Desde hace tiempo ha existido el afán por definir al mito, a la leyenda y a la fábula; por






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surgirá un nuevo mundo puro. Los muertos resucitarán revestidos de un cuerpo glorioso. Los

ángeles y los arcángeles tenderán el puente... Y resultará igualmente victorioso en el

verdadero Puente del Juicio, pues la conciencia del hombre justo aplastará, no hay

duda, al espíritu del malvado, mientras que el alma de éste recibirá repulsa y rabiará

llena de desesperación en el abierto puente de Kinvat, al tiempo que se esforzará en

vano mediante obras y palabras maldicientes de la lengua por alcanzar y contaminar

las sendas de Asha por las que llegan las almas fieles.(23) El puente será firme y

espléndido al paso del justo, pero comenzará a cerrarse ante el paso del réprobo y

éste caerá. En lo que se refiere a las almas de los que murieron en pecado, éstas se

reunirán con aquellos malos, que sirven a sus también malos gobernantes, a los que

hablan con palabras malas y a los que albergan en su interior malas conciencias. Tales

almas saldrán en el Infierno a darles la bienvenida al tiempo que malos alimentos. Y su

morada estará siempre en la mansión de la Mentira.(24) ... En cambio, he aquí la

recompensa que Zarathustra anunció ante todo a sus amigos, los que se aconsejan de

Asha y son aptos para la causa: Ahura Mazda vendrá, en primer lugar, a su Mansión de

Canciones, Garodmán, y después, la Buena Mente que está dentro de cada uno os

dará dones al tiempo que os bendecirá.(25)

VIII. MITOS GRECO-ROMANOS.(1)

La lucha de las generaciones de inmortales.

Del eterno Urano (Cielo) y de la madre Gea (Tierra) nacieron seis titanes que con sus

hermanas titánidas engendraron a una generación de dioses. Pero es a partir del gran Crono

(Tiempo), el más joven titán, que todo comenzó a fluir según lo siguiente sucede a lo anterior.

Antes de él, los tiempos corrían a saltos y en todas direcciones: el pasado sucedía al futuro

y, a veces, todos los instantes transcurrían en tropel concentrado. En realidad, los mortales

nada pueden decir de algo anterior al comienzo de las cosas (por esto algunos, hacen

derivar de Crono a todo lo pensable) .

... Pues bien, cuantos nacieron de Gea y Urano, los más terribles de los hijos,

estaban irritados con sus padres desde el comienzo, pues cada vez que iba a nacer

uno de éstos, Urano lo ocultaba en el seno de Gea, sin dejarlo salir y se complacía en

su mala acción. La monstruosa Gea en su interior se lamentaba oprimida y tramó una

malvada artimaña. Tras haber creado al punto una especie de blanco acero fabricó una

gran hoz y explicó el plan a sus hijos. Les habló valerosa pero afligida en su corazón:

"Hijos míos y de orgulloso padre. Si queréis obedecerme, vengaremos el malvado

ultraje de vuestro padre, pues él fue el que comenzó a maquinar obras indignas". Así

dijo y de todos se apoderó el temor, de modo que ninguno se atrevió a contestar; pero

el poderoso Crono, astuto, cobrando ánimo, al punto respondió a su respetable madre:

"Madre, te prometo que puedo realizar ese trabajo, puesto que no siento preocupación

alguna por nuestro odiado padre, ya que fue el primero en maquinar obras indignas".

De este modo se expresó y la monstruosa Gea mucho se alegró en su mente. Tras

ocultarlo, lo colocó para la emboscada; puso en su mano la hoz de agudos dientes y le

enseñó todo el engaño. Vino el poderoso Urano trayendo la noche y deseoso de amor

se echó sobre Gea y se extendió por todas las partes. Su hijo desde la emboscada lo

alcanzó con la mano izquierda, a la vez que con la mano derecha tomó la monstruosa

hoz, larga, de agudos dientes, y a toda prisa segó los genitales de su padre y los arrojó

hacia atrás.(2)

Así Crono desplazó a su padre en el reinado del Universo. Luego se unió a su hermana

Rea y con ella comenzó a engendrar hijos, pero a ellos devoraba cuando desde el

sagrado vientre de la madre llegaba a sus rodillas, tramando esto para que ningún otro

noble descendiente obtuviera la dignidad real entre los inmortales. Pues por Gea y el

estrellado Urano se había enterado que tenía como destino morir a manos de su hijo.

Por esto no descuidaba la vigilancia, sino que, siempre al acecho, devoraba a sus

hijos, y Rea sufría terriblemente. Pero cuando iba a dar a luz a Zeus, padre de dioses y

hombres, suplicaba a sus padres(a los de ella, a Gea y al estrellado Urano) que le

ayudaran en su plan, para que sin que se diera cuenta pariera a su hijo y vengara la

Erinias(3) de su padre(y de los hijos que se tragó el gran Crono de aguda mente) .(4)

Ellos mucho escucharon y obedecieron a su hija, a la vez que le contaron cuanto

estaba marcado por el destino que sucediera respecto al rey Crono y a su valeroso

hijo y la enviaron a Licto, un rico pueblo de Creta cuando iba a dar a luz al último de

sus hijos, al gran Zeus. A éste lo recogió la monstruosa Gea para alimentarlo y

educarlo en la amplia Creta. Allí fue, llevándolo a lo largo de la rápida gran noche,

primeramente a Licto; lo tomó en sus manos y lo ocultó en una escarpada cueva, bajo

las entrañas de la divina tierra, en el monte Egeo, poblado de árboles. Y envolviendo

en pañales una gran piedra se la puso en sus manos al gran soberano Uránida, rey de

los primeros dioses. Aquél entonces, cogiéndola con sus manos, la puso en su

vientre, desdichado! y no se dio cuenta en su mente que detrás, en lugar de una

piedra, quedaba su invencible e imperturbable hijo, que pronto, sometiéndolo con la

violencia de sus manos, lo iba a despojar de sus atributos e iba a gobernar entre los

inmortales. Rápidamente crecieron la fuerza y los gloriosos miembros del soberano, y

al llegar el momento oportuno, engañado por las muy sabias sugerencias de Gea, el

gran astuto Crono vomitó a sus hijos. Pero primeramente echó fuera la piedra, puesto

que era lo último que se tragó. Zeus la fijó en la tierra de anchos caminos en la muy

sagrada Pitó, en las cavidades del Parnaso, para que fuera un símbolo para la

posteridad, maravilla de los hombres mortales.(5)

La lucha inevitable surgió entre el bando de Zeus, sus hermanos y aliados, y el de

Crono y los titanes. Ya no contenía Zeus su fuerza, sino que al punto se llenaron de

cólera sus entrañas y mostró toda su violencia; al mismo tiempo, desde el cielo y

desde el Olimpo avanzaba lanzando rayos de modo continuo y los rayos, a la vez que

el trueno y el relámpago, revoloteaban desde su robusta mano, haciendo dar vueltas a

la sagrada llama.(6)

De un lado y otro la nutricia tierra resonaba al quemarse y crepitaba grandemente

con el fuego la inmensa selva; hervía toda la tierra y las corrientes del Océano y el

estéril ponto. Una ardiente humareda envolvió a los ctónicos Titanes y una inmensa

llama alcanzó el divino aire, y, aunque eran muy fuertes, sus dos ojos se quedaban

ciegos cuando resplandecía el brillo del relámpago y del rayo.(7) Así continuó la

formidable lucha hasta que los dioses tomando a los Titanes...los enviaron bajo la tierra de

amplios caminos y los encadenaron con dolorosas cadenas, tras haberlos vencido con

sus manos.(8) Allí están ocultos, por decisión de Zeus que amontona las nubes, los

dioses Titanes en una zona húmeda, en los límites de la inmensa tierra.(9)

Prometeo y el despertar de los mortales.

Salvé a los mortales del Diluvio cuando encargué a Endimión y Pirra la construcción de

una barca, y luego les expliqué cómo restablecer lo devastado, cuando la nave descendió

suavemente en los montes Tesalios. Amigo del conocimiento y la paz, en trance estoy de

lograr mi objetivo; para esto he beneficiado a los mortales con la sabiduría. A menudo ocurre

que ésta misma ciencia es envilecida por los sueños de dominio que los dioses infunden a

los hombres para perderlos, volviéndolos a las épocas oscuras de las que yo los rescatara.

Pero haya fe en el avance! Y cuando los bandos se enfrenten, repetid conmigo esta

despreciativa invocación que no por vulgar es menos cierta: “Haced la guerra, mortales

imbéciles. Destrozad los campos y las ciudades. Violad los templos, los sepulcros, y

torturad a los vencidos. Haciéndolo así, reventaréis todos!(10) Y que os sirva en algo

esta advertencia.

Así como Zeus, yo Prometeo soy hijo de titanes. Aquel nunca miró con buenos ojos que

en la lucha divina me mantuviera al margen. Y así fue. No por malignos los titanes, mejor era

Zeus en sus designios y altivez. Cuando los olímpicos, por fin, se apoderaron del gobierno

del mundo, quisieron mantener su tiránico poder y, en su crueldad, mutilaron el cuerpo y la

mente de los frágiles humanos viendo en ellos a enemigos futuros. Los cubrieron de

superstición y de ignominia y hasta hoy se respeta la mentira de esa tribu de inmortales

opresores. ¿Quién otro que yo repartió a esos dioses nuevos todas sus

preeminencias? Más callemos esto, que sería contarlo a quienes lo saben, y oíd los

males de los hombres, y cómo de rudos que antes eran, hícelos avisados y cuerdos.

Lo cual diré yo, no en son de queja contra los hombres, sino porque veáis cuánto les

regaló mi buena voluntad. Ellos, a lo primero, viendo, veían en vano; oyendo, no oían.

Semejantes a los fantasmas de los sueños, al cabo de siglos aún no había cosa que

por ventura no confundiesen. Ni sabían de labrar con el ladrillo y la madera casas

halagadas del sol. Debajo de tierra habitaban a modo de ágiles hormigas en lo más

escondido de los antros donde jamás llega la luz. No había para ellos signo cierto, ni

de invierno, ni de la florida primavera, ni del verano abundoso en frutos. Todo lo

hacían sin tino, hasta tanto que no les enseñé yo las intrincadas salidas y puestas de

los astros. Por ellos inventé los números, ciencia entre todas eminente, y la

composición de las letras, y la memoria, madre de las musas, universal hacedora. Yo

fui el primero que unció al yugo las bestias fieras, que ahora doblan la cerviz a la

cabezada, para que sustituyesen con sus cuerpos en las más recias fatigas. Y puse al

carro los caballos humildes al freno, ufanía de la opulenta pompa. Ni nadie más que yo

inventó esos carros de alas de lino que surcan los mares.(11) A los hombres todo les

pasaba sin posibilidad de elegir por faltar en ellos el conocimiento. ¿Caían enfermos?, pues

no había remedio ninguno, ni manjar, ni poción, ni bálsamo, sino que se consumían

con la falta de medicinas, antes de que yo les enseñase las saludables preparaciones

con que ahora se defienden de todas las enfermedades... Tal fue mi obra. Pues y las

preciosidades, ocultas a los hombres en el seno de la tierra: el cobre, el hierro, la plata

y el oro, ¿quién podría decir que los encontró antes que yo? Nadie, que bien lo sé, si

ya no quisiere jactarse temerario. En conclusión, óyelo todo en junto. Por Prometeo

tienen los hombres todas las artes.(12) Y, por cierto, dejaré que algunos por obsecuencia

a los olímpicos, cuenten aún hoy su falsa historia...

"Cuando los dioses y los mortales disputaban en Mecona, Prometeo, tratando de

engañar al inteligente Zeus, con ánimo resuelto le ofreció un enorme buey que había

dividido. Por una parte puso, en la piel, la carne y las entrañas ricas en grasa,

ocultándolas en el estómago del buey; por otro lado, colocando bien los blancos

huesos del buey con engañoso arte, se los presentó, después de haberlos cubierto

con blanca grasa. Ante esto el padre de los dioses y hombres le dijo: 'Japetónida,(13)

famoso entre todos los soberanos, mi buen amigo, cuán desigualmente hiciste las

partes'. Así habló en tono mordaz Zeus, conocedor de inmortales designios. A él le

respondió, por su parte, el astuto Prometeo con una leve sonrisa, sin olvidarse de su

engañoso artificio: 'Zeus gloriosísimo, el más grande de los sempiternos dioses, elige

de éstos el que en tu pecho te indique tu ánimo'. Habló en verdad, con engañosa

mente y Zeus, conocedor de inmortales designios,, se dio cuenta y no ignoró el

engaño, sino que en su corazón proyectó contra los hombres mortales males que,

realmente, iba a cumplir. Levantó con ambas manos la blanca grasa; se irritó en sus

entrañas y la cólera le llegó a su ánimo cuando vio los blancos huesos del buey por el

pérfido engaño. Desde entonces en la tierra las estirpes de hombres queman para los

inmortales blancos huesos sobre humeantes altares. Y a aquél Zeus amontonador de

nubes, muy irritado le dijo: 'Japetónida, conocedor de los designios relativos a todas

las cosas, mi buen amigo, no te olvidaste, en efecto, del pérfido arte'. De ese modo se

expresó lleno de irritación Zeus, sabedor de inmortales designios, y desde ese

momento, acordándose en cada instante del engaño, no otorgaba a los fresnos la

fuerza del incansable fuego para los mortales que habitan sobre la tierra. Pero de él se

burló Prometeo robando en una caña hueca la luz del incansable fuego que de lejos se

ve. Dañó así, de nuevo, en lo más profundo del ánimo al altitonante Zeus, y le irritó en

su corazón cuando vio entre los hombres el brillo del fuego que desde lejos se

observa. Al punto, a cambio del fuego, tramó males para los hombres... Así no es

posible engañar ni transgredir la voluntad de Zeus, pues ni siquiera el Japetónida, el

benefactor Prometeo, se escapó de su pesada cólera, sino que por la fuerza de una

gran cadena le retuvo, a pesar de ser muy sabio."(14)

"A Prometeo, de astutas decisiones, lo ató(Zeus) con ligaduras de las que no se

pudo liberar, con dolorosas cadenas que metió a través de una columna, y contra él

lanzó un águila de amplias alas. Ésta le comía el inmenso hígado, pero éste crecía por

la noche tanto cuanto el ave de rápido vuelo había devorado por el día".(15) Un mortal,

Heracles, dio cuenta con su flecha del águila devoradora. Entonces Zeus, reconocido el

hecho, se resignó a que yo cargara parte de la cadena y de la roca que arranqué con la

ayuda del héroe. Torpemente, Zeus, no quiso escuchar las condiciones que tenía yo en

mente para beneficio de ambas partes. Solamente, cuando le advertí acerca de su futuro vio

el peligro y a regañadientes compensó con mi libertad el consejo que de mí necesitaba. Y

aún obstinado, pensó que aunque libre se agotaba mi tiempo ya que la inmortalidad no me

había sido concedida. Pero Quirón, el buen amigo y educador de los mortales, cambió

conmigo su sino y eligiendo él bajar al Hades dejó la eternidad en mis manos. Ahora, luego

de penurias y fatigas, estimulando siempre la esperanza, atraigo a los humanos para que

también conquisten la libertad y su inmortal destino.

Deméter y Perséfona. Muerte y resurrección de la naturaleza.(16)
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