Resumen de los elementos básicos de lo narrativo






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Introducción a la teoría narrativa de David Herman.
Herman, David. Basic Elements of Narrative, 2009
Objetivo del estudio (p. 15)
«Mi objetivo es diagnosticar las propiedades críticas de los textos que pueden considerarse que desempeñan una función narrativa en un rango de contextos; estipular que las propiedades así identificadas constituyen los elementos básicos de lo narrativo; y especificar el gradiente o la forma más o menos (opuesta al binarismo 0 o 1) en la que cada una de esas propiedades se realizan en un determinado caso dando lugar a instancias más o menos prototípicas de la categoría de lo narrativo.»
(p. 30)
«Durante todo el libro se intenta demostrar como conceptos desarrollados durante el periodo estructuralista clásico de investigación narratológica pueden enriquecerse con ideas de la sociolingüística, el análisis del discurso, la psicología social y cognitiva, la filosofía de la mente, y otros campos.»
Resumen de los elementos básicos de lo narrativo (p. XVI)
«1.- CONTEXTUALIZACIÓN (SITUATEDNESS): Una narración prototípica puede caracterizarse como una representación que está situada en –y debe ser interpretada a la luz de- un contexto discursivo específico o momento en que fue contada.
2.-SECUENCIACIÓN DE EVENTOS (EVENT SEQUENCING): La representación, además, lleva a los intérpretes a producir inferencias respecto a un curso temporal estructurado de eventos concretos.
3.- CREACIÓN DE UN MUNDO/PERTURBACION DE ESE MUNDO (WORLDMAKING/WORLD DISRUPTION): Llegado el momento, estos eventos producen una perturbación o desequilibrio en un mundo narrativo (storyworld) en el que están implicados seres humanos o agentes pseudohumanos, independientemente de que ese mundo se presente como real o ficcional, realista o fantástico, recordado o soñado, etc.
4.- EXPERIENCIALIDAD, CÓMO ES, QUALIA (WHAT IT’S LIKE): La representación además transmite la experiencia de vivir en este mundo narrativo en curso (storyworld-in-flux), subrayando el efecto de los eventos en las consciencias, reales o imaginadas, que se ven afectadas por los acontecimientos.»

Hacia una definición de narrativa (p. 2)
«Más que concentrarse en situaciones generales abstractas, las narraciones recogen lo que ocurre a personas concretas –y como es para ellos la experiencia de esos sucesos– en circunstancias particulares y con consecuencias específicas. En otras palabras, la narrativa es una estrategia básica del ser humano para enfrentarse al tiempo, a los procesos y al cambio –una estrategia que contrasta con, pero en ningún caso es inferior a, los métodos de explicación “científicos” que caracterizan fenómenos como instancias particulares de leyes generales. La ciencia explica los procesos atmosféricos que deben tener lugar para que una precipitación tome la forma de nieve en lugar de lluvia; pero es necesaria una narración para expresar como es caminar por el camino de un parque sobre nieve recién caída mientras la tarde deja paso al anochecer a finales de otoño de 2007.»
Diversos puntos de vista sobre narrativa y su ubicuidad (p. 7)
«Gran parte del reto de descomponer las narraciones en sus elementos básicos se debe a que la narrativa puede ser vista desde distintos ángulos: como una estructura cognitiva o modo de otorgar sentido a la experiencia; como un tipo de texto, producido e interpretado como tal por aquellos que lo producen o lo transitan a través de diferentes medios semióticos (lenguaje hablado o escrito, cómics y novelas gráficas, películas, televisión, comunicación asistida por ordenador como podría ser la mensajería instantánea, etc.); y como un recurso para la interacción comunicativa, que a la vez modela y es modelado por los prácticas de narrar.

Entre las palabras dedicadas a la narrativa que son citadas más a menudo y han tenido mayor resonancia están las siguientes, recogidas del ensayo Introducción al análisis estructural del relato que escribió Roland Barthes en 1966:
Innumerables son los relatos existentes. Hay, en primer lugar, una variedad prodigiosa de géneros, ellos mismos distribuidos entre sustancias diferentes como si toda materia le fuera buena al hombre para confiarle sus relatos: el relato puede ser soportado por el lenguaje articulado, oral o escrito, por la imagen, fija o móvil, por el gesto y por la combinación ordenada de todas estas sustancias; está presente en el mito, la leyenda, la fábula, el cuento, la novela, la epopeya, la historia, la tragedia, el drama, la comedia, la pantomima, el cuadro pintado (piénsese en la Santa Úrsula de Carpaccio), el vitral, el cine, las tiras cómicas, las noticias policiales, la conversación. Además, en estas formas casi infinitas, el relato está presente en todos los tiempos, en todos los lugares, en todas las sociedades; el relato comienza con la historia misma de la humanidad; no hay ni ha habido jamás en parte alguna un pueblo sin relatos; todas las clases, todos los grupos humanos, tienen sus relatos y muy a menudo estos relatos son saboreados en común por hombres de cultura diversa e incluso opuesta1: el relato se burla de la buena y de la mala literatura: internacional, transhistórico, transcultural, el relato está allí, como la vida.»

El giro narrativo (‘narrative turn’) de las ciencias sociales y cognitivas. Interdisciplinaridad (p. 23)
«En su contribución al volumen titulado The Travelling Concept of Narrative, Matti Hyvärinen traza la importancia de la reciente difusión de la narrativa más allá de las fronteras entre disciplinas, sugiriendo que “el concepto de narrativa se ha extendido en los últimos treinta años dentro de lo que se ha venido a llamar el ‘giro narrativo’ de las ciencias sociales… El concepto ha viajado con éxito a la psicología, la educación, las ciencias sociales, el pensamiento político, la investigación en salud, las leyes, la teología y las ciencias cognitivas” (Hyvärinen 2006:20). El ‘giro narrativo’, para usar el témino que Hyvärinen adopta de Kreiswirth (2005), ha moldeado también el campo de las humanidades en décadas recientes, gracias en parte al desarrollo de las teorías estructuralistas desarrolladas en Francia a mediados de los sesenta.»
(p. 24)
«Influidos por los Formalistas, al darse cuenta que los relatos pueden presentarse en una gran variedad de formatos textuales, medios y géneros, los Estructuralistas como Barthes ([1957]) 1972, [1966] 1977) defendieron explícitamente una aproximación integradora al análisis de la narrativa, una aproximación en la que los relatos pudieran ser vistos como el soporte de múltiples actividades comunicativas y cognitivas, desde conversaciones espontáneas o escritura historiográfica a las artes visuales, la danza y las tradiciones mitológicas y literarias. Sin embargo, sólo tras el declive del estructuralismo ha empezado a emerger una aproximación a la narrativa de este tipo. Aunque se necesita hacer más para promover un diálogo e intercambio genuinos entre los análistas narrativos que trabajan en diferentes campos, es innegable que la pasada década en particular ha visto un crecimiento exponencial de la investigación interdisciplinaria y la actividad educativa centrada en lo narrativo.»
(p. 26)
«Una forma de mapear los desarrollos más recientes en el estudio de la narrativa es señalar el desplazamiento de aproximaciones “clásicas” a “postclásicas”. Enraizadas en la teoría literaria del Formalismo Ruso, las aproximaciones clásicas fueron extendidas por los narratólogos estructuralistas comenzando a mitad de los sesenta, y refinadas y sistematizadas hasta los primeros años de la década de 1980 por estudiosos como Mieke Bal, Seymour Chatman, Wallace Martin, Gerald Prince, Shlomith Rimmon-Kenan, y otros. […] Las aproximaciones posclásicas se basan en esta misma tradición pero la suplementan con conceptos y métodos que no estaban disponibles para analistas como Barthes, Genette, Greimas y Todorov durante el auge del Estructuralismo. Estas ideas provienen de campos tan variados como la teoría de género y la ética filosófica, la lingüística postsausureana, la filosofía del lenguaje, la ciencia cognitiva, estudios comparativos entre medios o la teoría crítica. La narratología posclásica, que no debe ser confundida con teorías narrativas postestructuralistas, incluye a la narratología clásica como uno de sus ‘momentos’ pero también incluye perspectivas más recientes sobre la forma y función de lo narrativo.»

Primer elemento: Contextualización (‘situatedness’)
(p. 37)

«Las narrativas están estructuradas por, y conforman las estructuras de, los contextos comunicativos en los que se producen. Ideas procedentes de múltiples campos de estudio, incluyendo la sociolingüística, la psicología social y la narratología, pueden arrojar luz sobre las situaciones narrativas asumidas en este doble sentido – como entornos comunicativos que configuran la interpretación de la narración y, recíprocamente, como contextos configurados por esas mismas prácticas narrativas.»
(p. 38-39)

«El próximo apartado revisa las aproximaciones sociolingüísticas a las situaciones narrativas, partiendo del replanteamiento que llevo a cabo Ervin Goffman (1981) del par hablante-oyente en términos de lo que él vino a llamar formatos de producción y marcos de participación. En esta sección se discutirá también como la investigación en los procesos de toma de turno es relevante para el estudio de las situaciones narrativas. Después pasaré a la teoría del posicionamiento (Harré y van Langenhove 1999) desarrollada por psicólogos sociales para sugerir como las narrativas son a la vez causa y resultado de las prácticas discursivas, en las que los participantes emplean sus enunciados para situarse ellos mismos y a los demás en narraciones sujetas a algún tipo de discusión. Finalmente, discutiré como los narratólogos han desarrollado otra aproximación a las situaciones narrativas; refinada por los teóricos de la narrativa de corte retórico, esta aproximación, en ocasiones denominada “modelo de comunicación narrativa” (Chatman 1978; Herman y Vervaeck 2005a; Martin 1986; Rimmon-Kennan [1983] 2002; Shaw 2005) distingue entre los autores, los autores implícitos y los narradores del lado de la producción del proceso narrativo y, del lado de la interpretación, los roles correspondientes de lectores, lectores implícitos y narratarios.»

(p.40-42; Formatos de producción, marcos de participación y situaciones narrativas)
«La reformulación de Goffman del par hablante-oyente en términos de formatos de producción y marcos de participación (Goffman 1981: 124-49) puede detectarse en su trabajo anterior (Goffman 1974) sobre el modo en que las personas dotan de sentido al mundo mediante la creación de marcos (frames) que canalizan y delimitan los tipos de inferencias que deben hacerse sobre actividades particulares y zonas de experiencia. Consideremos, por ejemplo, los diferentes protocolos en los que las personas se apoyan para interpretar las narraciones que se cuentan en una clase, en una ficción literaria experimental, o durante una discusión entre miembros familiares. Empleamos diferentes estrategias para afrontar estas situaciones narrativas porque las enmarcamos como tipos de actividades diferentes (cf. Levinson [1979] 1992; Wittgenstein [1953] 1958). Del mismo modo, Goffman sugiere que los participantes en una conversación contextualizan lo que está sucediendo enmarcando las transacciones comunicativas de maneras que les permitan asignar diferentes tipos de status o roles (footings según Goffman) a ellos mismos y a los otros. A partir de ahí modifican tanto los marcos como las asignaciones de roles que esos marcos conllevan si la naturaleza de la transacción cambia durante su curso. Recíprocamente, desplazarse a un marco diferente o alterar los roles puede modificar la naturaleza de una determinada transacción, como cuando un comercial deja de charlar sobre banalidades con un cliente potencial y comienza a presentar el discurso de venta que ha sido enseñado a transmitir.

Así, en lugar de modelos diádicos de comunicación más antiguos, basados en las “categorías globales populares” (global folk categories) de hablante y oyente, Goffman descompone estos términos supuestamente primitivos “en elementos menores y analíticamente coherentes” (1981:129). Para Goffman, los términos hablante y oyente no están lo suficientemente matizados como para capturar los muchos (y fluctuantes) status que alguien puede tomar como participante en una conversación. Entre los soles relevantes se incluyen, por una parte, aquellos asociados con los diversos formatos de producción que puede tomar una enunciación – formatos entre los que se incluyen hablar como autor, animador, defensor o figura. Por otro lado, la categoría popular de oyente debe descomponerse en un rango de posibles status de participación incluyendo aquellos de destinatario (ádrese), participante ratificado no destinatario (bystanter), participante no destinatario sin ratificar (eavesdropper, cotilla, mirón).

¿Pero cómo pueden las ideas de Goffman aplicarse a la comunicación narrativa de forma concreta? ¿Cómo puede iluminar el papel del contexto en la configuración de las situaciones narrativas, así como el papel de la narrativa en la configuración del contexto comunicativo? Tanto los formatos de producción como los marcos de participación pueden considerarse estrategias para formular respuestas a preguntas –preguntas que nos planteamos al irnos orientando dentro de las situaciones narrativas en las que estamos inmersos: ¿soy el receptor al que esta persona está dedicando su narración o soy receptor no destinatario y sin ratificar, un fisgón escuchando un cotilleo del que no debería tener conocimiento? ¿Representa el texto narrativo que estoy leyendo las palabras de alguien que está hablando en su propia defensa, como en el caso de una autobiografía, o las palabras de alguien como en el caso de un testimonio o un elogio? Además, ¿Es la narración en cuestión producida por un personaje que participa en su argumento, un relato enmarcado o relato dentro del relato, o es el emisor simultanemente autor y animador? ¿Qué clase de encuentro está teniendo lugar? En otras palabras, ¿está el relato de mi interlocutor siendo utilizado en una discusión o una disculpa, o existen otros propósitos comunicativos, como recordar la muerte de una persona amada o entretener a una audiencia de lectores de ficción educados? Interpretar un relato requiere intentar formular respuestas a preguntas como estas, esto es prestar atención a como un determinado relato esta insertado dentro de un tipo particular de situación narrativa.»

(p. 55; Teoría del posicionamiento)
«Utilizando los términos propios de la teoría del posicionamiento (Harré y van Langenhove 1999; cf. Bamberg 1997b, 2004ª, 2005), un método de análisis propuesto por investigadores dedicados al campo de la psicología social conocido como psicología discursiva (cf. Edwards 1997, 2006; Edwards y Potter 1992; Harré 2001; Harré y Gillett 1994; Harrle y Stearns 1995), los actos de habla se emplean para asignar posiciones a los actores sociales. Las posiciones, en este modelo, son lugares dentro de una escala o continuo que corresponde a polaridades del tipo de “fuerte frente a débil”, “llamativo frente a discreto”, etc. En el transcurso del tiempo la producción de discursos para el posicionamiento del yo y de otros ayuda a construir argumentos narrativos a partir de los que podemos otorgar sentido a nuestras acciones y a las de los demás. Recíprocamente, esas narraciones proporcionan los medios para relacionar la asignación de una posición concreta con una enunciación determinada, como cuando un comentario malicioso sobre una persona resulta efectivo gracias a que apuntala (o menoscava) un relato mayor sobre esa persona. La teoría del posicionamiento proporciona por tanto otro modo de caracterizar como un elemento básico de lo narrativo su situación en los contextos comunicativos. El empleo de narraciones sirve para posicionar al emisor y al receptor, y en algunos casos a refutar posiciones asociadas a narraciones en disputa, mientras que los actos de habla individuales contribuyen a la formación de narraciones mas o menos convergentes o conflictivas sobre el yo y el otro. Además, el proceso de la narración contribuye a posicionar caracteres en los mundos narrativos (storyworlds).»
«Puedo posicionar a otra persona o a mi mismo de una forma inintencionada cuando produzco enunciados que conectan con (refuerzan o menoscaban) narraciones de las que no soy consciente, como cuando alabo la puntualidad de alguien en presencia de otros que han construido una narrativa más amplia sobre esa persona y su obsesión con llegar a tiempo.»
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