LOS SÍMBOLOS EN LA POESÍA DE ANTONIO MACHADO Siguiendo la tradición simbolista que le llega a través del modernismo, Machado empleará en sus poemas como recurso primordial la técnica de aludir a las realidades que le interesan (la muerte, el tiempo, la soledad, etc.) mediante evocaciones de objetos, ideas o sensaciones. Eso son los símbolos. Algunos de los más recurrentes son:
La tarde tiene diversos matices. Está íntimamente ligada al concepto de temporalidad (tempus fugit), por lo que es símbolo de declive, del paso del tiempo, y produce melancolía. Es la hora machadiana por excelencia. A veces se asocia con la esperanza del nuevo día que anticipa.
El camino, que aun siendo una senda real por donde pasea el poeta, representa el vivir y el paso del tiempo. En Machado el camino está siempre por hacer, como se apreciará en Campos de Castilla (Caminante no hay camino / se hace camino al andar…).
Los sueños, que muestran la realidad que se encuentra más allá de la experiencia cotidiana, el carácter irrealizable del ansia de trascendencia.
El agua que corre, clara, bulliciosa, es símbolo de vida en su poesía juvenil. Pero la canción del agua es también la de la monotonía, el tedio de la vida, la eternidad del dolor. La fuente invita al recuerdo, pero el poeta persigue evocaciones de alegría y amor, y la fuente le conduce a la tristeza, a la monotonía del vivir (frente al agua quieta en la taza, que simboliza la muerte). Las fuentes son portadoras de un enigma que provoca la atracción del yo poético. También la noria, relacionada con el agua, es una forma más de presentar la vida como algo eternamente repetido, como una dedicación del hombre que no encuentra sentido a su existencia.
El huerto, el jardín, la glorieta son lugares que invitan a la reflexión y simbolizan la nostalgia y la melancolía que nos trae el recuerdo. Suponen un acercamiento a los lugares perdidos de la infancia (como en Verlaine o Juan Ramón). El huerto simboliza la ilusión, vista en el recuerdo infantil, mientras el jardín se vincula con la tarde y la fuente. En la oposición naturaleza libre / naturaleza sometida a reglas (jardín), Machado se inclinará por la libertad del paisaje.
Las galerías son vías interiores por las que el poeta intenta superar la amargura del vivir, entregándose a sueños, esperanzas y recuerdos.
La colmena, las abejas, la miel expresan los anhelos más hondos de Machado. Sus connotaciones son muy ricas: aluden a la esperanza del hombre que, a partir de su amargura y su dolor, va generando en su alma un deseo de hallar sentido a la vida.
El sol representa el ansia de encontrar una luz, una meta, la trascendencia que se niega al ser humano.
Los árboles, que siempre se transforman (“algunas hojas verdes le han salido”), señalan, como las estaciones, el paso del tiempo.
El río y el mar. Derivado de una antigua tradición literaria, el río es símbolo de vida. El mar, como lugar último, simboliza lo absoluto e ilimitado. Machado lo identifica con una nada activa que aniquila cualquier individualidad.
El campesino soriano es símbolo de la decadencia histórica. Con él se muestra un proceso de degradación desde el héroe épico al palurdo atónito y violento (véase “La tierra de Alvargonzález”) asociado al cainismo. Cabe mencionar, en este sentido, la presencia del señorito andaluz como arquetipo en los poemas de Baeza.
|