Discursos sobre los






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Yoga:
La Ciencia del Alma,

Vol. 2

Discursos sobre los Yoga Sutras de Patanjali,

recopilados en diez volúmenes. Bombay, India

OSHO
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MA GYAN DARSHANA
osho_library@gruposyahoo.com

Índice
Págs.
11 Discurso 11° El Significado de Samadhi

45 Discurso 12° Superando la Atracción del Ego por lo Difícil

73 Discurso 13° Lográndolo mediante el Esfuerzo Total o la

Entrega

97 Discurso 14° Descubriendo la Flor Siempre Presente

121 Discurso 15° El Maestro de Maestros

145 Discurso 16° Yo Soy el Comienzo de un Nuevo Camino

  1. Discurso 17° Los Obstáculos Hacia la Meditación

199 Discurso 18° Desde el Caos Hacia el Cosmos con el AUM

225 Discurso 19° Cultivando las Actitudes Correctas

255 Discurso 20° El Alfa y el Omega

Capítulo 1




El Significado de Samadhi



XVII



Samprajnata samadhi es el samadhi que va acompañado de razonamiento, reflexión, felicidad y un sentimiento de puro ser.

XVIII



En el asamprajnata samadhi cesa toda actividad mental y la mente solamente retiene las impresiones inmanifestadas.

XIX



Los videhas y prakriti-layas alcanzan el asamprajnata samadhi porque dejaron de identificarse con sus cuerpos en vidas precedentes. Renacen porque las semillas del deseo permanecieron.

XX



Otros que alcanzan el asamprajnata samadhi lo alcanzan mediante el esfuerzo, el recogimiento, la concentración y la discriminación.

Patanjali es el más gran científico de lo interior. Su enfoque es el de una mente científica; no es un poeta. Y esto es algo muy extraño porque casi todos aquellos que penetran en el mun­do de lo interior son casi siempre poetas; aquellos que penetran en el mundo exterior son casi siempre científicos.

Patanjali es una flor poco común. Posee una mente científica pero su viaje es hacia el interior. Por eso se convirtió en la primera y la última palabra: él es el alfa y el omega. Durante cinco mil años nadie ha podido mejorarlo. Parece que nadie podrá mejorarlo. Seguirá siendo la última palabra porque esa misma combinación es algo imposible. Tener una actitud científica y penetrar en lo inte­rior es casi una posibilidad imposible. El habla como un matemáti­co, como un lógico. Habla como un Aristóteles y es un Heráclito.

Trata de comprender todas y cada una de sus palabras. Será difícil; será difícil porque emplea los términos de la lógica, del razonar, pero apunta hacia el amor, hacia el éxtasis, hacia Dios. Su terminología es la del hombre que trabaja en un laboratorio científico, pero su laboratorio es el del ser interior. Que no te confunda pues su terminología y retén contigo el sentimiento de que él es un matemático de la suprema poesía. El es una paradoja, pero nunca utiliza un lenguaje paradójico. No puede. El perma­nece fiel a un trasfondo absolutamente lógico. Analiza, diseccio­na, pero su meta es la síntesis. Analiza tan sólo para sintetizar.

Recuerda siempre pues que el objetivo es alcanzar lo Supremo a través de un enfoque científico; que no te confunda el camino. Por eso Patanjali ha causado una profunda impresión en la mente occidental. Patanjali siempre ha sido un factor influyente. Allí donde su nombre ha llegado, se ha convertido en una influencia porque eres capaz de comprenderlo fácilmente. Pero compren­derle no es suficiente. Comprenderle es tan fácil como compren­der a Einstein. El habla al intelecto, pero su objetivo, su blanco, es el corazón. Has de recordar esto.

Nos estaremos moviendo en un terreno peligroso. Si te olvi­das de que también es un poeta, resultarás confundido. Entonces resultarás atraído en exceso por su terminología, por su lenguaje, por su razonamiento, y te olvidarás de su objetivo. Quiere condu­cirte más allá del razonar, pero a través del razonamiento. Esa es una posibilidad. Pueda que agotes tan completamente el razonar, que lo trasciendas. Razonas; no lo evitas. Empleas la razón como un paso para trascenderla. Escucha ahora sus palabras. Cada pa­labra ha de ser analizada.
Samprajnata samadhi es el samadhi que va acompañado de razonamiento, reflexión, dicha y un sentimiento de puro ser.
El divide al samadhi, a lo Supremo, en dos pasos. Lo Supre­mo no puede ser dividido. Es indivisible, por lo tanto no hay, en realidad, pasos. Pero, simplemente para ayudar a la mente, al bus­cador, lo divide primeramente en dos. Al primer paso lo denomi­na samprajnata samadhi. Es un samadhi en el que la mente es retenida en toda su pureza.

En este primer paso, la mente ha de ser refinada y purificada. No puedes sencillamente deshacerte de ella, dice Patanjali. Es imposible deshacerse de ella porque las impurezas tienen tenden­cia a aferrarse. Solamente podrás desprenderte de ella cuando la mente sea absolutamente pura; tan refinada, tan sutil, que no ten­ga tendencia a apegarse.

No dice que abandones la mente como dicen los Maestros Zen. El dice que eso es imposible y que si afirmas eso estás diciendo tonterías. Estás diciendo la verdad, pero eso no es posible porque la mente impura posee un peso. Al igual que una piedra, pesa. Y una mente impura tiene deseos, millones de deseos insatisfechos, esperando ser satisfechos, pidiendo ser satisfechos. En ella hay millones de pensamientos incompletos. ¿Cómo vas a deshacerte de ella? Lo incompleto siempre trata de ser completado.

Recuérdalo: Patanjali dice que solamente podrás desprender­te de algo cuando se haya completado. ¿Lo has observado? Si eres un pintor y pintas, no podrás olvidarte del cuadro a menos que lo hayas acabado. Te persigue, te acecha. No puedes dormir bien; está ahí. En la mente existe una corriente subyacente. Se mueve, solicita ser completada. Una vez ha sido completada, se ha acabado. Puedes olvidarte de ella. La mente tiene una tenden­cia a completar las cosas. La mente es una perfeccionista y todo aquello que esté incompleto es una tensión para la mente. Patan­jali dice que no puedes deshacerte del pensar a menos que el pen­sar haya alcanzado tal perfección que no puedas hacer con él nada más. Entonces simplemente lo abandonas y lo olvidas.

Esto es un camino completa y diametralmente opuesto al Zen, a Heráclito. El primer samadhi -que es samadhi solamente de nombre- es el samprajnata samadhi, el samadhi con una mente sutilmente purificada. El segundo samadhi es el samprajnata samadhi; el samadhi de la no-mente. Pero Patanjali dice que, cuando desaparece la mente, cuando deja de haber pensamientos, también entonces, quedan retenidas en el inconsciente sutiles semillas procedentes del pasado.

La mente consciente es divida en dos. Primero, samprajnata; la mente en un estado purificado, como la mantequilla refinada. Posee su propia belleza, pero está ahí. Y por muy bella que sea, la mente es repugnante. Por muy pura y silenciosa que sea, el mismo fenómeno mental es impuro. No puedes purificar un veneno. Sigue siendo veneno. Más bien al contrario, cuanto más lo purificas, más venenoso se vuelve. Puede que parezca muy, muy hermosa. Puede tener su propia coloración, sus tonalidades, pero es aún impura.

Primero purifícala; luego abandónala. Pero tampoco enton­ces se ha completado el viaje porque todo esto sucede en la mente consciente. ¿Qué harás con el inconsciente? Justo detrás de las capas del consciente se encuentra el inmenso continente del in­consciente. En el inconsciente se encuentran semillas de tus vi­das pasadas.

Entonces Patanjali divide al inconsciente en dos. Habla del sabij samadhi, del samadhi en el cual el inconsciente permane­ce mientras que la mente ha sido ya abandonada conscientemen­te. Es un samadhi con semillas, sabij. Luego esas semillas tam­bién son quemadas; entonces alcanzas la perfección, el nirbij samadhi; el samadhi sin semillas.

De modo que el consciente es dividido en dos pasos y luego el inconsciente es dividido en dos pasos. Y cuando se da el nirbij samadhi, el éxtasis supremo, sin que en ti existan semillas de ninguna clase que puedan germinar y florecer y conducirte a más viajes en la Existencia, entonces desapareces.
En estos sutras dice,
"Samprajnata samadhi es el samadhi que va acompañado de razonamiento, reflexión, dicha y un sentimiento de puro ser."
Pero este es el primer paso y muchos resul­tan confundidos. Creen que éste es el último porque es muy puro. Te sientes tan extático, tan feliz, que crees que no hay ya nada más que alcanzar. Si le preguntas a Patanjali te dirá que el satori del Zen es simplemente el primer samadhi. No es el final, no es lo máximo. Lo supremo aún queda lejos.

Las palabras que emplea no pueden ser traducidas exactamen­te porque el sánscrito es el lenguaje más perfecto; no hay ningún lenguaje que se le aproxime. Así que tendré que explicártelo. La palabra que emplea es vitarka. En castellano se traduce como ra­zonar. Es una pobre traducción. Ha de comprenderse lo que es vitarka. "Tarka" quiere decir "lógica" y Patanjali dice que exis­ten tres clases de lógica. A una la denomina kutarka, el razonamiento orientado hacia lo negativo, siempre pensando en función del "no", en el cuál tú niegas, dudas, eres nihilista.

El hombre que vive en kutarka, en la lógica negativa, siem­pre piensa en cómo negar cualquier cosa que digas, cómo puede decir "no" a eso. El mira hacia lo negativo. Siempre está que­jándose, refunfuñando. Siempre siente que hay algo que está mal, ¡siempre! No puedes enderezarle porque ésta es su orienta­ción. Si le dices que mire al sol, no verá el sol. Verás las man­chas en el sol; siempre encuentra el lado oscuro de las cosas. Eso es kutarka. Eso es kutarka, el falso razonamiento; pero se parece al razonar.

Finalmente conduce al ateísmo. Entonces niegas a Dios, por­que si no puedes ver lo bueno, si no eres capaz de ver el lado iluminado de la vida, ¿cómo vas a ver a Dios? Simplemente lo niegas. Entonces toda la Existencia se oscurece. Entonces todo está mal y tú creas un infierno a tu alrededor. Si todo anda mal, ¿cómo puedes ser feliz? Y eso es lo que tú creas, y siempre encuentras algo que está mal en la vida porque la vida consiste en dualidad.

En el rosal hay hermosas flores, pero también espinas. Un hombre de kutarka contará las espinas y luego llegará a la conclusión de que esa rosa debe ser una ficción; no puede existir. Entre tan­tas espinas, entre millones de espinas, ¿cómo puede existir una rosa? Es imposible. Niega esa misma posibilidad. Alguien debe de estar engañándonos.

Mulla Nasrudin estaba muy, muy triste. Acudió al sacerdote y le dijo, "¿Qué he de hacer? Mi cosecha ha quedado destruida. No llueve". El sacerdote le dijo, "No te aflijas, Nasrudin. Mira la cara alegre de la vida. Puedes ser feliz porque aún te queda mu­cho. Y cree siempre en Dios que es el que nos lo da todo. Se preocupa hasta de los pájaros que vuelan, ¿por qué te preocupas tú tanto?" Nasrudin le dijo muy amargamente, "¡Sí! ¡Con mi co­secha! ¡Dios se preocupa de los pájaros dándoles mi grano!"

No puedes ver nada más. Su cosecha ha sido destruida por esos pájaros y Dios les está ayudando, así que el dice, "Mi cose­cha ha quedado destruida". Esta clase de mente siempre encon­trará una cosa u otra y siempre estará tensa. La ansiedad le segui­rá como una sombra. A esto Patanjali lo llama kutarka, la lógica negativa, el razonamiento negativo.

Luego existe tarka, el simple razonamiento. El simple razona­miento no te conduce a ninguna parte. Se mueve en círculos por­que no tiene ninguna meta. Puedes continuar razonando y razonando y razonando, pero sin llegar a ninguna conclusión porque el razonar puede obtener una conclusión sólo cuando existe un objetivo desde un comienzo. Si vas en una dirección determina­da, entonces llegas algún sitio. Si vas en todas direcciones, a ve­ces hacia el sur, a veces hacia el este, a veces hacia el oeste, des­perdicias la energía.

El razonar sin una meta se denomina tarka; razonar con una actitud negativa es denominado kutarka; el razonar desde lo po­sitivo se denomina vitarka. "Vitarka" quiere decir "razonar de modo especial". Así pues, vitarka es el primer elemento del samprajnata samadhi. Un hombre que quiere alcanzar la paz in­terior ha de ser adiestrado en vitarka, en el razonamiento espe­cial. Siempre mira hacia lo positivo, hacia el lado bello de la vida. Se fija en las flores y se olvida de las espinas. No es que no existan espinas, sino que a él no le preocupan. Si amas las flo­res y te fijas en las flores llegará un momento en que no podrás creer en las espinas, porque ¿cómo es posible que puedan exis­tir espinas allí donde se encuentran tan bellas flores? Debe de haber algo ilusorio.

Un hombre de kutarka se fija en las espinas; entonces las flo­res se convierten en una ficción. El hombre de vitarka se fija en las flores; las espinas se vuelven ficticias. Por eso Patanjali dice que vitarka es el primer elemento. A través de él, el éxtasis es posible. A través de vitarka uno alcanza el cielo. Uno crea a su alrededor su propio cielo.

Lo que cuenta es tu opinión. Todo aquello que encuentras a tu alrededor es tu propia creación; cielo o infierno. Y Patanjali dice que puedes trascender la lógica y el razonamiento únicamente mediante el razonamiento positivo. Mediante lo negativo nunca podrás trascenderla, porque cuanto más digas "no", más moti­vos encontrarás para estar triste. Si dices "no" y niegas, poco a poco, te volverás en tú interior un "no" constante; una noche oscura. Solamente podrán florecer en ti, espinas y no flores. Serás un desierto.

Cuando dices "sí' encuentras más y más motivos para decir "sí'. Cuando dices "sí', siempre dices "sí'. Reafirmas la vida y mediante tu "sí', absorbes todo lo bueno, lo hermoso, todo lo auténtico. El "sí' se convierte en la puerta que hay delante de ti para que penetre lo Divino. El "no" se convierte en una puerta cerrada. Con tu puerta cerrada, eres un infierno. Si abres tus puer­tas, si tienes todas tus puertas abiertas, la Existencia fluye hacia ti. Estás fresco, vital, vivo; te vuelves una flor.

Vitarka, vichar, ananda. Patanjali dice que si estás en sinto­nía con vitarka, con el razonamiento positivo, entonces puedes ser un pensador; nunca antes. Entonces surge el pensar. El le da al pensar un significado muy diferente. Tú también crees que pien­sas. Patanjali no está de acuerdo. El dice que tú tienes pensamien­tos, pero no que piensas. Por eso digo que es difícil traducirlo.

Dice que tú tienes pensamientos, pensamientos errantes como una multitud, pero que no "piensas". Entre dos de tus pensamien­tos no hay una corriente interior. Están desconectados, no existe un plan interior. Tu "pensar" es un caos. No es un cosmos, no tiene una disciplina interior. Es simplemente como un rosario. Son cuentas mantenidas unidas por un hilo invisible que las atra­viesa. Los pensamientos son cuentas; el pensar es el hilo. Tú tie­nes las cuentas; de hecho, demasiadas, más de las que necesitas, pero no hay ningún hilo que las una atravesándolas. Ese hilo inte­rior es llamado "pensar" por Patanjali; vichar. Tú tienes pensa­mientos, pero no "pensar". Y si esto sigue así, te volverás loco. Un loco es un hombre que tiene millones de pensamientos y que no piensa; y el samprajnata samadhi es un estado en el que no hay pensamientos, pero en el que el "pensar" es perfecto. Se ha de comprender esta diferencia.

Tus pensamientos, en primer lugar, no son tuyos. Los has re­cogido, de la misma forma que a veces en una habitación oscura, un rayo de luz entra por el tejado y ves millones de partículas de polvo flotando en el rayo. Cuando miro en tu interior, veo el mis­mo fenómeno: millones de partículas de polvo. Tú las llamas pen­samientos. Entran y salen de ti. De una mente pasan a otra, y así continúan. Tienen su vida propia.

Un pensamiento es un objeto, tiene su propia existencia. Cuan­do muere una persona, todos sus locos pensamientos son libera­dos de inmediato y empiezan a buscar cobijo en algún otro lugar. Inmediatamente entran en aquellos que hay por allí. Son como gérmenes, tienen su vida propia. Incluso estando vivo, continúas dispersando tus pensamientos a tu alrededor. Cuando hablas, lan­zas tus pensamientos hacia los demás. Pero cuando estás en si­lencio, también entonces estás proyectando tus pensamientos a tu alrededor. No son tuyos; eso es lo primero. .

Un hombre de razonamiento positivo descartará todos los pen­samientos que no sean suyos. No son auténticos; no los ha encontrado a través de su propia experiencia. Los ha tomado de los demás; son prestados. Son sucios. Han pasado por muchas ma­nos y mentes. Un hombre de "pensar" no pedirá prestado. Le gus­tará tener sus propios pensamientos originales. Y si eres positivo, y si contemplas la belleza, la verdad, la bondad, las flores, si te vuelves capaz de ver, incluso en la noche más oscura, que la ma­ñana está cerca, te vuelves capaz de pensar.

Entonces puedes crear tus propios pensamientos. Y un pensa­miento que es creado por ti es realmente potente; posee un poder propio. Esos pensamientos que tú has tomado prestados están casi muertos porque han estado viajando y viajando durante mi­llones de años. Su origen se ha perdido; han perdido todo contac­to con su origen. Son sólo partículas de polvo flotando a tu alre­dedor. Tú los coges. Pareces incluso consciente de ellos, pero tu consciencia es tal que no puede ver a través de las cosas.

A veces estás sentado. De repente te pones triste sin ninguna razón. No puedes descubrir la razón. Miras a tu alrededor y no hay razón alguna. No hay nada, nada ha sucedido. Eres el mismo. De repente la tristeza te invade. Un pensamiento pasa; tú estabas en su camino. Es un accidente. Pasaba un pensamiento como una nube; un pensamiento triste liberado por alguien. Es un accidente. Tú estás en sus manos. A veces un pensamiento perdura. Tú no te das cuenta de por qué sigues pensando en él. Parece absurdo, parece algo inútil. Pero te sientes impotente. Sigue golpeando a tu puerta. "Piénsame", dice. En tu puerta hay un pensamiento espe­rando y pidiendo entrar. Dice, "Déjame sitio. Me gustaría entrar".

Cada pensamiento tiene vida propia. Se mueve. Y tiene un gran poder y tú sientes mucha impotencia porque eres muy in­consciente, de modo que estás a merced de los pensamientos. Toda tu vida consiste en esos accidentes. Te encuentras a alguien y toda la pauta de tu vida cambia. Algo entra en ti. Entonces eres poseído y te olvidas de adónde ibas. Cambias tu dirección; sigues ese pensamiento. Y esto es sólo un accidente. Eres como un niño.

Patanjali dice que esto no es "pensar". Este es el estado de ausencia de "pensar". Esto no es pensar. Tú eres una multitud. No tienes un centro en tu interior que pueda pensar. Cuando uno entra en la disciplina de vitarka, del verdadero razonar, entonces uno, poco a poco, va volviéndose capaz de pensar. El pensar es una capacidad; los pensamientos no lo son. Los pensamientos pueden ser adquiridos de otros; el pensar, nunca. Has de aprender a pensar por ti mismo.

Y ésta es la diferencia entre las antiguas escuelas hindúes de aprendizaje y las modernas universidades. En las universidades modernas adquieres pensamientos. En las antiguas escuelas de aprendizaje, en las escuelas de sabiduría, ellos enseñaban a pen­sar, no a adquirir pensamientos.

El pensar es una cualidad de tu ser interior. ¿Qué quiere decir "pensar"? Quiere decir retener tu consciencia, permanecer alerta y consciente, encarar un problema. Ahí hay un problema: lo enca­ras con total consciencia. Y entonces surge una respuesta, una contestación. Esto es pensar. Se plantea una pregunta y tú ya tie­nes una respuesta preparada. Antes de que la hayas planteado, la respuesta aparece. Alguien dice, "¿Existe Dios?" No acaba de decirlo y tú dices, "sí'. Asientes con tu cabeza de madera; dices, "Sí, Dios existe".

¿Es tuya esa idea? ¿Has pensado ahora mismo en el problema o acarreas con una respuesta preparada en tu memoria? Alguien te la ha dado: tus padres, tus maestros, tu sociedad. Alguien te la ha proporcionado y tú la guardas como un valioso tesoro, y esta respuesta llega desde esa memoria. Un hombre de "pensar" utili­za su consciencia cada vez que se plantea un problema. Emplea su consciencia rejuvenecida. Encara el problema y entonces sur­ge un pensamiento en su interior que no forma parte de la memo­ria. Esa es la diferencia. Un hombre de ideas es un hombre de memoria; no posee la capacidad de pensar. Si le planteas una pre­gunta nueva, se queda perplejo. No sabrá contestar. Si planteas una pregunta de la cual él conoce la respuesta, contestará de in­mediato. Esta es la diferencia entre un pandit y un hombre que sabe, un hombre que es capaz de pensar.

Patanjali dice que vitarka, el verdadero razonar, conduce a la reflexión, vichar. La reflexión, vichar, conduce al éxtasis. Este es el primer destello, desde luego, y es un vislumbre. Vendrá y se irá. No podrás mantenerlo durante mucho tiempo. Solamente será un vislumbre, como si durante un instante un rayo iluminara y vie­ras desaparecer toda la oscuridad. Pero de nuevo la oscuridad está ahí. Es como si desaparecieran las nubes y durante un segundo contemplaras la luna; después, otra vez, aparecen las nubes.

O, en una soleada mañana cerca de los Himalayas, puedes, durante un instante, vislumbrar el Gourishankar, la cumbre más alta. Pero luego aparece la niebla y más tarde aparecen nubes, y la cima deja de verse. Esto es un satori. Por eso nunca traducimos satori como samadhi. Satori es un vislumbre. Después de obtener­lo queda mucho por hacer. De hecho, el verdadero trabajo empieza después del primer satori, del primer vislumbre, porque entonces has probado el sabor del infinito. Ahora empieza una verdadera, una auténtica, búsqueda. Hasta ahora, era solamente a medias, ti­biamente, porque no confiabas plena y absolutamente en lo que hacías, no sabías hacia adónde ibas, qué era lo que sucedía.

Antes, había fe, confianza. Antes se necesitaba de un Maestro para guiarte, para reconducirte una y otra vez. Pero después de que el satori haya ocurrido, deja de haber fe. Se ha convertido en saber. Ahora el confiar no es un esfuerzo. Ahora confías porque tu propia experiencia te lo ha demostrado. Después del primer vislumbre, empieza la verdadera búsqueda. Antes, simplemente dabas vueltas y más vueltas. El verdadero razonamiento conduce a la verdadera reflexión; la verdadera reflexión conduce al estado de éxtasis, y este estado de éxtasis conduce a un estado de puro ser.

Una mente negativa siempre es egoísta. Este es el estado im­puro del ser. Tú sientes el "yo", pero sientes el "yo" por motivos equivocados. Simplemente observa. El ego se alimenta del "no". Siempre que dices "no", surge el ego. Siempre que dices "sí", el ego no puede aparecer porque el ego necesita lucha, el ego nece­sita del reto, el ego necesita ponerse a sí mismo contra alguien, contra algo. No puede existir en solitario; necesita de la duali­dad. Un egoísta siempre busca la pelea; con alguien, con algo, con alguna situación. Siempre trata de encontrar algo a lo que decir "no", sobre lo que imponerse, sobre lo que salir victorioso.

El ego es violento y el "no" es la violencia más sutil. Cuando dices "no" a los hechos corrientes, incluso ahí surge el ego. Un pequeño le dice a la madre, "¿Puedo salir a jugar?", y ella dice, "¡No!". No era realmente importante, pero cuando la madre dice, "¡No!", siente que es alguien. Vas a la estación de ferrocarril y pides un billete. El que los despacha ni siquiera te mira. Conti­núa trabajando aunque no haya nada que hacer. El está diciendo, "¡No! ¡Espera!" Se siente alguien, algo. Por eso, en las oficinas de todo el mundo, siempre escucharás "no". El "sí" es muy raro, muy raro. Un oficinista corriente puede decir "no" a cualquiera, no importa quién seas. El se siente poderoso.

El "no" te da una sensación de poder; recuerda esto. A menos que sea absolutamente necesario, nunca digas "no". Incluso aun­que sea absolutamente necesario, dilo de una manera tan afirma­tiva que el ego no pueda surgir. Puedes hacerlo. Incluso el "no" puede ser dicho de tal forma que parezca un "sí”. Puedes decir "sí” de una manera que parezca un "no". Depende del tono, de­pende de la actitud, depende de los modales.

Recuerda esto: los buscadores han de recordar en todo mo­mento que han de vivir continuamente en el aroma del "sí”. Esto es ser un hombre de fe. El dice "sí”. Aunque sea necesario el "no", él dice "sí”. No aprecia que exista ningún antagonismo en la vida. El afirma. Dice "sí” a su cuerpo, dice "sí” a su mente, dice "sí” a todo el mundo, dice "sí” a la Existencia absoluta. El flore­cimiento supremo sucede cuando puedes dar un "sí” categórico sin ninguna condición. Entonces, de repente, el ego se desmoro­na, no puede soportarlo. Necesita el sostén del "no". La actitud negativa crea el ego. Con la actitud positiva el ego desaparece y entonces el ser es puro.

El sánscrito tiene dos palabras para el "yo": ahankar y asmita. Son difíciles de traducir. Ahankar es el falso sentimiento del "yo" que surge del decir "no". Asmita es el verdadero sentimiento del "yo" que procede del decir "sí”. Ambos son" yo". Uno es impu­ro; el "no" es la impureza. Niegas, destruyes. El "no" es destruc­tivo, es una destrucción muy sutil. Nunca lo emplees. Deshazte de él tanto como puedas. Siempre que estés alerta, no lo uses.

Trata de encontrar otro camino. Incluso aunque tengas que decir "no", dilo de tal forma que parezca un "sí”. Poco a poco te irás sintonizando y sentirás una inmensa pureza llegando a través del "sí”.

Luego está asmita. Asmita es el sentimiento de "ser" sin ego. Entonces no hay sentimiento de "yo" en oposición a nadie. Es como sentirse a uno mismo sin tener que situarse en oposición a nadie. Es sentir simplemente tu absoluta soledad, y la soledad absoluta en el estado más puro. Cuando digo "yo soy", "yo" es ahankar, "soy" es asmita. Solamente existe el sentimiento de "ser" sin ningún "yo" junto a él; simplemente el sentimiento de ser, de existir. El "sí” es hermoso, el "no" es repugnante.
En el asamprajnata samadhi cesa toda actividad mental y la mente solamente retiene las impresiones inmanifestadas
Samprajnata samadhi es el primer paso. Implica el verdadero razonar, la verdadera reflexión, un estado de éxtasis, un vislum­bre del éxtasis, y un sentimiento de "ser"; pura y simplemente "ser", sin trazas de ego. Esto conduce al asamprajnata samadhi. El primero es pureza; el segundo es una desaparición. Incluso lo más puro es impuro porque está ahí. El "yo" es falso; "soy" tam­bién es falso. Es mejor que "yo", pero existe una posibilidad superior cuando también el "soy" desaparece; no sólo el ahankar, sino también el asmita. Tú eres impuro; luego te purificas. Pero si empiezas a sentir "yo soy puro", la pureza misma se ha conver­tido en impureza. Eso también ha de desaparecer.

La desaparición de la pureza es asamprajnata samadhi. La desaparición de la impureza es samprajnata samadhi. La desapa­rición de la pureza como tal, es asamprajnata. Es el cese de toda actividad mental. En el primer estado los pensamientos desapare­cen. En el segundo estado, el pensar también desaparece. Las espi­nas desaparecen en el primer estado. En el segundo estado, desapa­recen también las flores. Cuando el "no" desaparece en el primer estado, subsiste el "sí”. En el segundo estado, el "sí” también desaparece porque el "sí” está también relacionado con el "no". ¿Cómo puedes retener el "sí” sin el "no"? Van juntos, no puedes separarlos. Si el "no" desaparece, ¿cómo puedes decir "sí”? En lo profundo, "sí” es decir "no" al "no". Es una negación de la nega­ción. Existe un sutil "no". Cuando dices "sí”, ¿qué es lo que ha­ces? Estás diciendo "no", pero el "no" es interior. No lo exterio­rizas; permanece inmanifestado.

Tu "sí” no puede significar nada si en tu interior no tienes un "no". ¿Qué significado tendrá? No tendrá ninguno. El "sí” tiene un significado solamente en función del "no". El "no" posee un significado solamente en función del "sí”. Son una dualidad. En el samprajnata samadhi, el "no" es abandonado; todo lo falso es abandonado. En el asamprajnata samadhi, el "sí” es abandona­do. Todo lo que es verdadero, todo lo que es bueno, eso, también es abandonado. En el samprajnata samadhi te deshaces del Dia­blo; en el asamprajnata samadhi te deshaces también de Dios, porque, ¿cómo puede existir Dios sin el Diablo? Son dos aspec­tos de la misma moneda.

Toda actividad cesa. El "sí” también es una actividad, y la ac­tividad es una tensión. Algo subsiste. Puede que incluso sea her­moso, pero todavía algo continúa. Y al cabo de un tiempo, inclu­so lo hermoso se vuelve feo. Después de un tiempo te sientes aburrido incluso con las flores. Después de un tiempo, la activi­dad, aunque sea muy sutil y pura, te hace estar en tensión; se convierte en ansiedad.
En el asamprajnata samadhi cesa toda actividad mental y la mente solamente retiene las impresiones inmanifestadas
Pero todavía no es la meta, porque, ¿qué sucederá con todas las impresiones que has acumulado en el pasado? Has vivido mu­chas, muchas vidas, has hecho y has deshecho. Has hecho mu­chas cosas, has deshecho muchas cosas. ¿Qué sucederá con ellas? La mente consciente se ha vuelto pura; la mente consciente ha abandonado incluso la actividad de la pureza. Pero el inconscien­te es inmenso y allí cargas con todas las semillas, con todas las impresiones. Están dentro de ti.

El árbol ha desaparecido; lo has cortado por completo. Pero las semillas que han caído, yacen en el suelo. Germinarán cuando llegue la estación. Vivirás otra vez; nacerás otra vez. Desde luego que tu calidad será ahora distinta, pero nacerás otra vez porque esas semillas aún no han sido quemadas.

Has cortado lo que se había manifestado. Es fácil acabar con algo que se manifiesta; es fácil derribar todos los árboles. Puedes ir al jardín y levantar todo el césped, toda la hierba, por completo; puedes acabar con todo. Pero al cabo de dos semanas la hierba, de nuevo, brotará porque tú solamente arrancaste lo manifestado. Las semillas que yacen en el suelo, permanecen sin ser tocadas. Eso ha de ser hecho en el tercer estado.

Asamprajnata samadhi es aún sabij; con semillas. Y hay mé­todos para quemar esas semillas, para encender el fuego; el fuego del que Heráclito habla: cómo encender el fuego y quemar las semillas del inconsciente. Cuando también desaparezcan, enton­ces el suelo será absolutamente puro; nada podrá brotar de él. Entonces no habrá nacimiento ni muerte. Entonces toda la rueda se detendrá para ti; te habrás salido de la rueda. Y el salirte de la sociedad no te ayudará a menos que salgas de la rueda. Entonces te convertirás en uno que ha salido de ella por completo.

Buda salió por completo; Mahavira, Patanjali, salieron por completo. Ellos no salieron de la sociedad o de lo establecido. Ellos salieron por completo de la rueda misma de la vida o de la muerte. Pero eso solamente sucede cuando todas las semillas han sido quemadas. El final es el nirbij samadhi; sin semillas.
En el asamprajnata samadhi cesa toda actividad mental y la mente solamente retiene las impresiones inmanifestadas
Los videhas y prakriti-layas alcanzan el asamprajnata samadhi porque dejaron de identificarse

con sus cuerpos en vidas precedentes.

Renacen porque las semillas del deseo permanecieron.
Incluso un Buda nació. En su vida anterior, él alcanzó el asamprajnata samadhi, pero las semillas estaban ahí. Tuvo que volver una vez más. Incluso un Mahavira nace; las semillas le traen. Pero ésta será su última vida. Después del asamprajnata samadhi, solamente es posible una vida. Pero entonces la calidad de la vida será totalmente diferente porque este hombre no se identificará con el cuerpo. Y este hombre no tendrá realmente nada que hacer porque la actividad mental habrá cesado. Enton­ces, ¿qué hará? ¿Para qué se necesita esta vida? El solamente ha de dejar que esas semillas se manifiesten, y permanecer como un testigo. Este es el fuego.

Un hombre fue ante Buda y le escupió; estaba enfadado. Buda se limpió la cara y le preguntó, "¿Tienes algo más que decir?" El hombre no podía comprenderle. Estaba realmente enfadado; hir­viendo. No podía ni siquiera comprender lo que Buda le decía. Y la escena parecía absurda, porque Buda no reaccionó. El hombre no sabía qué hacer, qué decir. Se fue; durante toda la noche no pudo dormir. ¿Cómo puedes dormir cuando insultas a alguien y no hay una reacción? Entonces tu insulto recae sobre ti. Has dis­parado la flecha, pero no ha sido recibida. Regresa; no encuentra dónde ir y regresa a su origen. El insultó a Buda, pero el insulto no pudo encontrar cobijo en Buda. ¿Dónde irá pues? Regresa a su primer amo.

Toda la noche estuvo inquieto; no podía creer lo que había sucedido. Y entonces empezó a sentirse arrepentido, a sentir que se había equivocado, que no había actuado correctamente. A la mañana siguiente, temprano, fue otra vez y le pidió perdón. Buda le dijo, "No te preocupes por eso. Debo de haberte causado algún mal en el pasado. Ahora hemos ajustado cuentas. Y yo no voy a reaccionar. Si no, lo mismo ocurrirá una y otra vez. ¡Se acabó! No he reaccionado. Debido a que en alguna parte había una semilla, tenía que ser eliminada. Ahora mi cuenta contigo se ha cerrado".

En esta vida, un videha, uno que ha comprendido que él no es el cuerpo, que ha alcanzado el asamprajnata samadhi, regresa al mundo solamente para liquidar sus cuentas. Toda su vida consis­te en cerrar cuentas. Millones de vidas, muchas relaciones, mu­chos compromisos y relaciones: todo ha de cerrarse.

Sucedió que Buda llegó a un pueblo. Todo el pueblo se reunió; estaban ansiosos por escucharle. Era una rara oportunidad. Inclu­so los principales del pueblo continuamente invitaban a Buda y él nunca acudía. Pero había llegado a ese pequeño pueblo que estaba lejos de su camino, y sin una invitación, porque la gente del pueblo nunca pudo reunir el coraje suficiente para acudir a él y pedirle que fuera a su pueblo. Era simplemente un pequeño pueblo con unas cuantas chozas, y él había ido sin ser invitado. Todo el pueblo estaba absolutamente ansioso y él estaba sentado bajo un árbol sin hablar.

Le dijeron, "¿A quién estás esperando ahora? Todo el mundo está aquí; todo el pueblo está aquí. Empieza". Buda dijo, "He de espe­rar porque he venido buscando a alguien que no está aquí. He de cumplir una promesa, he de cerrar una cuenta. Estoy esperando a esa persona". Entonces llegó una chica y Buda empezó. Después de hablar, le preguntaron, "¿Estabas esperando a esa chica?".

La chica pertenecía a los "intocables"; la clase más baja. Na­die podía pensar que Buda pudiera estar esperándola a ella. El dijo, "Sí, la estaba esperando. Cuando venía me encontró por la carretera y me dijo, "Espera, porque tengo algo de trabajo en el otro pueblo. Pero pronto volveré". Y en vidas pasadas, le había prometido que, en cierta manera, cuando me iluminara, regresaría y le contaría eso que me habría sucedido. La cuenta ha de ser cerrada. Esa promesa pendía sobre mí. Y si no la hubiera satisfe­cho, hubiera tenido que regresar otra vez".

Un videha o un prakriti-laya; las dos palabras son hermosas. "Videha" significa "uno que vive sin cuerpo". Cuando alcanzas el asamprajnata samadhi el cuerpo está ahí, pero tú no tienes cuerpo. Dejas de ser el cuerpo. El cuerpo se convierte en la mora­da; no estás identificado.

Esos dos términos son hermosos: videha y prakriti-laya. "Videha" significa "uno que sabe que él no es el cuerpo"; que lo sabe, que lo recuerda; no que lo cree. Un "prakriti-laya" es uno que sabe que él no es el cuerpo; él no es ya la prakriti, la naturaleza.

El cuerpo pertenece a lo material. Una vez dejas de identifi­carte con la materia, una vez sabes que no estás identificado con la materia, con lo exterior, tu naturaleza es disuelta. Un hombre que alcanza el estado en el que ya no es más un cuerpo, que alcan­za el estado en el cual deja de ser ya lo manifestado, la prakriti, su naturaleza es disuelta. Para él deja de existir el mundo; no está identificado. Se ha convertido en su testigo. Un hombre así rena­ce también, al menos una vez más, porque tiene que saldar mu­chas cuentas. Hay muchas promesas que cumplir, muchos karmas que abandonar.

Sucedió que el primo de Buda, Devadatta, estaba contra él. Trató de matarlo de diferentes formas. Buda se encontraba bajo un árbol meditando. Le lanzó una enorme roca desde lo alto de una colina. La roca rodaba hacia él; todo el mundo escapó co­rriendo. Buda permaneció allí sentado bajo el árbol. Era peligro­so y la roca pasó casi tocándole, rozándole.

Ananda le preguntó, "¿Por qué no escapaste cuando todos es­capábamos? Había tiempo suficiente".

Buda le dijo, "Para ti hay tiempo suficiente. Mi tiempo se ha acabado. Y Devadatta tenía que hacerlo. De alguna vida, de algún tiempo anterior, perduraba algún karma. Debo de haberle causa­do algún dolor, o angustia, o ansiedad. Tenía que saldarlo. Si escapo, si hago algo, de nuevo empieza una nueva línea".

Un videha, un hombre que ha alcanzado el asamprajnata samadhi, no reacciona. Simplemente observa, contempla. Y este fuego del ser testigo es el que quema todas las semillas del in­consciente. Entonces llega un momento en que el suelo se en­cuentra absolutamente puro. No hay semilla esperando germinar. Entonces no hay necesidad de regresar. Primero la naturaleza se disuelve, y luego, él se disuelve a sí mismo en el universo.
Los videhas y prakriti-layas alcanzan el asamprajnata samadhi porque dejaron de identificarse

con sus cuerpos en vidas precedentes.

Renacen porque las semillas del deseo permanecieron.
Yo estoy aquí para cumplir con algo; tú estás aquí para cerrar mi cuenta. No estás aquí por accidente. Hay millones de personas en el mundo. ¿Por qué estás tú aquí y no algún otro? Algo ha de ser cancelado.
Los otros que alcanzan el asamprajnata samadhi lo alcanzan mediante la fe, el esfuerzo, el recogimiento,

la concentración y la discriminación.
De modo que ésas son las dos posibilidades. Si has alcanzado el asamprajnata samadhi en tu vida anterior, en esta vida renacerás casi un Buda. Solamente habrá algunas semillas que tendrán que ser desarrolladas, que tendrán que ser quemadas, abandonadas. Por eso digo que tú has nacido casi un Buda. No hay necesidad de que hagas nada; simplemente tienes que observar lo que suceda.

De ahí la continua insistencia de Krishnamurti en que no hay necesidad de hacer nada. Para él es correcto; no es cierto para sus oyentes. Para sus oyentes, queda mucho que hacer y esa afirma­ción les confundirá. El está hablando de sí mismo. El nació como un asamprajnata Buda. El nació siendo videha, él nació siendo prakriti-laya.

El estaba bañándose cuando tenía cinco años en Adyar, en Madras, la India, y uno de los teósofos más importantes, Leadbeater, le observaba. Era un chico de una clase totalmente diferente. Si alguien le lanzaba fango, él no reaccionaba. Había muchos niños jugando. Si alguien le empujaba hacia el río, sim­plemente se dejaba llevar. No se enfadaba, no empezaba a pelear. Tenía una calidad totalmente distinta, la calidad de un asamprajnata Buda.

Leadbeater llamó a Annie Bessant para que observara a ese niño. No era un niño corriente y todo el movimiento teosófico pivotó entorno a él. Esperaban que se convirtiera en un Avatar, aquél que sería el Maestro perfecto para esta época. Pero el pro­blema era importante. Habían escogido acertadamente, pero es­peraban vanamente, porque un hombre que ha nacido como un asamprajnata Buda no puede ser activo, ni incluso como Avatar. Toda actividad ha cesado. Simplemente puede observar, puede ser un testigo. No puede ser muy activo. Solamente puede ser pasivo. Habían escogido la persona correcta, pero aún así, se equivocaban.

Y tenían muchas esperanzas. Todo el movimiento se originó en tomo a Krishnamurti. Cuando él lo abandonó, dijo, "No pue­do hacer nada porque no es necesario que haga nada". Todo el movimiento se colapsó porque habían depositado demasiadas es­peranzas en ese hombre y luego resultó algo completamente dis­tinto. Pero esto podía haber sido previsto.

Annie Bessant, Leadbeater y los demás, eran muy, muy buena gente, pero no estaban al corriente de los métodos orientales. Habían aprendido mucho de los libros, de las escrituras, pero no conocían con exactitud el secreto que nos revela Patanjali: que un asamprajnata Buda, un videha, nace, pero no es activo. Es pasivo. A través de él puede suceder mucho, pero eso solamente puede suceder si alguien acude a él y se le entrega. Al ser él pasi­vo, no puede obligar a nadie a hacer nada. El es accesible, pero no puede ser agresivo.

Su invitación es para todos y cada uno. Es una invitación abier­ta, pero él no puede invitarte a ti particularmente, porque no pue­de ser activo. Es una puerta abierta; si quieres, puedes entrar. La última vida es una absoluta pasividad. Es simplemente ser un tes­tigo. Este es un camino: los asamprajnata Budas pueden renacer como resultado de su situación en su vida anterior.

Pero uno puede llegar a ser un asamprajnata Buda también en esta vida.
Para ellos Patanjali dice,

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