La retórica: ayer y hoy






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fecha de publicación07.01.2016
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La retórica: ayer y hoy


Lic. Miguel Santoro
El Prof. Miguel Santoro, docente del área de Lengua Escrita Castellana en nuestras carreras terciarias oficiales, nos acerca una clarificadora síntesis sobre una disciplina ineludible para los estudiosos de las lenguas.
(…) el antiguo “Ars Bene Dicendi” (“Arte del buen decir”) permite mostrar que en los textos de la cultura no hay verdades sino construcciones de verdad que dependen de los momentos históricos y los intereses y necesidades de los productores de los diferentes textos.
Construida para convencer, surgida en los albores de la cultura occidental –la Grecia del siglo V A. C.- a partir de acontecimientos tan concretos como juicios por la propiedad de tierras en disputa, la Retórica es un modelo de producción de discursos argumentativos. Después de regir las composiciones más diversas durante siglos (ensayos, poesía, novela, cuento, discurso político, texto filosófico, sermones, oraciones fúnebres, descripciones científicas, etc.), el Romanticismo decretó su muerte, confundiendo su intensa voluntad de sistematizar y definir con claridad sus elementos con una estrechez de miras que encarcelaba la expresividad de los autores. La acusación de “sofistas” que se hizo a los retóricos en tiempos de Platón volvió, aunque con otros matices; ya no se los acusaba de desvirtuar el lenguaje para obtener ciertos fines, los mismos que el Platonismo y sus derivados intentaban alcanzar, sino de ineficacia, de ser una forma inflexible de estructurar el pensamiento. O sea, dentro de la retórica no se podía pensar con libertad, olvidando que lo había permitido durante casi veintitrés siglos.

Ya en los setenta del siglo XX volvió por sus fueros y, de manos del Estructuralismo y la Semiología, se entendió que no era una taxonomía que se agotaba en el mero intento de clasificar: también podía ser un modo de alcanzar una interpretación plausible. Se sabe: para comprender y producir determinados fenómenos primero hay que poder describirlos y la Retórica (pese a su Antigüedad) presentaba la acumulación de un repertorio de formas, tópicos y recursos que permitían llevar a cabo este primer paso del trabajo textual con solidez y consistencia.

En algún momento, luego de la fe bastante ciega en la Lingüística estructural (como si ésta fuera la panacea que podía explicar todos los lenguajes), Jacques Derrida afirmó que una posibilidad privilegiada de deconstruir la historia de las ideas y las ideas mismas de la cultura occidental estaba en revelar su “retoricidad” para, de ese modo, relativizar sus afirmaciones. Al mostrar su especificidad retórica, la consecuencia que de esto se deriva es que no hay revelación de certezas sino construcción discursiva de argumentos. Como evidencia de sus modos de construcción, el antiguo “Ars Bene Dicendi” (“Arte del buen decir”) permite mostrar que en los textos de la cultura no hay verdades sino construcciones de verdad que dependen de los momentos históricos y los intereses y necesidades de los productores de los diferentes textos1.

Antes como ahora, la retórica no constriñe sino que facilita. Ofrece un abanico de herramientas para la escritura que, más allá de teorizaciones y prejuicios, contiene y da forma a todo discurso que pretenda convencer a partir de argumentaciones razonadas que transmitan de modo preciso sus contenidos.
Miguel Santoro es Licenciado en Letras, egresado de la Universidad de Buenos Aires. Ha escrito artículos, poemas y materiales para la enseñanza en diversas áreas de su especialidad. Se desempeña como docente titular de asignaturas vinculadas con la producción de textos en castellano en las carreras terciarias de Cultural Inglesa de Buenos Aires.

1 Ejemplos del renovado interés que en la Academia se produjo por la retórica son tanto las investigaciones de Paul De Man, quien califica directamente a su modalidad de trabajo como análisis retórico, y el seminario dedicado al tema por Roland Barthes en L’École Pratique de Hautes Études entre 1964 y 1965. El mismo, titulado La retórica antigua. Prontuario, fue traducido e incluido en la recopilación de textos del citado autor llamado La aventura semiológica, Paidós, Barcelona, 1990, pp. 85-160.




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