Investigación, ligada a una expresión escrita, a la forma literaria del diálogo. Y platón mira






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Apología

de Sócrates, compara la acusación lanzada por Mélito a Sócrates a un enigma, Mélito tiene

el aire de uno que me hubiera querido poner a prueba como proponiendo un enigma: ‘¿Se

dará cuenta Sócrates, el muy sabio, de que bromeo contradiciéndome a mi mismo, o lograré

engañarlo a él y a los oyentes además?’. Este me parece contradecirse a sí mismo en la

acusación, como si él dijera: ‘Sócrates es culpable de no creer a los dioses, pero de creer en

los dioses’. Y esto significa jugar”. En esta última formulación enigmática, en la que

Sócrates traduce la acusación de Mélito, es interesante anotar la forma contradictoria,

característica, como se ha dicho, de la fase madura, humana del enigma. La contradicción

sugiere, engañosamente un contenido, la solución del enigma, es decir la culpa de Sócrates.

El engaño le sale bien a Mélito, porque los jueces interpretarán así el enigma y condenarán

a Sócrates, en vez de descubrir que la contradicción no era más que una contradicción,

vacía de contenido, que era solamente Mélito que se contradecía a sí mismo. Quien cae en

la trampa del enigma está destinado a la ruina. Como enigma finalmente son quizá de

interpretar las últimas palabras de Sócrates, pronunciadas antes de morir, en el Fedón

platónico: “Somos deudores de un gallo a Asclepios: pagad el débito, no lo descuidéis”. Se

ha escrito mucho para interpretar estas palabras pero quizá más importante que el

descubrimiento de su significación escondida es la constatación que un contexto religioso y

solemne viene acompañado a menudo donde los griegos por la aparición de palabras

oscuras.

En el curso del cuarto siglo a.C. estas resonancias que advertía todavía el joven Platón se

apagan del todo. El enigma llega a usarse como juego de sociedad, durante los banquetes, o

también se emplea con los niños, en vista de un adiestramiento elemental del intelecto. Pero

Aristóteles todavía lo menciona en contextos serios, en la Retórica y en la Poética,

volviéndose a destacar su importancia en la tradición. Su definición se interesante, aunque

totalmente desarraigado de todo fondo religioso y sapiencial: “el concepto del enigma es

este: decir cosas reales uniendo cosas imposible”. Dado que para Aristóteles unir cosas

imposibles significa formular una contradicción que designa algo real, en vez de indicar

nada, como es la regla. Para que esto ocurra, añade Aristóteles, no se pueden unir los

nombres en su significado ordinario, sino que se requiere que intervenga la metáfora. El uso

de la metáfora sería por tanto ligado al origen de la sabiduría. Como se ve, el vaciamiento

del “pathos” originario del enigma es ahora, con Aristóteles, completo.

Es todavía útil indicar que la formulación contradictoria es característica del enigma.

Volvamos al periodo arcaico. Se ha dicho que con la entrada del enigma en la esfera

humana, al atenuarse se procedencia del dios, se va afirmando cada vez más una

formulación contradictoria de él. ¿Hay un nexo entre los dos fenómenos? Antes de

examinar este problema, cabe ver como se va configurando esta humanización del enigma,

la que coincide con el nacimiento de los sabios. Primero el dios inspira un veredicto

oracular, y el “profeta”, para decirlo con Platón, es un simple intérprete de la palabra

divina, pertenece aún totalmente a la esfera religiosa. Después, el dios por intermedio de la

Esfinge impone un enigma mortal, y el hombre individual debe desenredarla, so pena de

muerte. Finalmente dos adivinos luchan entre ellos por un enigma, Calcante y Mopsos: Ya

no está el dios, queda el fondo religioso, pero interviene un elemento nuevo, el agonismo,

que es aquí una lucha por la vida y por la muerte. Un paso más, cae el fondo religioso, y

llega en primer plano el agonismo, la lucha de dos hombres por el conocimiento: ya no son

adivinos, solo sabios o mejor combaten para conquistar el título de sabio.
V EL “PATHOS” DE LO ESCONDIDO
Un cuento antiquísimo, atestiguado por fuentes diversas, es el documento fundamental

sobre el nexo entre sabiduría y enigma. Se trata de un filón de la literatura biográfica sobre

Homero, retomado en el siguiente fragmento de Aristóteles: “...Homero interrogó el

oráculo para saber quienes fueran sus padres y cual su patria; y el dios respondió así: ‘La

isla de Io es patria de tu madre, y esa te acogerá muerto; pero tú, guárdate del enigma de los

hombres jóvenes’. Poco después... llegó a Io. Allí, sentado en un escollo, vio a pescadores

que se acercaban a la playa y les preguntó si tenían algo. Estos, puesto que no habían

pescado nada. pero se estaban despiojando, por la falta de pesca, dijeron: ‘Cuanto hemos

cogido lo hemos dejado, pero cuanto no hemos cogido lo traemos’, aludiendo con un

enigma al hecho que los piojos que habían cogido los habían matado y dejado caer, y los

que no habían cogido los traían en la ropa. Homero, siendo incapaz de resolver el enigma,

murió por el abatimiento”.

Lo que se siente después de la sorpresa en este cuento es el contraste entre la futilidad del

contenido del enigma y el desenlace trágico por su desenredo fracasado. Si los pescadores

se hubiesen dirigido a un hombre cualquiera, ciertamente el no hubiese muerto “por el

abatimiento”, de no haber podido coger el significado escondido. Pero para el sabio el

enigma es un desafío mortal. Quien sobresale por el intelecto, debe demostrarse invencible

en las cosas del intelecto. En este cuadro es claro que todo fondo religioso ha caído: el

enigma siempre es un peligro extremo pero su terreno solo es un agonismo humano.

Paralelamente, la formulación del enigma propuesta a Homero es claramente contradictoria,

o sea, usando una expresión más precisa, dos pares de determinaciones contradictorias,

“hemos cogido - no hemos cogido” y “hemos dejado - traemos”, vienen unidas

inversamente a lo que esperaría la razón, esto es, inversamente a la formulación: “cuanto

hemos cogido lo traemos, cuanto no hemos cogido lo hemos dejado”. Recordemos la

definición aristotélica: el enigma es la formulación de una imposibilidad racional que

todavía expresa un objeto real. El sabio, que domina la razón, debe desenredar este nudo.

Por consiguiente, el enigma, cuando entra en el agonismo de la sabiduría, debe asumir una

forma contradictoria. El cuento sobre la muerte de Homero nos ayuda a afrontar la

interpretación de un de los más oscuros fragmentos de Heráclito. Aquí, es un sabio quien

alude al enigma de la que ha sido la víctima otro sabio. Heráclito dice: “Respecto al

conocimiento de las cosas evidentes los hombres llegan a ser engañados en forma similar a

Homero, quien fue más sabio que cualquier griego. De hecho, lo engañaron aquellos

jóvenes que habían despiojado piojos, cuando le dijeron: ‘aquello que hemos visto y

cogido, lo dejamos; aquello que no hemos visto ni cogido, lo traemos’ ”. Aquí Heráclito

calla las premisas y el marco del episodio que respecta a Homero, probablemente porque se

trataba de una tradición bastante conocida; igualmente se pasa bajo silencio el hecho que el

jaque de Homero frente al enigma haya sido la causa de su muerte. El tono del fragmento es

despectivo con respecto a Homero: el sabio vencido en un desafío a la inteligencia deja de

ser sabio. Es de observar la caracterización del enigma como tentativa de ‘engañar’: lo que

Heráclito considera digno de mencionarse no es el triste fin de Homero, sino el hecho que

un presunto sabio se haya dejado engañar. Tenemos así ante todo un testimonio antiguo que

confirma la maldad del enigma y en segundo lugar una definición implícita del sabio, por

parte de Heráclito, como el que no se deja engañar.

Pero en este fragmento hay algo más que una alusión a un enigma célebre de la tradición:

Heráclito acepta él mismo el terreno del enigma como agonismo, y lanza con sus palabras

un nuevo desafío a la capacidad de comprender de los hombres. Asumiendo como soporte

el enigma homérico, Heráclito enuncia él mismo un enigma sobre el enigma, es decir,

requiere otra solución, otra clave, que no consista en los piojos, más profunda, más radical

que pueda aludir a esta misma formulación de los pescadores. Esto es la jugarreta que nos

ha hecho el antiguo sabio: el espera todavía que alguien desenrede el enigma, que le quite

el título de sabio. No podemos tener estas pretensiones; podemos solamente proceder a

tientas, a la búsqueda de alguna luz sobre las aproximaciones a este problema, sobre las

intenciones de Heráclito. Se puede suponer ante todo una relación entre las dos expresiones

“respecto al conocimiento de las cosas evidentes” y “aquello que hemos visto y cogido”:

como Homero fue engañado en cuanto no sabía de que se trataba, así los hombres son

engañados respecto al conocimiento de las cosas evidentes, en cuanto no saben de que se

trata, por ejemplo, porque las creen reales mientras no lo son. En tal caso, la primera parte

de la formulación del enigma, en la extensión universal de la referencia heraclítea, sonaría

como: “las cosas evidentes que hemos cogido, las dejamos”. ¿Que puede significar tal

expresión? Es preciso tener presentes los pasos de Heráclito que niegan cualquier realidad

externa a los objetos del mundo sensible: parecería que precisamente de estos se tratara,

cuando se habla de “cosas evidentes”. Recordamos los fragmentos: “el sol tiene un pie

humano de ancho”, donde parece inevitable pensar a un rehuso de toda realidad objetiva, a

la reducción de tal objeto a la simple apariencia sensorial; y además: “muerte es todo lo que

vemos en vigilia”. “Las cosas evidentes que hemos cogido” podría entonces significar su

sencilla aprehensión sensible, esto en que consiste la ilusoria realidad del mundo que nos

rodea, nada más que una serie de sensaciones. Pero, ¿por qué estas cosas evidentes que

hemos cogido, las dejamos? Quizá Heráclito quiere significar que las cosas evidentes,

concretas, nos engañan y suscitan la ilusión de existir fuera de nosotros y de ser reales,

vivas, sobre todo porque nosotros las imaginamos como permanentes. No es que Heráclito

critique las sensaciones. El alaba, al contrario, la vista y el oído, pero lo que condena es el

transformar la aprehensión sensorial en algo estable, existente fuera de nosotros. La

experiencia de los sentidos la cogimos instantáneamente y luego la dejamos caer; si

queremos fijarla, clavarla, la falsificamos. Esto es el significado de los fragmentos que

tradicionalmente se vienen interpretando en apoyo de una presunta doctrina heraclítea del

devenir. Heráclito no cree que el devenir sea más real que el ser; cree simplemente que toda

“opinión es una enfermedad sacra”, o sea que toda elaboración de las impresiones

sensoriales en un mundo de objetos permanentes es ilusionística. Por eso, él dice, por

ejemplo: “en el mismo río no es posible entrar dos veces”. No hay un río fuera de nosotros,

sino solamente una sensación fugitiva en nosotros, a la que nosotros damos el nombre de

río, de un mismo río, cuando varias veces más, se presenta a nosotros una sensación similar

a la primera: pero cada vez no hay nada más concreto que precisamente una sensación

instantánea, que no corresponde a nada objetivo. Sobre todo tales sensaciones no informan

sobre nada permanente, aunque sean similares; si queremos designar cada una de ellas con

el nombre de río, podemos hacerlo, pero cada vez se tratará de un río nuevo.

Volvemos ahora la fragmento sobre el enigma homérico. Si aquello que se ha dicho puede

interpretar la primera parte de la formulación del enigma, la segunda parte significará

entonces en la transposición heraclítea, aplicando una antítesis paralela a la del episodio

homérico: “las cosas escondidas que no habíamos visto ni cogido, las traemos”. ¿Cual

puede ser el desenredo de esta segunda parte? Se puede intentar de aclarar esta expresión

recordando dos temas esenciales del pensamiento de Heráclito. El primero podría llamarse

el “pathos” de lo desconocido, es decir, la tendencia a considerar el fundamento último del

mundo como algo disimulado. Tal es el concepto de la divinidad en Heráclito: “la unidad,

la única sabiduría (sapiencia) quiere y no quiere ser llamada con el nombre de Zeus”. El

nombre de Zeus es aceptable como símbolo, como designación humana del dios supremo,

pero no es aceptable como designación adecuada, justamente porque el dios supremo es

algo escondido, inaccesible. Todavía más explícitamente, otros dos fragmentos declaran la

superioridad de lo que es escondido: “a la naturaleza primordial le gusta esconderse”, y “la

armonía escondida es más fuerte que la manifiesta”. El segundo es la reivindicación mística

de una preeminencia de la interioridad con respecto a la ilusoria corporeidad del mundo

externo. En ambos fragmentos Heráclito parece colocar completamente el alma como

principio supremo del mundo, y Aristóteles confirma esta interpretación. Tal parece ser la

alusión del célebre fragmento “he indagado a mí mismo” más explícitamente dice

Heráclito: “los confines del alma, caminando, no podrás encontrarlos, ni recorriendo cada

carretera: tan profunda es su expresión”, y además: “al alma pertenece una expresión que le

acrecienta a sí misma”. Los dos temas sobredichos parecen más bien unificarse, converger

en una única visión fundamental, por la perspectiva abismal, en la dirección de lo

escondido, en que está puesta el alma. Si ahora aplicamos esta temática a la segunda parte

de la formulación del enigma homérico, parece abrirse la posibilidad de una solución. El

alma, lo escondido, la unidad, la sabiduría, son lo que no vemos, ni cogimos, más si

llevamos dentro de nosotros. Solo la interioridad escondida es permanente, y aún en el

manifestarse, “se acrecienta a sí misma”.

Cuanto se ha dicho no solamente confirma la importancia genérica del enigma en esta edad

arcaica de Grecia, y su íntima conexión con la esfera de la sabiduría, sino que nos ha

permitido en particular formular algunas hipótesis e intentar algunas iluminaciones acerca

del pensamiento de uno de los más arduos e inaccesibles de estos sabios. Se ha visto, a

través de la profundización de un solo pasaje, como es posible proponer de unificar

declaraciones heraclíteas aparentemente disociadas, o contrastantes. No solo esto, sino otro

de estos temas fundamentales de Heráclito puede reportarse todavía bajo la perspectiva del

enigma, de manera que al final se presenta la hipótesis que toda la sabiduría de Heráclito

sea un tejido de enigmas que aluden a una insondable naturaleza divina. Se trata del tema

de la unidad de los contrarios. Se ha dicho que la unidad, el dios, lo escondido, la sabiduría

son designaciones del fundamento último del mundo. Tal fundamento es trascendental.

Heráclito dice: “Ningún hombre, de los que he escuchado los discursos, alcanza el punto de

reconocer que la sabiduría está separada de todas las cosas”. Pero entonces, el enigma,

llevado a concepto cósmico, es la expresión de lo escondido, del dios. Toda la multiplicidad

del mundo, su corporeidad ilusionística, es un entrelazamiento de enigmas, una apariencia

del dios, del mismo nodo que un entrelazamiento de enigmas son las palabras del sabio,

manifestaciones sensibles que son la huella de lo escondido. Pero el enigma se formula

contradictoriamente, se ha dicho. Ahora Heráclito no solamente utiliza la formulación

antitética en la mayoría de sus fragmentos, sino que sostiene que el mundo mismo que nos

rodea no es otra cosa que un tejido -ilusorio- de contrarios. Cada par de contrarios es un

enigma, en cuyo desenredo está la unidad, el dios que allí está dentro. De hecho Heráclito

dice: “El dios es día-noche, invierno-verano, guerra-paz, saciedad-hambre”.
VI MISTICISMO Y DIALECTICA
Si el origen de la sabiduría griega está en la “manía”, en la exaltación pítica, en una

experiencia mística y mistérica, ¿como se explica entonces el paso de este fondo religioso a

la elaboración de un pensamiento abstracto, racional, discursivo? Ya en la fase madura de

esta edad de los sabios nosotros encontramos una razón formada, articulada, una lógica no

elemental, un desarrollo teórico e buen nivel. Todo esto se ha vuelto posible por la

dialéctica. Con este término, no se entiende obviamente lo que incluimos en el nosotros

modernos: dialéctica se usa aquí en el sentido originario y propio del término, o sea en el

significado de arte de la discusión, de una discusión real, entre dos m más personas vivas,

no imaginadas por una invención literaria. En este sentido, la dialéctica es uno de los

fenómenos culminantes de la cultura griega, y uno de los más originales. Su gran desarrollo

unitario llega a su cumplimiento con Aristóteles: este, en efecto, en una obra juvenil, los

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