Los secretos de la atlantida






descargar 388.89 Kb.
títuloLos secretos de la atlantida
página8/15
fecha de publicación12.07.2015
tamaño388.89 Kb.
tipoDocumentos
l.exam-10.com > Biología > Documentos
1   ...   4   5   6   7   8   9   10   11   ...   15
Es difícil trazar la línea de demarcación entre los productos de la inteligencia humana por un lado y el legado de una Era prehistórica por otro. Un hecho es seguro: varios de los resultados obtenidos en el campo de la ciencia por el hombre prehistórico no podrían ser definidos como creaciones de su espíritu, ya que las condiciones económicas y sociales no estaban maduras para ello. En ese «progreso prematuro», habría que incluir los aviones, los rayos X y descubrimientos astronómicos realizados sin telescopio.
Cuando Cortés invadió México, en 1520, su calendario tenía un retraso de diez días con relación al de los aztecas y al tiempo astronómico actual. Históricamente hablando, la astronomía del Viejo Mundo se hallaba retrasada con respecto a la
del Nuevo Mundo.
Por increíble que pueda parecer en nuestros días, el calendario maya era más preciso que el nuestro, porque ofrecía la mejor aproximación del año sideralmente determinado, tal como se ve por los datos siguientes:
Cálculo sideral .........................365, 242.198 días en el año
Calendario maya...................... 365, 242.129    »    »    »     »
Calendario gregoriano...............365, 242.500    »    »    »    »

Lo que es más, en la cronología un tanto compleja de los mayas sólo aparecen fechas similares una sola vez cada 256 años: evidentemente, su calendario era superior al que nosotros utilizamos en la actualidad.
Según Egerton Sykes, «el factor esencial radica en la constatación de que los mayas llegaron al continente conociendo ya la escritura, las matemáticas, la astronomía, la arquitectura y la medicina, y provistos de un sistema de calendario mucho más preciso que el que se utilizaba en Europa hasta el siglo xviii. La hipótesis generalmente aceptada, según la cual adquirieron en menos de cien años todos los conocimientos que el mundo occidental había tardado más de dos mil años en adquirir, no se corresponde con ningún precedente histórico y ni siquiera con el sentido común (41)». ¿Cuál era, entonces, el origen de esta importante civilización?
Cottie A. Burland, a la sazón agregado en el Museo Británico, afirma en un informe presentado en 1956 en París al Congreso Internacional de Americanistas, que la estela I de El Castillo, Santa Lucía Cotzumahualpa, representa el paso de Venus por encima del disco solar el 25 de noviembre del 416. No puede por menos de sorprendernos esta precisión de los antiguos astrónomos guatemaltecos, ya que se necesitan varios siglos para llegar a datos científicos exactos. ¿De qué fuente bebieron sus tradiciones científicas los sacerdotes de la América Central? Los aztecas eran capaces de regular el tráfico y de realizar un empadronamiento. Los incas disponían de un eficaz sistema de derivación de aguas y de cloacas, así como las mejores carreteras de la Antigüedad. Los toltecas elaboraban proyectos de construcción para un plazo de cuatro siglos. En nuestros días, ninguna nación del mundo, sea socialista o capitalista, emprende el tratamiento de problemas de tanto alcance.

Puede decirse sin exageración que los antiguos peruanos llevaban telas mucho más finas que las que pueden fabricarse con los telares modernos. En las costas del Ecuador se han descubierto ornamentos de platino. Este hecho plantea una importante cuestión: ¿cómo pudieron los indios de América producir, hace miles de años, una temperatura de cerca de 1.770 grados centígrados? Europa no lo ha conseguido sino hasta hace dos siglos (42).
En su Sombra de la Atlántida, Braghin describe un extraño objeto descubierto, entre otros muchos prehistóricos, en Esmeralda, en la región septentrional del Ecuador. La colección de Ernesto Franco contiene un espejo de obsidiana verdinegra, de unos cinco centímetros de diámetro, que posee la forma de una lente convexa. Ese espejo era de tal precisión que reflejaba Jos cabellos más finos. La óptica exige para ello una tecnología muy avanzada y un gran dominio de las matemáticas. ¿Quién, pues, fabricó ese espejo?
En el Museo de los Indios de América de la Fundación Heye, en Nueva York, están expuestas diminutas bolas de los mana-bis; muchas de ellas están labradas o grabadas, otras soldadas y taladradas. Estos objetos, más pequeños que una cabeza de alfiler, se asemejan a pepitas de oro natural. Un joyero que careciera de lente sería incapaz de fabricar una cosa parecida.
En los Andes, al sur de Lima, en la bahía de Pisco, los conquistadores del siglo xvi encontraron «el signo milagroso de las Tres Cruces», que semeja más bien el tridente de Neptuno. Tallado en una roca, tiene una altura de 250 metros, y puede vérsele desde una distancia de veinte kilómetros.
El sentido y la finalidad de este «Candelabro de los Andes» permanecieron desconocidos hasta el momento en que fue presentada una explicación por Beltrán García, sabio español descendiente directo de Garcilaso de la Vega. Según él, ese tridente tallado en la roca era utilizado por los incas o sus predecesores como un gigantesco sismógrafo. Supone que se trataba de un péndulo, provisto de polea y cuerda, empleado para registrar los temblores de tierra, no solamente en el Perú, sino también en el mundo entero. Tal explicación debería hallarse más próxima a la verdad que la ofrecida por los conquistadores. Éstos pensaban que el signo de las Tres Cruces había sido

tallado por Dios para agradecer a los cristianos el haber conquistado América (43).
Pese al elevado nivel de civilización alcanzado por los incas, este pueblo no conocía la escritura, caso sin precedentes en el pasado, pues la escritura y la Historia han representado siempre las señales de la madurez cultural. Sustituían las letras y las palabras por el quipu, complicado sistema de bramantes coloreados provistos de nudos, que les servía de estimulante mnemotécnico. Este singular sistema, de origen preincaico, era aplicado a la contabilidad y a la estadística, así como a la literatura, en la que los nudos y los lazos recordaban al narrador el hilo de su historia. Este sistema mnemotécnico representaba tal vez el eco de una tecnología perdida que empleaba calculadores electrónicos. Tras la desaparición de los centros industriales que producían este equipo, los supervivientes del cataclismo atlante, trasplantados a América del Sur, pudieron haber adoptado este método simplificado de memoria —por medio del quipu—, simple caricatura de las calculadoras y registros de que se habían servido con anterioridad.
Enigmas científicos tales como el quipu no se limitan a un solo continente o a una sola nación. Para darnos cuenta de ello, basta con atravesar el océano Pacífico y fijar nuestra mirada en China.
Los historiadores chinos jamás trataron de complacer a sus soberanos a costa de la verdad. Cuando se les pedía que falsificaran la historia de su época, preferían morir decapitados, como ocurrió con los analistas de Chi, en el año 547 a. de JC. Deben, por ello, tomarse en serio las crónicas de la China, aun cuando relaten acontecimientos aparentemente fabulosos,
¿Conocían los antiguos chinos los rayos X? La pregunta podría parecer absurda, y, sin embargo, se nos cuenta que el emperador Sin Chi (259-210 a. de JC.) tenía un espejo que «iluminaba los huesos del cuerpo». Este espejo se encontraba en el palacio de Hien-Yang, en Shesi, en el año 206 a. de JC, y los escritos contemporáneos lo describen de la manera siguiente:
«Era un espejo rectangular de T22 metros de ancho y 176 de alto, brillante por la cara exterior y la interior. Cuando un hombre se situaba ante él para ver su reflejo, su imagen parecía invertida. Cuando alguien colocaba las manos en su corazón, se hacían visibles todos sus órganos interiores, como los intestinos. Cuando un hombre tenía una enfermedad oculta en el interior de sus órganos, podía reconocer el punto donde radicaba el mal mirando a este espejo y colocando las manos en su corazón (44).»
Unos doscientos cincuenta años antes del reinado de Sin Chi, un célebre médico de la India, llamado Jivaka, poseía una joya maravillosa que tema el poder de penetrar en el cuerpo humano, exactamente igual que los rayos X. Un documento histórico afirma que «cuando se la colocaba ante un enfermo, iluminaba su cuerpo del mismo modo que una lámpara ilumina todos los objetos de una casa, y revelaba así la naturaleza de su enfermedad (44). ¿Dónde obtuvieron Sin Chi y Jivaka estos conocimientos, que se anticipaban en 2.200 o 2.500 años a los de sus contemporáneos?
En el Sactaya Grantham, que forma parte de los Vedas de la India, se encuentran instrucciones para la vacunación, así como una descripción de sus consecuencias. ¿Cómo consiguieron los brahmanes hacer este descubrimiento 2.500 años antes de Jenner?
Es sorprendente oír hablar de rayos X en la época de Buda y de vacunas quinientos años antes de Jesucristo, pero más asombroso aún es encontrar extraordinarios datos astronómicos en los textos de origen babilonio antiguo.

Los babilonios conocían los «cuernos de Venus» (45). Describieron el creciente de este planeta. Al estar más cerca del Sol que de la Tierra, Venus tiene fases como la Luna. Pero los «cuernos de Venus» son invisibles a simple vista; entonces, surge la pregunta: ¿cómo pudieron los sacerdotes de la antigua Babilonia observar las fases de Venus sin disponer de un telescopio? También conocían las cuatro grandes lunas de Júpiter, lo, Europa, Ganimedes y Calisto (31). Hasta la invención del anteojo astronómico por Galileo, la Humanidad ignoraba la existencia de estos satélites. Habría sido lógico suponer que también la ignoraban los babilonios.
No hay más que dos explicaciones para estas observaciones astronómicas, efectuadas en la Antigüedad, de las fases de Venus y de los cuatro satélites de Júpiter. La primera teoría, según la cual los sacerdotes babilonios tenían telescopios, parece demasiado aventurada para ser admitida por la ciencia. Y, sin embargo, el Museo Británico posee una notable pieza de cristal de roca, de forma oval y plano-convexa. Fue descubierta por Sir A. Henry Layard en el curso de unas excavaciones realizadas en el palacio de Sargón, en Nínive. Sir David Brewster afirmó que este disco de cristal era una lente, pero la mayoría de los sabios presentan reservas a esta teoría (46).
Según la segunda hipótesis, los sacerdotes de Caldea y de Sumer consiguieron conservar a través de numerosas generaciones los elementos de la astronomía antediluviana. No debe olvidarse que los sabios de Babilonia no eran únicamente sacerdotes, sino también sabios: estrechamente ligada a la religión, la astronomía representaba para ellos un terreno reservado.

Los antiguos egipcios poseían un jeroglífico especial para designar un millón. Sin embargo, fue solamente en el siglo xvn cuando el número moderno hizo entrar, gracias a los trabajos de Descartes y Leibniz, la concepción del millón en la matemática. Ahora bien, hace miles de años que los antiguos matemáticos de Babilonia manejaban cifras tan importantes sirviéndose de tablas de cálculo. Pueden haber poseído también en sus bibliotecas tablillas conteniendo informaciones científicas legadas por una época anterior. Si esta suposición es correcta, ello nos explica cómo pudieron descubrir las fases de Venus y las lunas de Júpiter.
Los aztecas estaban informados acerca de la forma esférica de los planetas, y se entretenían con un juego de pelota que imitaba a los dioses empujando a los cuerpos celestes a través
de los cielos.
Los dogones de África, que mantienen un sistema teocrático y se mantienen fieles a la antigua tradición, conocen la existencia del sombrío compañero de Sirio, distante de la Tierra unos nueve años luz y solamente visible con el telescopio. Igualmente, los pueblos del Mediterráneo tienen conocimiento de algunas de las Pléyades, invisibles a simple vista. ¿Se tratará de los restos de una ciencia desaparecida, conservados en la
memoria popular?
Los que han estudiado la astronomía primitiva se han sentido siempre asombrados de la exactitud con que los antiguos medían el paralaje solar, imposible de establecer con la ayuda de los instrumentos que se utilizaban entonces (30).
El libro Huai Nan Tzu (hacia 120 a. de JC.) y el Lun Heng, de Wang Chung (82 d. de JC), establecen una cosmogonía centrípeta, según la cual existen «torbellinos» que solidifican los mundos salidos de la materia primera. Estos escritos de la antigua China anuncian ya las ideas modernas sobre la formación
de las galaxias.
Nos encontramos, así, ante la alternativa siguiente: o bien admitir la existencia en la alta Antigüedad de perfeccionados instrumentos de astronomía, o bien presumir que los sacerdotes de Babilonia, de Egipto y de la India eran los custodios de una ciencia prehistórica de una antigüedad de diez mil años como mínimo.

DE LA FILOSOFÍA A LA FÍSICA NUCLEAR
¿Por qué medio pudieron los sabios de la Antigüedad tomar conocimiento de datos científicos adelantados a su época? Las brillantes especulaciones de los antiguos filósofos tal vez desempeñaran su papel, pero, en numerosos casos, más que a vagas especulaciones, nos vemos enfrentados a conocimientos positivos.
Anaxímenes era consciente, hace 2.500 años, no sólo de la distancia que nos separa de las estrellas, sino también de la existencia de sus «compañeros no luminosos». Sin embargo, sólo en los últimos años ha obtenido la astronomía datos precisos sobre los planetas de otros sistemas solares.
Anaxágoras (500-428 a. de JC.) menciona también «otras tierras que producen la sustancia necesaria para sus habitantes». Hace nada más que uno o dos siglos, este brillante pensamiento de un griego antiguo habría hecho fruncir el ceño a la Iglesia y habría sido criticado por las Academias. ¿No demuestra esto que los filósofos antiguos estaban, de una manera inexplicable, más próximos a la verdad que la Europa occidental de hace unas cuantas generaciones?
Demócrito (460-361 a. de JC.) ha dado una explicación correcta de la Vía Láctea como conjunto de una inmensa multitud de estrellas distantes entre sí y dispersas en el espacio. Nuestra ciencia ha llegado a una conclusión semejante sólo hace unos doscientos años. ¿Eran deducciones filosóficas o indicios obtenidos de los custodios de la sabiduría antigua lo que permitió a estos griegos realizar una tal proyección sobre el futuro? Como si de un miembro de una Academia actual se tratara, Demócrito declara: «En realidad, no hay nada, fuera de los átomos y del espacio.» Junto a la carretera que discurre al nordeste de Atenas, se muestra todavía hoy el lugar en que en otro tiempo trabajaba Demócrito: se ve allí, en un cartel, la inscripción: «Laboratorio de investigaciones nucleares de
Demócrito.»
En su juventud, Demócrito había recibido las enseñanzas de los magos abandonados por Jerjes en Abdera. Sexto Empírico (principios del siglo ni) afirma que Demócrito había adquirido sus conocimientos de la teoría atómica en la tradición antigua y, más especialmente, en las obras del fenicio Moschus, el cual tenía una concepción aún más correcta del átomo, ya que lo consideraba indivisible.
Según Séneca, Demócrito sabía que «había más planetas que los que podemos descubrir con los ojos». ¿Dónde pudo obtener Demócrito estos conocimientos astronómicos, anticipados —o, tal vez retrasados— en varios siglos a su época?
Demócrito afirmaba que el Sol tenía unas dimensiones enormes y que las manchas lunares estaban formadas por la sombra de elevadas montañas y de profundos valles. Consideraba que los mundos nacían y desaparecían constantemente en el espacio infinito. Las estrellas son soles, afirmaba Demócrito. Algunas son más grandes que nuestro sol, añadía Simplicio, en el siglo vi de nuestra Era. Otros filósofos señalaban las enormes distancias que separan nuestro mundo de las estrellas.
Pitágoras (siglo vi a. de JC.) había llegado a la conclusión de que la Tierra era una esfera, y Aristarco de Samos (310-230 a- de JC.) insistía en el hecho de que esta Tierra giraba
alrededor del Sol.
Eratóstenes (276-195 a. de JC), conservador de la Biblioteca de Alejandría, calculó la circunferencia terrestre con un ligero error inferior a 360 kilómetros. Según Aquiles Tacio, los caldeos habían medido también la Tierra, con un resultado muy semejante al de Eratóstenes.
1   ...   4   5   6   7   8   9   10   11   ...   15

similar:

Los secretos de la atlantida iconLos secretos de la atlantida
«Proyecto de las Pirámides», cuyo objeto es someter estos edificios a las radiaciones cósmicas, a fin de determinar la existencia...

Los secretos de la atlantida iconAbre el libro de los secretos

Los secretos de la atlantida iconAbre el libro de los secretos

Los secretos de la atlantida iconAbre el libro de los secretos

Los secretos de la atlantida iconLos secretos del club bilderberg

Los secretos de la atlantida iconLos secretos del club bilderberg

Los secretos de la atlantida iconLos secretos del club bilderberg

Los secretos de la atlantida iconEl Padre Samaan era profundo conocedor de temas espi­rituales y teológicos,...

Los secretos de la atlantida iconDescubren la Atlántida entre costas de Cuba y Yucatán

Los secretos de la atlantida iconLiteratura francesa. Ed. Atlántida, Buenos Aires, 1944






© 2015
contactos
l.exam-10.com