Adaptación juvenil, Felipe Guzmán






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... Un grito se untó a la oscuridad que trepaba a los árboles y se oyeron cerca y lejos las voces plañideras de las tribus que abandonaban en la selva, ciega de nacimiento, luchaban con sus tripas -animales del hambre-, con sus gargantas -pájaros del sed- y su miedo, y sus bascas, y sus necesidades corporales, reclamando a Tohil, Dador del Fuego, que les devolviera el ocote encendido de la luz. Tohil llegó cabalgando un río hecho de pechos de paloma que se realizaban como leche. Los venados corrían para que no se detuviera el agua, venados de cuernos más finos que la lluvia patitas que acababan en aire aconsejado por arenas pajareras... ¡Re-tun-tun! ¡Re-tun-tun!..., retumbó bajo la tierra. Tohil exigía sacrificios humanos...

Cara de Angel se despidió del presidente después de aquella visión inexplicable. El ministro de guerra le entregó un pago de billetes.

XXXVIII. El viaje. Camila ayuda a Cara de Angel a preparar las cosas para el viaje. Debe considerar la posibilidad de quedarse en el país al que se dirige y mandar a traer a su esposa bajo cualquier pretexto. Camila llora. Se marcha Miguel. Al llegar al puerto saluda al comandante del puerto: ...¡Mayor Farfán...! -Feliz de encontrarse en paso tan difícil al amigo que le debía la vida- ¡Mayor Farfán...!

Farfán le saludó desde lejos, le dijo por una las ventanillas que no se ocupara de sus equipajes, que ahí venían los soldados a llevarselos al vapor, y al parar el tren subió a estrecharle la mano con vivas muestras de aprecio. Los otros pasajeros se apeaban más corriendo que andando.

-- Pero, ¿qué es de su buena vida...? ¿Cómo le va?

-- ¿Y a usted, mi mayor? Aunque no se lo debía preguntar, porque se le ve en la cara.

-- El Señor Presidente me telegrafió para que me pusiera a sus órdenes a efecto, señor, de que nada le haga falta

-- ¡Muy amable, mayor!

El vagón había quedado desierto en pocos instantes, Farfán sacó la cabeza por una las ventanillas y dijo en voz alta:

-- Teniente, vea que vengan por los baúles, ¿qué es tanta dilación...?

A estas palabras asomaron a las puertas grupos de soldados con armas. Cara de Angel comprendió la maniobra demasiado tarde.

-- ¡De parte del Señor Presidente -le dijo Farfán con el revólver en la mano- queda usted detenido!

-- ¡Pero, mayor...! Si el Señor Presidente... ¿cómo puede ser...? Venga, hágame el favor, venga conmigo; permítame telegrafiar...

-- ¡Las órdenes son terminantes, don Miguel, y es mejor que se esté quieto!

-- Como usted quiera, pero yo no puedo perder el barco, voy en comisión, no puedo...

-- ¡Silencio, si me hace el favor, y entregue ligerito todo lo que lleva encima!

-- ¡Farfán!

-- ¡Que entregue, le digo!

-- ¡No, mayor, oígame!

-- ¡No se oponga, vea, no se oponga!

-- ¿Es mejor que me oiga, mayor!

-- ¡Dejémonos de plantas!

-- ¡Llevo instrucciones confidenciales del Señor Presidente... y usted será responsable...!

-- ¡Sargento, registre al señor...! ¡Vamos a ver quién puede más!

XXXIX. El puerto. Cara de Angel es golpeado por Farfán y los soldados hasta perder el conocimiento. Un hombre cargaba un farol: era Genaro Rodas, que le cuenta al mayor lo ocurrido con Lucio y con su mujer y su hijo que estuvieron en El Dulce Encanto. Farfán le dice haberla conocido, pues él había sido: el que consiguió el permiso de la policía para velar a la criatura, y se veló ahí con la Chon; pero ¡qué lejos estaba yo de saber que era hijito suyo...!

-- Y yo, diga, en la tencha bien fregado sin un real...!

XL. Gallina ciega. ... ¡Hace tantas horas que se fue! El día del viaje se cuentan las horas hasta juntar muchas las necesarias para poder decir: ¡hace tantos días que se fue! Pero dos semanas después se pierde la cuenta de los días y entonces: ¡hace tantas semanas después. Hasta un mes. Luego se pierde la cuenta de los meses. Hasta un año. Luego se pierde la cuenta de los años...

Camila está encinta y cose ropita de niño, mientras con sublime esperanza sentía que el cartero tocaba a la puerta y le entregaba una carta de Miguel. Inútiles fueron sus idas a ver al Señor Presidente y la correspondencia enviada: no la recibió. Alguien se encarga de decirle que se había embarcado hacia Singapur. En Nueva York o en Singapur... ¡de pesos se le quitaba de encima! ¡Qué consuelo tan grande sentir lolejos -saber que no se lo habían matado en el puerto, como dio el decir la gente -, lejos de ella, en Nueva York o en Singapur, pero con ella en el pensamiento! Intenta salir del país pero le niegan el pasaporte. Le dicen que el pasaporte no se daban aunque metiera flota, que su marido había querido jugar con él Señor Presidente y que todo era inútil. También corrió la noticia que Cara de Angel había muerto de fiebre amarilla en Panamá; por lo que ella recurrió a un espiritista para salir de dudas. Había escuchado la voz de su marido muerto, dijo Camila. Paso del tiempo y Camila dio a luz un niño. Por consejo del médico salió de temporada al campo. El pequeño Miguel creció en el campo, fue hombre de campo, y Camila no volvió a poner los pies en la ciudad.

XLI. Parte sin novedad. En los calabozos el prisionero del 17 se resistía a comer; pero el hambre lo doblegó. ... Comía como los flacos, para engordarse el sueño y con el último bocado se dormía de pie. Más tarde bajaban el bote en que satisfacían sus necesidades corporales los presos incomunicados. La primera vez que el del 17 lo oyó bajar, creyendo que se trataba de una segunda comida, como en ese tiempo no probaba bocado, lo dejó subir sin imaginarse que eran excrementos; hedían igual que el caldo...

a tirar de años había envejecido el prisionero del 17, aunque más usan las penas que los años. Profundas e incontables arrugas alforzaban su cara y botaba las canas como las alas de las hormigas de invierno. Ni él ni su figura... ni él ni su cadáver... sin aire, sin sol, sin movimiento, diarreico, cromático, padeciendo neuralgias errantes, casi ciego, lo único y lo último que alentaba en él era la esperanza de volver a ver a su esposa, el amor que sostiene el corazón con polvo de esmeril.

El director de la policía secreta continuaba escribiendo: ... Y conforme a instrucciones -la pluma rascaba el papel de gavilán en gavilán-, el susodicho Vich trabó amistad con el prisionero del calabozos número 17, después de dos meses de estar encerrado con él haciendo la comedia de llorar a todas horas, gritar todos los días y quererse suicidar a cada rato. De la amistad a las palabras, el prisionero del 17 preguntó qué delito había cometido contra el Señor Presidente para estar allí donde acaba toda esperanza humana. El susodicho Vich no contestó, conformándose con somatar la cabeza en el suelo y proferir maldiciones. Más insistió tanto que Vich acabó por portar la lengua: Polígloto nacido en un país de políglotos. Noticias de la existencia de un país donde no había polígloto. Viaje. Llegaba. País ideal para los extranjeros. Cuñas por aquí, por allá, amistad, dinero, todo... de pronto, una señora en la calle, los prisioneros pasos tras ella, dudosos, casi a la fuerza... casada... soltera... viuda... ¡lo único que sabe es que debe ir tras ella! ¡Qué ojos verdes tan lindos! ¡Qué boca de rosoli! ¡Qué andar! ¡Que Arabia felice...! Le hace la corte, le pasea la casa, se le insinúan, más a partir del momento en que intenta hablar con ella, no la vuelve a ver y un hombre a quien él no conoce y nunca ha visto, empieza a seguirlo por todas partes como una sombra... amigos. ¿De qué se trata...? Los amigos dan la vuelta. Piedras de la calle, ¿de que se trata...? Las piedras de la calle tiemblan de oirlo pasar. Paredes de la casa, ¿de que se trata!? Las paredes de la casa tiemblan de oírlo hablar. Todo lo que llega a poner el limpio en su imprudencia: había querido enamorar a la prefe... del Señor Presidente, una señora que, según supo, antes que lo metieran a la cárcel por anarquista, era hija de un general y hacía aquello por vengarse de su marido que la abandonó...

El susodicho informa que a estas palabras sobrevino un ruido quisquilloso de reptil en tinieblas, que el prisionero se le acercó y le suplico con voz de ruidito de aleta de pescado que repitiera el nombre de esa señora, nombre que por segunda vez dijo el susodicho...

a partir de ese momento el prisionero empezó a rascarse como si le comiera el cuerpo que ya no sentía, se arañaba la cara por enjugarse el llanto en donde sólo le quedaba la piel lejana y se llevó la mano al pecho sin encontrarse: una telaraña de polvo húmedo había caído al suelo...

Conforme a instrucciones entregué personalmente al susodicho Vich, de quien he procurado transcribir la declaración al pie del aleta, 87 dólares por el tiempo que estuvo preso, una mudada de casimir de segunda mano y un pasaje para Vladivostok. La partida de defunción del calabozos número 17 se asentó así: N. N.: disentería pútrida.

Es cuanto tengo el honor de informar al Señor Presidente...

Epílogo

El estudiante y el sacristán hállanse en libertad y contemplan el derribamiento del Portal. Luego, una mujer corre tras un hombre pequeñito y al que le gritaba ¡Benjamín! Esta mujer le dice al sacristán y al estudiante que no le presten atención, pues está loco; ya que no se quiere hacer la idea de que el Portal del Señor ya no existe. Un policía intenta llevarse a Benjamín; pero éste se le escapa.

El estudiante llegó a su casa, situada al final de una calle sin salida y, al abrir la puerta, cortada por las tosecitas de la servidumbre que se preparaba a responder la letanía, oyó la voz de su madre que llevaba el Rosario:

Portal del Señor por los agonizantes y caminantes... porque reine la paz entre los príncipes cristianos... por los que sufren persecución de justicia... por los enemigos de la fe católica... por las necesidades sin remedio de la santa iglesia y nuestras necesidades... por las benditas ánimas del Santo Purgatorio...

Kyrie eleison.
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