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III. Necesidad de competencias, habilidades digitalesLos ciudadanos, según el diagnóstico de la situación descrito más arriba, necesitan de la adquisición de una serie de competencias, de habilidades y prácticas que les permitan moverse con soltura y conciencia por el mundo digital. Las prácticas cotidianas digitales, constatadas por las estadísticas que acabamos de ver, no convierten al ciudadano en general ni al nativo digital en particular, en competentes digitales per se, pero sí permiten que los formadores utilicen una serie de herramientas y formas de acceso y de compartir la información, que facilitan la planificación del ejercicio de destrezas clave como es el pensamiento crítico e incorporar debates que resultan problemáticos en la era digital como puede ser la noción de autoría distribuida. (Lara, Tiscar 2009) El acceso a las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) y a Internet, es imprescindible pero no suficiente. La tecnología por sí sola no sirve para mucho; es necesario aprender a usarla correctamente para obtener el mayor potencial posible de estas herramientas En este contexto clave, surge la necesidad de adquirir competencias digitales, entendida como la suma de las competencias tecnológicas o informáticas y las informacionales. Es necesario por lo tanto, un reconocimiento por parte de los educadores, bibliotecarios y de los gobernantes, de que la alfabetización informacional, y no solo la alfabetización tecnológica, es la clave educativa de la tan llamada sociedad de la información. No se puede incurrir en el error de que en muchas iniciativas TIC, la I y la C se dejen de lado a favor de la T (CCB, 2009) .
¿Qué se entiende por competencias digitales? ¿Cuáles son las competencias necesarias para poder desenvolverse de forma hábil por Internet? Los ciudadanos a cualquier nivel, se le suponen una serie de habilidades y competencias lingüísticas que ha podido adquirir a lo largo de toda su vida mediante diferentes procesos educativos formales, no formales e informales. Sin embargo, las competencias necesarias para desenvolverse con soltura en los márgenes de la cultura digital y, por extensión, de la cultura contemporánea aún no han sido incorporadas de manera sistemática en los planes educativos, de modo que el ciudadano accede a este mundo digital carente de la formación adecuada. La forma en la que buscamos información, accedemos a ella, la evaluamos y comunicamos para crear nuevos conocimientos, ha cambiado significativamente con el uso de Internet, las redes sociales y las tecnologías móviles y de participación. La Web 2.0 aumenta la cantidad de información disponible, aumenta la velocidad con la que esta información va creciendo, ofrece la posibilidad de adquirir más conocimiento permitiendo acceder a contenidos generados por los propios usuarios y herramientas basadas en software que facilitan la colaboración entre ellos y que compartan los recursos y el conocimiento. La Web 2.0 también permite que todo esto se pueda hacer desde una perspectiva generacional ya que el usuario tendrá diferentes experiencias en función de sus propias habilidades y expectativas. El proceso tradicional de búsqueda de información ya no es un movimiento lineal sino que dibuja múltiples formas geométricas, que se entrecruzan y retroalimentan como resultado de las nuevas formas de aprendizaje y de los nuevos medios. En el nuevo contexto digital que nos ha tocado vivir, el procesamiento de la información no acaba cuando se comunica la nueva información, sino que la creación de nuevos conocimientos se produce en el mismo momento en que son comunicados y presentados. No hay apenas distinción entre acceso y evaluación (por ejemplo, asignamos y aportamos etiquetas y valoraciones en el mismo momento en el que accedemos), no hay lapsus de tiempo entre comunicación y presentación y no acaba ahí el proceso. Tras la presentación vuelven a comunicarse otros nuevos conocimientos que enriquecen los anteriores y que a su vez generan más conocimiento. Si observamos detenidamente qué significa hoy estar alfabetizado, posiblemente nos daremos cuenta de la gran diferencia existente entre las habilidades informacionales de nuestros padres o abuelos, y las nuestras o de nuestros hijos. Por lo tanto, no es lo mismo estar alfabetizados hoy que hace 100, 50, 10 años. Y si seguimos con estas reflexiones, ¿es lo mismo estar alfabetizado aquí (donde nos encontremos), que en cualquier otra parte del mundo? La brecha digital existe, sin lugar a dudas. Y cada día aumentan o surgen nuevas brechas entre los competentes digitales y los que no lo son. Por otro lado, ya hemos visto como las bibliotecas han dejado de ser los únicos lugares de acceso a la información. En este sentido son bastante esclarecedores los argumentos que Sandy Campbell proporciona en el primer capítulo del libro publicado por la IFLA y coordinado por Jesús Lau (IFLA, 2008). En su capítulo, titulado Defining Information Literacy in the 21st Century, Campbell expone los argumentos que nos llevan a replantearnos la definición de la ALFIN: las bibliotecas han dejado de ser la principal fuente de información, su relación con sus usuarios ya no se realiza de forma presencial, los usuarios están definiendo por si mismos cual es la formación en competencias informacionales que necesitan, ya que se presentan con una gran variedad de niveles en las competencias y en muy variados entornos, y por último, se deben evaluar de forma muy rigurosa los actuales planes de formación de usuarios. Alfabetización informacional digital es la habilidad para encontrar, evaluar y usar la información digital de forma efectiva, eficiente y ética. La información digital es diferente de la información impresa y las habilidades que hay que tener para su gestión también son diferentes: uso de herramientas especializadas para encontrar información digital, desarrollo de una actitud necesaria para un entorno de información digital. La competencia digital es la combinación de conocimientos, habilidades y capacidades, en conjunción con valores y actitudes, para alcanzar objetivos con eficacia y eficiencia en contextos y con herramientas digitales. Esta competencia se expresa en el dominio estratégico de las cinco grandes capacidades asociadas respectivamente a las cinco dimensiones de la competencia digital que veremos a continuación. Acreditar un dominio en los ámbitos que se proponen, significa ser un competente digital, dominio al que deben aspirar todos los ciudadanos. La alfabetización en información, aunque muestre una significativa interrelación con las habilidades para el manejo de las tecnologías de la información, es un área distinta (CCB, 2009), que enfatiza el contenido, la comunicación, el análisis, la búsqueda, evaluación y uso de la información. Las tecnologías de la información son un medio necesario que complementa la actividad intelectual de la alfabetización en información. La alfabetización digital es la suma de ambas competencias, que muestra el manejo de las infraestructuras técnicas, habilidades para usar las aplicaciones informáticas, conceptos fundamentales sobre redes e información, manejo de redes sociales y habilidades intelectuales para manejar la tecnología de la información, como paso previo para manejar la información a la que estas herramientas permiten el acceso. Las competencias informáticas constituyen habilidades fundamentales para moverse por la actual sociedad de la información, pues el manejo de las tecnologías actuales, el acceso a Internet y el conocimiento del lenguaje que se usa en los documentos multimedia, que son objetivos de la alfabetización tecnológica, son una parte necesaria de las numerosas tareas, para conseguir una eficaz gestión de la información. ![]() Boris Mir (2009, marzo) describe de esta forma las cinco dimensiones de la competencia digital:
Como puede observarse, la competencia o competencias digitales abarcan dimensiones tanto tecnológicas como informativas, pero también de prácticas sociales y culturales. Estás dimensiones pueden concretarse en cinco capacidades asociadas, relativas a medios y entornos digitales:
Parece que de forma paulatina, se está tomando conciencia de que las competencias informacionales e informáticas o digitales, tienen un papel fundamental en la alfabetización de la sociedad actual. Y lo más curioso es que ambas competencias van juntas, íntimamente unidas, hasta tal punto que no se puede avanzar en la una si no lo hacemos simultáneamente en la otra. Es el nuevo horizonte que tienen por delante los centros de enseñanza de cualquier tipo, pero también las bibliotecas independientemente de la clasificación. Uno de los errores que más frecuentemente se cometen a la hora de definir la competencia digital o alfabetización digital es, como dice Tiscar Lara en su capítulo en el libro Web 2.0: nuevas formas de aprender y de participar (Grané, Mariona y Willem, Cilia, 2009), reduciendo su significado al aprendizaje instrumental de los dispositivos tecnológicos. No se trata tan solo de aprender a leer y escribir en un entorno digital, sino que hay que hay que interpretar de forma crítica el sentido de lo que leemos para poder ejercer plenamente el derecho a recibir, producir y transmitir información multimedia y digital. No es solo dominar las tecnologías, hay que saber también cuestionarlas, analizarlas, entender cómo se producen sus contenidos, qué valores transmiten, para poder utilizarlas de forma creativa y productiva en cualquier entorno. Debe entenderse como un método de aprendizaje y no como una disciplina. Su objetivo es enseñar estrategias frente a contenidos de manera que puedan ayudar al ciudadano a desarrollar habilidades analíticas y explicar destrezas cognitivas para cuestionar su entorno mediático y expresarse de manera libre y responsable a través de los medios digitales. Una persona alfabetizada en medios es aquella que:
Siguiendo en este sentido a Tiscar Lara, los contenidos que pueden ser incluidos dentro de un curriculum de alfabetización digital, y que giran en torno al uso crítico de las tecnologías de la información y la comunicación, serían los siguientes:
Algunas de estas estrategias son romper los bulos en cadena, relación en cadena de mensajes que solo buscan obtener direcciones de correo-e, comparar resultados introduciendo los mismos términos en distintos buscadores o evaluar la calidad de blogs y páginas personales. Abundantes son las iniciativas en este sentido, y podríamos destacar la llevada a cabo por José Antonio Marina, y su proyecto Aprender a pensar (http://aprenderapensar.net/que-es-aprender-a-pensar/). Concebido principalmente como plataforma de reflexión para los profesores de primaria y secundaria, busca a través de las herramientas de web social, fundamentalmente de los blogs para la educación, propiciar el pensamiento reflexivo y crítico en toda la ciudadanía. La clave de su discurso estuvo en la pregunta ¿por qué aprender a pensar? Las razones presentadas son las conocidas por todos, el contexto educativo, tecnológico, socioeconómico, a lo que se une la presión institucional, hace que quien decida sea el usuario, decide que es lo que le resulta interesante, el es el que elige, pero en escasas ocasiones utiliza criterios objetivos para seleccionar la información, al contrario, tiende a dar crédito a todo lo que ve, lee o escucha. El usuario generalmente no evalúa la información que le llega.
CILIP, Chartered Institute of Library and Information Professionals, definía en el año 2004, la Alfabetización Informacional, de la siguiente manera: “Alfabetización informacional es saber cuándo y por qué necesitas información, dónde encontrarla, y cómo evaluarla, utilizarla y comunicarla de manera ética”1. La formación en este tipo de competencias ha sido generalmente asociada a los bibliotecarios y profesionales relacionados con la enseñanza de la gestión de la información. En relación a los bibliotecarios, de forma progresiva se está consolidando su función formadora, función que por otro lado, ya venía ejerciendo en sus programas de formación de usuarios en el acceso y uso de los recursos de información que la biblioteca ofrece. De estos programas de formación de usuarios, y en estos últimos años, las bibliotecas han pasado a formar a sus usuarios en competencias informacionales, en las competencias genéricas necesarias para una eficiente y eficaz gestión de la información. Estar alfabetizado en información (ALFIN) supone la adquisición de una serie de competencias que capacitan al usuario para ser autosuficiente en el acceso, uso, gestión y comunicación de la información. Ya no se habla de formación de usuarios en bibliotecas, sino de elaboración e implementación de programas ALFIN. Como indicaba Gómez Hernández en el año 2007, las tradicionales actividades formativas que se realizaban en las bibliotecas, denominadas Formación de usuarios y la formación en competencias informacionales, ALFIN, no son lo mismo: “A diferencia de la formación de usuarios tradicional, de la que se puede considerar una evolución, la ALFIN no se limita a “preparar” para usar una institución o sus servicios, ni pretende que el usuario se “adapte” a nuestros criterios técnicos u organizativos, ni se queda meramente en la instrucción bibliográfica, en las habilidades de búsqueda y localización de la información. Lo que pretende o aspira a incluir son competencias no trabajadas usualmente en la formación de usuarios: evaluación de los recursos, comprensión, utilización y comunicación de la información. Es decir, para usar la información en la toma de decisiones o generar conocimiento hay que entrar en habilidades cognitivas, e incluso en aspectos éticos. Muchas actividades de formación de usuarios serían aspectos parciales de la ALFIN, pero en función de las necesidades de los individuos, de las posibilidades del contexto o de la colaboración con otros mediadores en procesos de aprendizaje, deberemos ir más allá para incluir el uso reflexivo e intencional de la información para la creación de conocimiento. Relacionamos la ALFIN en última instancia con los enfoques constructivistas del aprendizaje, el fomento de la autonomía del individuo y el desarrollo de su capacidad crítica en una sociedad compleja, necesitada de implicación y participación democrática”(CCB, 2009). Cristóbal Pasadas por otra parte, considera que en la práctica hay que agradecer al proyecto DeSeCo una de las definiciones más completas y holísticas de la ALFIN: “Para funcionar con éxito en todas las áreas de la vida, los individuos necesitan no sólo acceder al conocimiento y a la información, sino también utilizarlos de forma eficaz, reflexiva y responsable” (CCB, 2009). Para los fines de este Documento marco, seguirremos el siguiente esquema de competencias informacionales que aparece en el gráfico siguiente: ![]()
Fig. 17 Competencias informacionales |
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![]() | «¿Por qué ahora? ¿Después de tanto tiempo? ¿Y por qué recordar todo el horror? Me he pasado la vida tratando de olvidarlo.» | ![]() | |
![]() | ![]() | «La voluntad de poder como arte», persigue la historia de la estética, con el fin de averiguar su origen y vicisitudes, qué era el... | |
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