusieron a llorar/ y decían: - ¡Felices nosotros, dichosos al fin: / hemos visto ya dónde ha de ser nuestra ciudad¡” (Crónica Meyicayotl) En una isla llamada Temazcatitlan Huitzilipochtli se apareció a un sacerdote suyo diciéndole que el corazón de su sobrino había sido sepultado bajo una piedra y que de él había nacido un maravilloso nopal. A la mañana siguiente los mexicas descubrieron la planta y, posada en ella, un águila que les hacía señales. En ese mismo lugar fundaron allí su ciudad Tenochtitlán (1345) Además de este mito de origen explican esta elección las favorables condiciones materiales y el excelente ecosistema. Los mexicas y su panteón se reconciliaron con las poblaciones locales y con Tláloc, dios de la lluvia. Durante su predominio la guerra florida y la noción del enemigo divinizado están en la base de los sacrificios humanos. La divinidad- Huitzilopochli, hijo de la diosa madre Coatlicue- fusiona los dos elementos: el migratorio y el sedentario, chichimeca y tolteca, sellada por alianzas matrimoniales. Los tenochcas introdujeron tres elementos: los sacrificios humanos como garantía de continuación de la vida en el universo; la consagración de los pipiltin como clase dirigente de Tenochtitlan en relación a los macehaultin- el pueblo no sólo mexica sino de otras etnias. La conciencia conquistadora mexica llegó a apelar a uno de los recursos centrales: la colonización de la memoria, a través de la quema de todas las historias y los documentos que tenían que ver con otros países y otras culturas lo que muestra la importancia dada a la manipulación de los conocimientos: “Se guardaba su historia, / pero entonces fue quemada: / cuando reinaba Izcóatl en México. / Se tomó una resolución. / Los señores mexicas dijeron: / no conviene que toda la gente / conozca las pinturas / los que están sujetos, el pueblo, / se echarán a perder / y andará torcida la tierra, / porque allí se guarda mucha mentira / y muchos en ellas / han sido divinizados... “(Códice Matritense) Las formaciones sociales se vinculan a la tenencia de la tierra y los privilegios asociados: utilización de ciertos productos; exención del tributo; acceso a las instituciones superiores así como a los altos puestos del Estado. Los pipiltin se encontraban en la cima de la escala social porque la estructura y la dinámica del cosmos les atribuían tareas relacionadas con la continuidad del cosmos: vigilar, regular, “alimentar" e interpretar eran sus tareas exclusivas, debido a su naturaleza específica- biológica e histórica – y al reconocimiento social de una adecuación perfecta entre las necesidades del universo y sus conocimientos en la guerra, el ritual, la economía, la educación, etc. El concepto de espacio mexica ofrecería claras diferencias con el occidental. Un principio fundamental, compartido era el carácter geométrico del universo, dividido por una separación horizontal -la tierra-, lugar de encuentro y de conflicto entre las trece etapas celestes y las nueve etapas del mundo inferior. Cada etapa estaba habitada por dioses diferentes, frecuentemente representados como parejas, a imagen de la concepción cósmica dual original. El mundo inferior femenino era concebido como un mundo de riquezas potenciales, asiento del agua, de los metales, de las raíces y semillero de la vida vegetal, pero también como un mundo incierto- a veces cruel y avaro de sus tesoros- vigilado por "propietarios" que podían dispensar a la vez la vida y la muerte, la lluvia benéfica y las enfermedades. Esta miríada de divinidades menores culminaba en los cuatro tlaloque que habitaban en los cuatro extremos del universo, de donde enviaban vientos y aguas fecundadores o mortales. La organización social, económica y religiosa de las poblaciones nahuas se basa en los calpulli- cuyo origen se pierde- que se arman sobre lazos de parentescos y son dirigidos por miembros de cierto linaje. Los jefes tenían prerrogativas militares, religiosas y civiles. Cada calpulli social tenía su especialización en Tenochtitlan. Los macehualtin habían aceptado un papel subalterno fijado por adelantado con posibilidades de movilidad. Hay largas listas de artes y oficios del mundo prehispánico que aceptan interpretaciones varias de la palabra sabio sin embargo, en ninguna otra parte aparece como tal la ''corporación'' de sabios, y ese término parece haberse utilizado más bien en el sentido abstracto que hemos mencionado y no como la designación de un grupo estructurado que tenía un lugar y una función dentro de la sociedad azteca. La escritura no tiene en absoluto una función simplemente descriptiva externa a la realidad; sino una función interpretativa y fundamental. Tenían también una noción muy particular de la palabra y especialmente de la palabra escrita. “El sabio: una luz, una tea, una gruesa tea que no ahuma, un espejo horadado por ambos lados, suya es la tinta negra y roja, de él son los códices, él mismo es escritura, y sabiduría, es camino, es guía veraz, para otros, conduce a las personas, a las cosas, es guía en los negocios humanos”...(Códice Matritense) La posesión de la sabiduría equivale a la posesión de las leyes de los hombre y el universo. Su práctica sólo está permitida en campos esenciales, los de la inscripción esotérica de la realidad evidente y oculta de las cosas- espejo horadado por ambos lados al cual horadan y comunican los secretos. Fray Toribio de Motolinía afirma que” había cinco tipos de libros: el primero hablaba de los años y de las épocas, el segundo de los días y de las fiestas que celebraban durante todo el año, el tercero de los sueños, los augurios y los sortilegios en los que creían, el cuarto se refería al bautizo y a los nombres que daban a los niños, el quinto a los ritos, las ceremonias y los augurios que practicaban” Los nahuas tenían sistemas de notación desarrollados que mezclaban jeroglíficos, ideogramas y un principio de escritura fonética. Los documentos redactados con la ayuda de esos sistemas connotativos eran los que se referían a las materias, orientaciones y rituales específicos del universo náhuatl. Las historias religiosas, las cronologías, las genealogías, las reparticiones de tierras, los códices que tenemos y de cuya existencia y contenidos nos han comunicado las fuentes, tratan los temas señalados por Motolinía. Conformaban las materias de aprendizaje obligatorio para los alumnos del calmécac que, según las reglas ” eran bien enseñados los cantos, los que se dicen divinos. Leían los libros y era bien enseñada la cuenta de los destinos, el texto de los sueños y el texto de los años”. Bernardino de Sahagún es muy meticuloso en su consignación de los textos nahuas referidos: ”Les enseñaban todos los versos de cantos para cantar, que se llamaban divinos cantos, los cuales versos estaban escritos en sus libros por caracteres, y más les enseñaban la astrología Indiana, y las interpretaciones de los sueños, la cuenta de los años...” . En el momento de ofrecer sus hijos al calmécac, una de las recomendaciones de los padres era :”Toma cargo de la tinta negra y roja, del color de los libros, de las pinturas. Colócate en la cercanía, en la proximidad de los prudentes y del sabio”. Fernando de Alva Ixtlilxochitl señala que la gente autorizada tenía sus propios escriba ( tlacuilo) distinguiéndolos de los filósofos y sabios (tlamatini): “unos que trataban de los anales poniendo por su orden las cosas que acaecían en cada año, con día , mes y hora. Otros tenían a su cargo las genealogías y descendencias de los reyes y señores y personas de linaje, asentando por cuenta y razón de los que nacían y borraban los que morían, con la misma cuenta. Unos tenían cuidado de las pinturas de los términos, límites y mojoneras de las ciudades, provincias, pueblos y lugares, y de las suertes y repartimientos de las tierras, cuyas eran y a quiénes pertenecían. Otros, de los libros de las leyes, ritos y ceremonias que su usaban en su infidelidad y los sacerdotes , de los tiempos, de sus idolatrías y modo de su doctrina idolátrica y de las fiestas de sus falsos dioses y calendarios. Y finalmente, los filósofos y sabios que tenían entre ellos, estaba a su cargo el pintar todas las ciencias que sabían y alcanzaban y ,y enseñar de memoria todos los cantos que observaban en sus ciencias e historias;todo lo cual mudó el tiempo con la caída de los reyes y señores, y los trabajos y persecuciones de sus descendientes y la calmidad de sus súbditos y vasallos” Los españoles traladan el concepto de amoxtli al de libro símbolo de la letra en el mundo occidental que lo consideraba el único vehículo de los signos. Leer la letra, dice Mignolo- se transforma cada vez más en leer el mundo. Los libros impresos van a reemplazar poco a poco los textos de tlacuilos y tlamatini, constibuyendo a la colonización del lenguaje que es paralela a la colonización de la memoria. Aunque durante un largo tiempo se continúe apelando a los sistemas de notación de modo paralelo. Los códices eran traducción del los mecanismos pasados, presentes y futuros del universo, tanto en el macrocosmos como en el microcosmos. Empleados para explicar el universo, la ciudad,el calpulli y el hogar. Forman parte de los medios utilizados para consolidar la vida comunitariay, por consiguiente, de los aprendizajes rituales obligatorios de las clases superiores. La palabra tenía un pasado, una historia que necesariamente coincidía con la de la ciudad, de la que era rastro visible, legitimador y paradigmático. Su misión era registrar el pasado y modelar el presente para preparar el futuro de acuerdo con el designio de los dioses. Ese viaje, ese desplazamiento de la palabra, repite el itinerario de la tribu; las palabras son su memoria, su comentario y su metáfora. Se atribuye la invención de la escritura a Quetzalcóatl. Su conservación e interpretación permiten proyectar un futuro en común y fundar una identidad. La ausencia o la privación de la pintura negra y roja de los códices, significa no sólo la pérdida de un medio de comunicación sino el hundimiento mismo de la ciudad. Porque sin memoria ni pasado no hay posibilidad de reconocimiento. Se desestabiliza la posición cosmológica y social del individuo y del grupo, se pierden las coordenadas de sus equilibrios y de las amenazas que acechan a la comunidad. Este despojo de sentido corta la trama misteriosa de sus lazos-positivos y negativas- con las fuerzas que y rigen el universo. Los aztecas habían clasificado los distintos tipos de lenguaje en tecpictállotl- lenguaje superior, codificado, palabra patrimonio de los especialistas y macehuallátotl - la lengua de comunicación corriente.Había una clara distinción entre el uso retórico y el uso literal. Los códices, propiedad de los sabios, contenian las claves de la vida de los macehuales. “cómo se establecerán los macehuales (el pueblo)? / Porque se ha ido, porque se han llevado / la tinta negra y roja (los códices). / ¿Cómo existirán los macehuales? / ¿Cómo permanecerá la tierra, la ciudad? / ¿Cómo habrá estabilidad? / ¿Qué es lo que va a gobernamos? / ¿Qué es lo que nos guiará? / ¿Qué es lo que nos mostrará el camino? / ¿Cuál será nuestra norma? / ¿Cuál será nuestra medida? / ¿Cuál será el dechado? / ¿De dónde habrá que partir? / ¿Qué podrá llegar a ser la tea y la luz? / Entonces inventaron la cuenta de los destinos, / los anales y la cuenta de los años, / el libro de los sueños, / lo ordenaron como se ha guardado / y como se ha seguido / el tiempo que duró / el señorío de los toltecas, / el señorío de los tepanecas, / el señorío de los mexicas / y todos los señoríos chichimecas...” La constatación de prácticas discursivas orales que se destacaban del común empleo de la lengua en interacciones cotidianas; distinguiéndose sus ejecutantes, supone una teoría de la función de la palabra en la organización social . Hacia 1564 Sahagún habría encontrado ciertos "papeles y memorias" escritos "en lengua mexicana bien congrua y limada; probablemente a modo de apuntes y borradores", en los cuales papeles estaban los coloquios entre los frailes franciscanos y los señores principales.- conmunmente conocidos como “coloquio de los doce sabios” . El capítulo seis contiene la primera respuesta de los señores principales en el cual se lamentan no ser "hábiles en el decir" y la muerte de los que lo fueron: “De lo que agora tenemos pena es que los sabios y prudentes y diestros en el hablar según nuestra manera, que tuvieron cargo del principado, son ya muertos; los quales si vieran oydo de vuestras bocas lo que nosotros emos oydo, oyérades de su boca salutación y respuesta muy agradable; pero nosotros que somos baxos y de poco saber, qué podemos decir, que aunque es verdad que tenemos cargo del reyno y república no tenemos su saber ni prudencia y no nos parece cosa justa que las costumbres y ritos que nuestros antepasados nos dejaron, tuvieron por buenas y guardaron, nosotros con liviandad las desamparemos y destruyamos”. El texto náhuatl alude a los gobernantes (tlatoque) desaparecidos y se dice que si ellos estuvieran en vida ellos hubieran respondido "a vuestro aliento, a vuestra palabra" -in amjhiyotzin inamotlatolzin. Sahagún vierte esta idea al castellano refiriéndose a aquellos "diestros en el habla según nuestra manera". En la narración que podemos reconstruir a través del diálogo, los principales regresan al día siguiente, acompañados de los totlamaceuhcahuan-los que cuidan de cumplir con la tlamacehualiztli, el "merecimiento" necesario para propiciar a los dioses-. La respuesta de estos últimos acentúa su sorpresa por las aseveraciones de los doce frailes en las cuales se les comunicaba la falsedad de los cultos que ellos, los aztecas, practicaban. “Aveisnos dicho que no conocemos a áquel por quien tenemos ser y vida y que es Señor del cielo y de la tierra. Ansi mismo dezis que los que adoramos no son dioses. Esta manera de hablar ácenos muy nueva y esnos muy escandalosa; espántados de tal dezir como éste, porque los padres antepasados que nos engendraron y regieron no nos dixeron tal cosa más antes ellos nos dexaron esta costumbre que tenemos de adorar nuestros dioses, y ellos los creyeron y adoraron todo el tiempo que bivieron sobre la tierra; ellos nos enseñaron de la manera que los habíamos de honrar; y todas las cerimonias y sacrificios que hacemos ellos nos los enseñaron; dexáronos dicho que mediante éstos bivimos y somos y que éstos nos merecieron para que fuésemos suyos y los serviésemos en innumerables siglos antes que el sol comencase a resplandecer ni aver dia; ellos nos dixeron que estos dioses que adoramos nos dan todas las cosas necesarias a nuestra vida corporal: el maiz, los frijoles, la chia, etc. “ Con estas razones, los totlamaceuhacahuan se niegan a abandonar y destruir ellos mismos las leyes y costumbres que "dexaron los primeros pobladores desta tierra" -porque se han criado en ella- y porque "a esto estamos habituados y los tenemos impresos en nuestros corazones". En resumen, los "sacerdotes" aztecas toman una decisión basados en el reconocimiento de una identidad y una tradición . En el texto náhuatl, los gobernantes aztecas presentan los "sacerdotes" como "sabios de la palabra" -que se distinguen de aquellos antepasados desaparecidos que Sahagún identifica con la expresión "los sabios y prudentes y diestros en el habla según nuestra manera". Los primeros son los tlamatinime; los segundos, los quimatia tlatolli. Ahora bien, si los principales aztecas se autorepresentan como inferiores a los "sabios de la palabra" y "hábiles en el decir", Mignolo concluye la existencia deprincipios de clasificación discursiva y de distinción de los roles sociales basados en la posición del sujeto en el dominio del discurso. Los unos-“sabios de la palabra”- mantienen el diálogo con los dioses, interpretan los signos del cielo y miran las pinturas; los otros- “hábiles en el decir”- mantienen y transmiten la palabra antigua que regula las formas de gobierno y de conducta social. Los doce frailes- ante la resistencia a abandonar creencias y costumbres- dan razones insostenibles para probar el error azteca. El primer argumento es la prioridad de las creencias de los frailes frente a lo que podría parecer igualmente aceptable. El hecho de que los españoles no conocían y no adoraban los mismos dioses que los mexicanos es razón suficiente para asegurar que los segundos estaban en el error. Convalida su razonamiento la ausencia de escritura. “La razón que hay para que vosotros no queréis dexar a vuestros dioses, sino todavía queréis perseverar en su culto y adoración, no es otra sino no haber oydo las palabras y docrina de Dios y que no tenéis ninguna escritura suya.” La metáfora de la Escritura de Dios es demasiado familiar; no así la institución y las creencias que respaldan a los interlocutores en esta situación. En un sentido los hablantes son miembros de una cultura letrada y los escuchas de una sociedad oral. En el otro sentido, la situación es inversa. La construcción de la imagen del otrodepende de la posición en la situación discursiva. Los mexicanos no podían entender que la "escritura sagrada ni el concepto de verdad que se desprende de la palabra escrita. No estaban acostumbrados a leer la letra, sino a mirar, a contar, a desplegar, a pintar. Entre los letrados -que sacralizan la escritura- y los sabios de la palabra – que se mueven en el universo de la voz-no hay diálogo posible, sólo una perversa traducción en la que interviene la intención de someter al otro. Los discursos orales que se escriben con signos alfabéticos describen las pinturas; y éstas, a su vez, representan los discursos. Ejemplo claro de las intersecciones de las cuales la letra es el punto de encuentro: la oralidad, la escritura alfabética y la pintura de las situaciones en las que se producen la transmisión y el intercambio de signos. Mientras que la composición del corpus se limite a los textos escritos en castellano, se tenderá a aceptar el punto de vista del colonizador y la mirada de Europa sobre sus "otros". Para un letrado europeo del siglo XVI, la práctica lingüística consiste en la cuidada organización del discurso se designaba con el nombre de "oratoria" y con el nombre de "retórica" la reflexión sobre esta práctica. Es posible comprender ahora que si bien los mexicanos "naturalmente" pronunciaban complejos discursos así como reflexionaban y trasmitían los frutos de esa reflexión a las futuras generaciones, carecían de retórica ( Walter Mignolo). En las construcciones discursivas indígenas, lo comunitario predomina sobre lo individual. Salvo excepciones-los poetas príncipes de Tezcoco entre los que se destaca Nezahualcoyotl- no se conocen nombres de autores. En una cultura de la voz, los elementos mnemotécnicos son fundamentales; la intención de conservación imprime una fuerte marca; el lenguaje tiene una carga ritual con un predominio de la repetición. El uso de la escritura modificó la manera de fijar el pasado. En unas pocas décadas las elites indígenas no solamente deben aceptar la escritura sino asociarla a las formas tradicionales de expresión basadas en la imagen y el sonido. Sufren un vaciamiento de categorías con lo que varía la percepción de lo real y se alteran las construcciones identitarias. El nombre exterior era el principio de no reconocimiento y la palabra que formaba parte de la subyugación. Escuchar el amargo y desesperado texto poético de los sacerdotes nahuas es como escuchar detrás de aquel silencio fundacional una voz postrera que recuerda en un solo gesto la comunidad de una memoria que está siendo demonizada y destruida. Cuando León Portilla se refiere a la concepción de la vida "como una especie de sueño", propia de los sabios nahuas, y sitúa ese pesimismo metafísico en la proximidad de la experiencia histórica de cataclismo terribles como el de la conquista tal vez esté pensando en una constelación semejante, en la que el lenguaje secuestrado y la comunidad destruida, encierran al mismo tiempo al individuo en la irrealidad de una palabra y de una identidad tanto más ficticia cuando más impositivamente se instauran. “Vosotros dijisteis / que nosotros no conocíamos / al Dueño del Cerca y el Junto / a qué de quien son el cielo y la tierra / habéis dicho / que no son verdaderos los dioses nuestros".... “Nueva palabra es esta, / la que habláis / y por ella estamos perturbados,por ella estamos espantados. / Porque nuestros progenitores, / los que vinieron a ser, a vivir en la tierra, / no hablaban así, / En verdad ellos nos dieron / su norma de vida... / Y decían nuestros ancestros, / que ellos, los dioses nos dan / nuestro sustento, nuestro alimento, / cuanto se bebe se come / lo que es nuestra carne, el maíz, el frijol, / los bledos, la chía, / Ellos son a quienes pedimos / el agua, la lluvia. / por las que se producen las cosas en la tierra”. La nueva palabra clausura la memoria y sume a la comunidad en la perturbación y el espanto de una autorrepresentación estigmatizad. Nombra las cosas de nuevo y las torna irreconocibles; transformando, en forma radical, la relación de la comunidad con el cosmos y su significado. Bajo los signos de la espada y el bautismo comenzaba una nueva cosmogonía. Los traductores-Olmos, Motolinía, Sahagún, Durán- no siempre encuentran el equivalente, por el secreto que rodea a ciertas formas de lenguaje, por la imposibilidad de imaginar y de solicitar explicaciones sobre asuntos y nociones ignoradas. En los informantes indígenas de Sahagún hay una gran pasión por la escritura; la mayoría toltecas que buscan salvar en la escritura la memoria de la comunidad, expresando su voluntad de r sobrevivir apropiándose en la escritura. Amos Segala señala que los indígenas hablan debido a la curiosidad, al método y a la perseverancia de los españoles. El náhuatl se caracteriza por una serie de posibilidades lingüísticas de las que nuestras lenguas están alejadas. Son incapaces de restituir la economía y la densidad semántica del náhuatl: por ejemplo la relación entre la palabra, la música, el tambor y el sonido. La palabra es la palabra del rito, mantiene o restablece el gran orden e indica las vías secretas o manifiestas del equilibrio personal y colectivo; el acto de hablar o de escribir es un acto fundador, la palabra equivale a creación. La frase "la cara, el corazón", simbolizan siempre lo que hoy llamaríamos fisonomía moral y principio dinámico del ser humano. Este es un principio clave en la aparición de su concepto de educación: el supremo ideal del hombre maduro es el "dueño de un rostro y de un corazón".”El hombre maduro: / corazón firme como la piedra, / corazón resistente como un tronco de árbol; / rostro sabio, / dueño de un rostro y un corazón, / hábil y comprensivo” (Códice Matritense) De no poseer un rostro y un corazón, tendría entonces que ocultar "su corazón amortajado", y cubrir con una máscara su falta de rostro. Entre los diversos atributos del temachtlani o maestro náhuatl podemos distinguir dos clases: aquellos que se refieren a "hacer que los educandos tomen un rostro, lo desarrollen, lo conozcan y lo hagan sabio" y, por el otro, los que los muestran "humanizando el querer de la gente" y "haciendo fuerte los corazones”. Cinco atributos del maestro que aparecen en los huehuetlatolli: “que a los otros una cara hace tomar" / "que a los rostros de los otros da sabiduría" / "que a los otros un espejo pone delante" / "gracias a él se humaniza el saber de la gente" / "hace fuerte los corazones”. La acción de dar sabiduría a los rostros ajenos se completaba con lo que constituía la enseñanza intelectual. “Se les enseñaba cuidadosamente / los cantares, / los que llamaban cantos divinos; / se valían para esto de las pinturas de los códices. / Les enseñaban también la cuenta de los días, / el libro de los sueños / y el libro de los años (los anales)” (Códice Florentino) Los indígenas aprendían el manejo del tonalpohualli o "cuenta de los días", la interpretación de los sueños y los mitos, así como los anales históricos, en los que se contenían, indicándose con precisión la fecha, la relación de los hechos pasados de mayor importancia. Se incluían tres tipos de signos bajo el nombre de glifos, pictogramas e ideogramas. Los pictogramas eran representaciones estilizadas de objetos y de acciones: animales, plantas, aves, edificios, montañas, escenas de danza, de procesión, de sacrificio, de guerra, de dioses y sacerdotes. Eran palabras denotativas simples.Los ideogramas evocan cualidades, atributos, conceptos vinculados al objeto figurado: un ojo significa la vista; las huellas de pasos designan el viaje, la danza, un desplazamiento en el espacio; la diadema del noble señala al jefe, los escudos y las flechas expresan la guerra. Los glifos se organizan según criterios que desconocemos de compaginación, orientación, nexos. La pintura y la lectura del color agregan el significado de las modulaciones cromáticas. Los nexos gráficos y la distribución de los signos en las hojas de amatl, son elementos constitutivos del sentido de la "pintura" y, de manera más simple, y más sencilla del sentido de la lectura. El color que llena los espacios delineados por la línea gruesa y regular, trazada por el tlacuilo, pintor o escriba, agrega al significado sus modulaciones cromáticas-aún cuando no se haya visto sino un signo decorativo que lleva a los conquistadores a designar glifos como “pinturas". El papel - el amatl - procedía de largas tiras de corteza del árbol del papel se preparaba con la piedra de pulir. Los aztecas no sólo eran amantes de los libros sino comerciantes del papel. El libro era el amoxtli, doblado como acordeón. Los manuscritos eran guardados en “la casa de los libros", biblioteca adjunta al calmecac o al templo. La expresión pictógrafica condensa, en un mismo espacio, planos que la mirada occidental trata de distinguir para analizar, pero que probablemente no serán pertinentes para el lector indígena. Antes que nada porque, en forma de ideograma, la combinación de significados permite a los indígenas expresar conceptos de una extrema complejidad y evocar las nociones más abstractas y las construcciones más imaginarias. Así ocurre con la alianza de los pictogramas del agua y del fuego que designa la noción nahua de la guerra florida. Las pinturas son imágenes que competen tanto a la percepción como a lo conceptual, dimensión difícil de verbalizar y, por lo tanto, de transcribir. Los glifos se "leían" señalándolos con una varita que puede haber guiado el desciframiento de las pinturas, aportando aclaraciones, complementos de la información, incluidos lo uno y lo otro a la vez. Instruido en los calmecac, el lector indígena solía afirmar: "yo soy cual florido papagayo, hago hablar los códices en el interior de la casa de las pinturas". Hacer hablar quiere decir lo que fue asentado en el papel y pintado, tomar de fuentes escrupulosamente memorizados los elementos de una verbalización que derivaba de la interpretación y de la explicación, en una forma uniformizada de un discurso paralelo y complementario. El sacerdote encargado de transmitir los huehuetlatolli velaba porque se les reprodujera con exactitud -el que conserva-. Otro se dedicaba a examinar los acentos recién compuesto. Con esto vemos cómo este otro tipo de sociedad "sin escritura" conoce tanto la copia fiel como la censura. Sólo una minoría podía conciliar saber, técnicas, y complejos imperativos: los nobles que asistían a los calmecac y que aveces se entregaban al servicio de los dioses sin que deba establecerse divisiones muy fuertes entre sacerdotes y laicos y los tlacuilo que pintaban los glifos. “Los que tienen en su poder la tinta roja y negra y lo pintado, ellos nos llevan, nos guían el camino". Se sabe que los maestros de la palabra pedían a sus discípulos que prepararan cantares y composiciones, que, corregidos, serían recitados en público. Los estudiantes se adiestraban en el arte del bien decir; el ideal del narrador y del poeta, en forma plástica, les había sido presentado por sus maestros, al estudiar la figura del buen y del mal orador:El narrador:/ donairoso, dice las cosas con gracia / artista del labio y la boca./ El buen narrador: / de palabras gustosas, de palabras alegres, / flores tiene en sus labios./ En su discurso las consejas abundan,/ de palabra correcta, brotan flores de su boca,/ su discurso: gustoso y alegre como las flores;/ de él es el lenguaje noble y la expresión cuidadosa./ El mal narrador:/ lenguaje descompuesto,/ atropella las palabras,/ labio comido, mal hablado./ Narra cosas sin tino, las describe, /dice palabras vanas,/ no tiene vergüenza. (Códice Matritense) Los cuicátl son los cantos cantos de guerra, de amor , de amistad, himnos dedicados a los dioses, poemas de especulación metafísica. El texto se distribuye en en conjuntos de palabras y, a veces, en verdaderos párrafos señalados en los manuscritos con ayuda de cientos de marcadores propios. Estos conjuntos en unidades de expresión o versos, separados en los manuscritos por un punto y aparte, por un signo diacrítico que indica un nuevo párrafo o una barra que agrupa todas las líneas que siguen después del último punto. Los versos rara vez son de una sola línea. Todos los instrumentos- el huehuetl, así como las conchas, las sonajas hechas de hueso, y los carapachos de tortuga. -tenían connotaciones religiosas específicas para los ritmos relacionados. El huehuetl y el lugar donde se coloca se transforman en el paraíso , el campo de batalla o la reunión misma de los reyes y héroes acompañados por el cuicatl. Es difícil comprender dónde empiezan y dónde terminan los cuicatl. Resulta indispensable tomar en cuenta la totalidad para medir la secuencia real y completa del discurso, no someter los textos a mutilaciones arbitrarias. Las composiciones son recortadas y "talladas" de acuerdo a una retórica que no tiene nada que ver con sus realidades textuales. Entre sus elementos estilísticos característicos encontramos : paralelismos, difrasismos, y metáforas. Sus características formales- la repetición de frases, versos, o estrofas y epítetos- son constantes para facilitar la memorización de los cantos y fijar la atención del auditorio. Ángel Garibay mostró la pluralidad semántica que presentaba una expresión tan sencilla como "flores de escudo". Se trata de girasoles, con el centro negro rodeado de grandes pétalos amarillos: es una epifanía del sol. Es la borla del escudo de los guerreros, sobre todo la de Huitzilopochtli. La flor adquiere una connotación que relacionada con la guerra florida. Es la flor que adquieren los guerreros gracias al trabajo del escudo, a saber, el prisionero será la flor, la ofrenda frente al altar. El arte indígena- en particular las pinturas de los códices y los relieves escultóricos- prueban una capacidad de abstracción simbólica mediante la cual volúmenes, formas, colores figuras y posiciones implican siempre la representación condensada y entrelazada de atributos y/o acciones de un concepto mítico, en la poesía náhuatl opera el mismo concepto mental. La fluidez de las expresiones verbales permite el juego más libre de un lenguaje metafórico y alegórico. José Luis Martínez hace un repertorio de metáforas y epítetos empleados por Nezahualcóyotl. Lo primero que llama la atención del inventario es que sus imágenes proceden en su mayor parte del mundo natural: águilas y tigres, pájaros y plumajes, flores y plantas, oro y jades, fuego y agua; y ,en menor grado, aluden a creaciones del hombre: arreos guerreros e instrumentos musicales. Las imágenes se entremezclan con los mitos cosmogónicos nahuas:Los cuicátl podrían agruparse en varias secciones: por una parte la relacionada con la divinidad y el más allá; que se refieren al sol Huitzilopchtli, a la guerra y a los sacrificios rituales con sus atroz cortejo de guerreros sacrificados, corazones sangrientos transformados en significaciones míticas; y, por la otra, las imágenes relativas a la poesía y a los cantos, como flores y fiestas de la amistad y la belleza. En la visión del mundo nahua perceptible en las metáforas no es posible separar el mundo natural, cultural y religioso porque sólo existe, dominante y total, la visión mítica-signos y metáforas del mundo visible e indivisible que sustituyen, el referente. En aquel mundo indígena con un presente angustioso y un más allá lleno de incertidumbres, los poetas afirmaron la realidad de la belleza, de flores y cantos, como camino del conocimiento verdadero y fuente de alegría y amistad entre los hombres. Algunos de ellos, además, lograron esbozar una experiencia de supervivencia por la fama de sus cantos. Los cantos pueden agruparse en distintos géneros: Teocuicátl o "canto divino". Himnos sagrados transmitidos por tradiciones muy antiguas, parte de la liturgia azteca, con un ritual sumamente complejo. Por ej. "Himno a Huitzilopchtli". Melahuacuicátl o canto franco , saga u oda nacional utilizada para temas que interesan a la vida de los pueblos, relacionada con la epopeya mitológica. Por ejemplo: "Los cuatro soles"; "La creación del mundo y el sacrificio de los dioses en Teotihuacan", "La larga marcha de los aztecas", "La gesta de Quetzalcóat". Yaocuícatl o canto de guerra y el cuauhcuicátl o canto de águila, cantos de exaltación de la guerra. Cuecuechcuícatl" canto desvergonzado, impúdico" o "canto cosquilloso", poesía erótica o burlesca. . Xaocuícatl, "canto de flores o "canto de alegría .es el poema lírico por excelencia “Felicidad del poeta” “Poesía, flor que embriaga". Icnocuícatl o canto del huérfano,o canto del desgraciado. "Carpe diem”; “La flor y el canto, certeza de eternidad”. Acá pueden ubicarse los cantos de angustia de la conquista. Los tlatolli tienen gran variedad de disfrasismos: y también una gran concentración de predicados verbales en relación con un mismo sujeto. Estos predicados a veces estructuran una secuencia temporal pero otras se limitan a reforzar la acción del sujeto. Hay razones para pensar que el narrador del tlatolli haya tenido más libertad con la palabra, pero otras nos lleva a la regulación de las palabras sobre cosas antiguas. El poeta estaba bajo la jurisdición del estado y por lo tanto respondía a sus directivas. Las teotlatolli- "palabras divinas"- relatan los hechos de los dioses, los orígenes del mundo y del hombre. Cosmogonías y mitos de origen con una función sagrada, que poseen gran densidad semántica y belleza retórica. Como la saga del dios Quetzalcóatl. Algunos subgéneros son: Los itolaca- agrupan lo que se dice de algo o de alguien; los Iuhamatl –anales o papeles de los años que se refieren a la historia y a la cronología. Los más importantes, exclusivamente pictográficos y glíficos- La tira de la peregrinación, El códice en cruz, Los tres mapas de Cuahtichan- reservan la mayor parte del espacio al texto náhuatl y la ilustración pictográfica resulta secundaria en relación con la explicación alfabética;a los huehuetlatolli "o pláticas de los ancianos" nos referiremos en el próximo apartado. El poeta se movía en tres espacios: los templos, los palacios, las escuelas, Su misión era recordar los misterios religiosos, los hechos superiores de los grandes héroes, de acuerdo al proyecto político de la clase dirigente. Junto con loa adivinos asegura la cohesión y la mística del Estado. La poesía no presenta la expresión de un pueblo seguro de sí mismo, elegido de los dioses, que da muestras de su poder y de su belleza. De modo constante y con tono lastimero- pone en duda todo. La fisura es la marca de una sociedad obsesionada por la arbitrariedad de los dioses y el destino de la muerte como nada. El canto es el único alivio de la desesperación. |