Sobre la naturaleza del pensamiento






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fecha de publicación06.01.2016
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Sobre la naturaleza del pensamiento

Por Espergesia
¿Razón o sentimientos? Trazamos nuestro ser en la frontera entre estos dos conceptos y es por esto que su alianza nos es invisible. No somos capaces de pensar sin el romántico abismo que nos imponen las dicotomías. Yes así como el lenguaje binario, idéntico al de las computadoras, encierra al discernimiento, ahogándolo en la mediocridad.

El propósito en la vida debe ser encontrar las incongruencias del sistema, la unión de lo incoherente, puesto que es el absurdo lo que nos despierta de la somnolencia en la que nos sumerge la cotidianidad.

Son pocas las instancias en la vida diaria que nos permiten ver la síntesis de los términos que creemos antagónicos. Es necesario tomar distancia y reflexionar, lograr una perspectiva integral para entender lo que nos rodea y lo que nos constituye.

En Fragmentos de un discurso amoroso, RolandBarthes habla de la espera como una situación donde los sentimientos (la angustia) trastocan la razón:

“[…] desencadeno la angustia de la espera. Comienza entonces el primer acto; está ocupado por suposiciones: ¿y si hubiera un malentendido sobre la hora, sobre el lugar? Intento recordar el momento en que se concretó la cita, las precisiones que fueron dadas. ¿Qué hacer (angustia de conducta)? ¿Cambiar de café? ¿Hablar por teléfono? ¿Y si el otro llega durante esas ausencias? Si no me ve lo más probable es que se vaya, etc. El segundo acto es el de la cólera; dirijo violentos reproches al ausente: “siempre igual, él (ella) habría podido perfectamente…”, “Él (ella) sabe muy bien que…” ¡Ah, si ella (él) pudiera estar allí para que le pudiera reprochar no estar allí! En el tercer acto, espero (¿obtengo?) la angustia pura: la del abandono; acabo de pasar en un instante de la ausencia a la muerte; el otro está como muerto: explosión de duelo: estoy interiormente lívido.”1

Se ve cómo las proposiciones lógicas se mantienen pero las dimensiones se tornan disparatadas. La angustia absorbe la capacidad de acción y crea un ambiente de desesperación. Los sentimientos toman territorio sobre la razón, pero de manera oculta, se infiltran sigilosamente bajo disfraces de racionalidad. Mantienen el método, la forma y cambian su contenido, creando así una incongruencia que pasa desapercibida.

Frente a esta angustia, el capital ha encontrado un negocio. Con redes sociales, celulares inteligentes y toda la tecnología al servicio de la comunicación, la espera se pierde: no hace falta más que levantar el teléfono y llamar, o mandar un mensaje de texto, un Whatsapp, una nota de audio, etc. Pero la desesperación se cuela de todas formas. En realidad, sólo cambia la dimensión del tiempo y del espacio. Hoy tenemos la obligación de estar pendientes de posibles encuentros virtuales, porque si no, se desencadena la angustia y el reproche. Es un fenómeno social que sostiene la hipercomunicación a partir de este miedo a la espera.

El neurólogo Oliver Sacks presenta en su libro Los ojos de la mente un caso inverso al de Barthes: el síndrome de Capgras.Las personas que lo padecen son capaces de reconocer racionalmente un rostro, pero no generan una sensación de familiaridad emocional con el mismo. En este caso los sentimientos se retrotraen y queda la razón desnuda, incapacitada. Se desarticula la comprensión, todo se torna insustancial, falso. El conocimiento racional no es verdadero si no lo acompaña el sentimiento de familiaridad. No se asimila al otro, sino todo lo contrario, se genera una sensación de otredad máxima.

“La identificación se basa en el conocimiento; la familiaridad se basa en el sentimiento; pero ninguna de las dos cosas implica la otra. Las dos tienen bases nerviosas diferentes y pueden disociarse”2

Por más que en el cerebro puedan reconocerse áreas específicas, incluso grupos de neuronas dedicadas a cumplir roles determinados: “El cerebro es más que un conjunto de módulos autónomos (…). Cada una de estas áreas funcionalmente especializadas debe interactuar con decenas o cientos de otras, y su integración total crea algo parecido a una orquesta enormemente complicada con miles de instrumentos, una orquesta que se dirige a sí misma y cuya partitura y repertorio cambian continuamente.”3

El síndrome de Capgras es una patología que sufren algunos individuos, pero no es difícil pensarla en el plano social. Hannah Arendt ya esbozó la banalidad del mal: los grandes sistemas de crueldad masiva no se generan por una voluntad siniestra de hacer el mal, sino, sencillamente un sistema de burocracia y la alienación que ésta implica.

El odio, la xenofobia y la discriminación son motores que obligan a los demás sentimientos a replegarse, son amputados, dejando a la razón abandonada en una estructura estática, funcionando como una máquina vacía, sin límites, donde el pensamiento queda impotente.

Esto es lo que permite que Israel envíe misiles dirigidos a escuelas y hospitales de Gaza; que sus blancos sean niños, mujeres y ancianos; que se busque el exterminio de la población civil mediante la utilización de fósforo blanco. El pueblo judío desterrado, perseguido, víctima de un holocausto, hoy es culpable de un genocidio contra los palestinos.

Las guerras son empresas que producen una ablación de los sentimientos, similar a lo que ocurre con el síndrome de Capgras. Se pierde la sensación de familiaridad, la identificación con el otro. Sólo somos capaces de expresarnos en cifras, contamos el número de muertos.

Pero “cuando la guerra se va, la poesía vuelve”4, decía Artaud. Lo irreal y lo real, lo visible y lo invisible, lo conocido y lo desconocido, la vigilia y el sueño, se cruzan y se entrecruzan, se funden y se confunden; las relaciones entre ambos mundos llamados opuestos se han hecho más profundas y angustiosamente lúcidas como nunca antes en la poesía, según Nerval5. Los surrealistas comprendían desde lo más hondo que el inconsciente nos domina, por eso vivían con un pie en los sueños y el otro en el suelo, en la más dura realidad, la cotidiana, la que tiene implicaciones políticas. En su estrecha relación con el mundo se opone y protesta contra él; a través del arte se hace un espacio para la libertad.

En la conferenciaLa evidencia poética que pronuncia Paul Eluard, con motivo de la primera exposición internacional del surrealismo en Londres en 1936, dice que la poesía lejos de ser para la exclusividad de algunos eruditos, debe ser hecha por todos y para todos.

“Si bien la poesía a la que yo me refiero se expresa seguido en palabras, ningún oro medio le está vedado. El surrealismo es un estado de espíritu (…) No hay dualismo entre la imaginación y la realidad, todo lo que el hombre puede concebir y crear proviene de la misma vena, es de la misma materia que su carne, que su sangre y del mundo que lo rodea.”6

En este mismo discurso plantea una situación bellísima donde en medio de la guerra, los disparos, los bombardeos y la muerte, dos amigos corren desde campamentos enemigos a fundirse en un abrazo fraternal.

“(…) El artillero alemán Max Ernst bombardeaba las trincheras donde yo, soldado de infantería francés, montaba guardia. Tres años después nosotros somos los mejores amigos del mundo entero y luchamos por la misma causa: la emancipación del hombre”

El surrealismo lucha contra aquella otredad que diferencia a los humanos, que no permite que se identifiquen como hermanos. Y resuena el poema de EluardLiberté
Y por el poder de una palabra

Vuelve a comenzar mi vida

Sólo nací para conocerte

Para nombrarte

Libertad ”7
Ya sea por su presencia agobiante o por su ausente ubicuidad, los sentimientos arraigan e impulsan el pensamiento, empapándose de racionalidad para lograr una estructura lógica. La angustia de Barthes que nos hunde en el desespero y en el constante miedo a la espera o el síndrome de Capgras y la guerra deshumanizadora son instancias donde el Todo queda disgregado, desarticulado. No hay que perder de vista la orquesta enormemente complicada que describe Sacks donde cada módulo autónomo se integra con otros para crear algo mayor. En realidad nada existe apartado e independiente; siempre se puede encontrar el puente, aunque sea desde su exilio, desde el afuera, o quizás también desde el adentro, desde el inconsciente.

La perspectiva surrealista es revolucionaria porque visualiza una síntesis multipicadora. Hace estallar el orden categórico y se deshace de la idiosincrasia escrupulosa: desnuda la arbitrariedad y refunda el caos creador.

Es de esta manera como hay que Re-flexionar, volver sobre el objeto de nuestro pensamiento con plena consciencia de la unión entre razón y sentimentos. Entender lo indivisible de estas naturalezas que oponemos abre las posibilidades frente a aquello impensable. Debemos adueñarnos de nuestro propio pensamiento, no permitir que la alienación nos lo sustraiga porque es lo único que nos mantiene libres. Pero hoy en día un conformismo feroz lo reduce, lo aísla y lo encierra. Es necesario librarnos entonces de los preconceptos que encarcelan al pensamiento, deshacernos de las falsas verdades como lo es el antagonismo entre razón y sentimiento.

1Barthes, Roland, Fragmentos de un discurso amoroso, Buenos Aires, Siglo XXI, 2006.p. 91.


2Sacks, Oliver, Los ojos de la mente, Barcelona, Anagrama, 2010 p. 120

3Op. Cit. p.118, la cursiva me corresponde

4Millard-Chary, Claude, L’imaginerguerrierdans la poétiquesurréaliste, p 73 disponible en http://www.persee.fr/web/revues/home/prescript/article/homso_0018-4306_1993_num_107_1_2683(14/08/2014 23:45)

5Nerval, Gérard, Les filles de feu; La Pandora; Aurelia, Paris, Gallimard, 1989.p 227


6Eluard, Paul, L’evidencepoétique en http://www.lettresvolees.fr/eluard/documents/Conference_Caron.pdf (14/08/2014 23:45)

7Eluard, Paul, Au rendez-vousallemand, Paris, Les éditions de minuit 1942

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