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-- Si ya está escrito -respondió el amanuense entre dientes. Lucio afirma al auditor que obedecía órdenes del Señor Presidente. En eso llevan a Rodas y el auditor ordena que le den otros 200 palos; luego le pide la orden escrita a Lucio, que no la tiene, pues aduce que la devolvió. El auditor le hace saber que su cabeza está en peligro. Lucio dobla la cabeza, imitando a un aguillotinado. XXI. Vuelta en redondo. Cara de Angel se hunde en pensamientos relacionados con lo sucedido: Ya los oigo repetir por todas partes: se sacó a la pobre muchacha después de la medianoche, la arrastró al fondín de una alcahueta y la violó; la policía secreta guardaba la puerta para que nadie se acercara. La atmósfera-se quedarán pensando, ¡caballos!-mientras la desnudaba, desgarrándole las ropas, tenía carne y pluma temblorosa de ave recién caída de la trampa. Y la hizo suya-se dirán-sin acariciarla, con los ojos cerrados, como quien comete un crimen o se bebe un purgante. Si supieran que no es así, que aquí estoy medio arrepentido de mi proceder caballeroso. Si imaginaran que todo lo que dicen es falso. A la que deben estarse imaginando es a ella. Se la imaginaran conmigo, conmigo y con ellos. Ellos desnudándola; ellos haciendo lo que yo hice según ellos. XXII. La tumba viva. Su hijo había dejado de existir... Con ese modo de moverse, un poco de fantoche, de los que en el caos de su vida deshecha se van desatando de la cordura, niña Fedina alzó el cadáver que pesaba como una cáscara seca hasta juntárselo a la cara fiebrosa. Lo besaba. Se lo untaba. Una mujer vieja y tres jóvenes se apearon de un carruaje frente a la casa nueva a la cual entraron. El auditor de Guerra, a quien iba a buscar doña Chon, la vieja, mandó que le entregaran a la detenida Fedina Rodas, a cambio de los 10.000 pesos. A partir de ése momento doña Fedina haría alta en El Dulce Encanto, el prostíbulo de doña Chon, la Diente de Oro. Fedina, que mantenía sus ojos cerrados, fue sacada a empellones y vendida para el negocio más infame. -- ¡Se está haciendo la muda! -- ¡No abre los ojos por no vernos! -- ¡Es que debe tener vergüenza! -- ¡No querrá que le despierten a su hijo! Fedina llega al Dulce Encanto, donde, por ser nueva, fue la curiosidad de todos que la querían para esa noche. Doña Chon ordenó que le dieran de comer, se cambiará ropa y se peinara. Un capitán de artillería se le acercó para hurgarle las piernas: Fedina no se defendió de aquellos manipuleos deshonestos, contentándose con apretar los párpados y cerrar los labios para librar su ceguera y su mutismo de tumba amenazados, no sin oprimir contra su oscuridad y su silencio, exprimiéndolo, el despojo de su hijo, que arrullaba todavía como un niño dormido. La cocinera, al de llegar a Fedina, dijo: ¡Otra sinvergüenza...! Y éstas, ¿de dónde sale? ¿Y qué es lo que trae ahí tan agarrado...? Las otras tres afirmaron que acababa de salir de la cárcel. Manuela Calvario, la cocinera, le dio golpes en la espalda con el asador y Fedina se tendió por tierra con su muchachito. La calvario, al poco rato, percibió un mal olor en la cocina y supuso que era Fedina y pidió que la sacaran. A sus gritos (de la cocinera) alborotadores vino doña Chon y entre ambas, a la fuerza, como quebrándole las ramas a un árbol, le abrieron los brazos a la infeliz que, al sentir que le arrancaban a su hijo, peló los ojos, soltó un alarido y cayó redonda. -- El niño es el que jiede. ¡Si está muerto! ¡Qué bárbara...!-Exclamó doña Manuela. La Diente de Oro no pudo soplar palabra y mientras las prostituidas invadían la cocina, corrió al teléfono para dar parte a la autoridad. Allí mismo se armó el velorio de aquel niño de Fedina, que le había servido de tumba viva. XXIII. El parte al Señor Presidente. 1. Alejandra, vida de Bran, domiciliada en esta ciudad, propietaria de la colchonería la Ballena Franca, manifiesta que por quedar su establecimiento comercial para de por medio de la fonda el Tus-Tep, ha pedido observar... esta mujer informa que en el Tus-Tep se reúnen por la noche algunas personas con el propósito de ver a una enferma y que supone que en tal casa se esconde el general canales. 2. Soledad Belmares, residente en esta capital, dice: que ya no tiene que comer porque se le acabaron... esta mujer manifiesta que ya no tiene qué comer y le pide al Señor Presidente que le conceda la libertad a su hijo y a un cuñado, siendo su delito haber aceptado una recomendación del general canales. 3. El coronel Prudencio Perfecto Paz, manifiesta:... el coronel informa que en su viaje a la frontera confirmó que hay unos 25 o 30 revolucionarios armados; pero no se confirma que canales esté al frente de ellos. 4. Juan Antonio Mares, rinde su agradecimiento... este hombre da las gracias al Señor Presidente por el interés que puso para que lo asistieran los doctores y que está de nuevo a sus órdenes y desea informarle acerca de las actividades del Lic. Abel Carvajal. Luis Raveles manifiesta que desea hablar con el presidente para informarle ciertas cosas que no puede confiar al papel. Nicomedes Aceituno como informa que el nombre del Señor Presidente puesto en una caja de agua, fue destrozado. Lucio Vázquez pide audiencia. Catalino Regisio, informa que en agosto del año pasado, Eusebio canales, mientras estaba en su finca, manifestó a cuatro amigos que si la revolución tomaba cuerpo, tenía a su disposición dos batallones. El doctor Luis Barreño, solicita permiso para salir del país con su señora. 14. Adelaida, pupila del prostíbulo El Dulce Encanto, de esta ciudad, se dirige al Señor Presidente para hacerle saber que el mayor Modesto Farfán le afirmó, en estado de ebriedad, que el general Eusebio canales era el único general de verdad que él había conocido en el ejército y que su desgracia se debía al miedo que le alzaba el Señor Presidente a los jefes instruidos; que, sin embargo, la revolución triunfaría. Mónica Perdomino manifiesta que como su cama de enferma está pegada a la Fedina, la escucha mencionar el nombre de Eusebio canales, lo que pone en conocimiento del Señor Presidente por ser una humilde admiradora de su gobierno. 12. Casimiro Rebeco Luna, pide le concedan la libertad, que se le acusa de haber quitado del cartel de la iglesia donde estaba de sacristán, el aviso del jubileo por la madre del Señor Presidente, por consejo de enemigos del gobierno; que eso no es cierto, y que si lo hizo así, fue por quitar otro aviso, porque no sabe leer. 16. Tomás Javelí participa su efectuado enlace con la señorita Arquelina Suárez, acto que dedicó al Señor Presidente de la república. XXIV. Casa de mujeres malas. Casi todas las mujeres de El Dulce Encanto tenían apodo. Mojarra llamaban a la de ojos grandes; si era de poca estatura, Mojarrita, y si ya era tarde y jamona, Mojarrona. Chata, a la nariz arremangada; negra, a la morena; Prieta, a la zamba; China, a la de ojos oblicuos; Canche a la de pelo rubio; Tartaja, a la tartamuda. Fuera de estos motes corrientes, había la Zanata, la Marrana, la Patuda, la Mielconsebo, la Mica, la Lombriz, la Paloma, la Bomba, la Sintripas, la Bombasorda. En el prostíbulo, doña Chon hablaba con el mayor Farfán refiriéndose a una prostituta que hallábase lamentándose de un dolor: -- ¡a esta mula escandalosa iba yo a sustituirla con la muchachona que traje ayer de la Casa Nueva! ¡Lástima que se me accidentó...! -- ¡Y bien güera que estaba...! -- Yo ya le dije al licenciado que veya cómo se las arregla para que el auditor me devuelva mi pisto... No es así, no más, que se va a quedar con esos 10000 pesos ese hijo de puta... Así papo... En charla se hallan cuando aparece Miguel y doña Chon se apresura a atenderlo: -- ¡Esos sí que son milagros! Cara de Angel paseó la mirada por el salón, mientras saludaba, tranquilizándose al encontrar un bulto que debía ser el mayor Farfán; una baba larga le colgaba del labio caído. -- ¡Un milagrote, porque lo que es usted no sabe visitar a los pobres! El lugar aparte, Miguel se toma un trago con la niña Chon, quien le cuenta que había dado 10.000 pesos por una mujer que tenían presa por política y que fue capturada en la casa de canales. Miguel pensó que se trataba de la sirvienta Chabelona y pidió verla pues tenía pensado llevársela esa misma noche. Luego doña Chon le narra la escena de cuando descubrieron que era un niño lo que aprestaba contra su pecho y que luego la enviaron al hospital. Después le dice que necesita recuperar los 100.000 pesos. Mientras doña Chon se afana en narrar lo del dinero, a Miguel únicamente le interesa descubrir quién es la mujer de la que se habla: la del niño. Pero en la misma plática se resuelve la incógnita: -- sólo eso me faltaba; y ¿quién va a reclamar? Su padre está preso en la penitenciería por político; es de apellido Rodas, y la madre, ya lo saben usted, en el hospital. Cara de Angel sonrió interiormente, libre de un peso enorme. No era de la familia de camila... -- Aconséjeme usted, don Miguelito, usted que es tan de a sombrero, qué debo hacer para que ese viejo chelón no se quede con dinero. ¡Son 10.000 pesos, acuérdese...! ¿Acaso son frijoles? -- A mi juicio debe usted ver al Señor Presidente y quejarse a él. Solicítele audiencia y vaya confiada, que él se lo arreglará. Está en su mano. Doña Chon responde que eso era lo que había pensado, pues con el presidente son viejos amigos; y que cuando jóvenes, él, que no era más que ministro, tuvo pasión por ella. XXV. El paradero de la muerte. El cura visita a Camila que se halla enferma. Camila se confiesa. Mientras tanto, Cara de Angel, concibió el propósito de salvar a un hombre que se hallaba en peligro de muerte, de lo cual no sabía nada; Dios, en cambio, tal vez le daba la vida a Camila, lo que, según la ciencia, ya era imposible. Fue Miguel en busca del mayor Farfán. Mientras un cabo iba en busca del mayor, una mujer se aproximó al oficial del cuartel y le pidió permiso para hablar con su hijo: -- ¿Cómo se llama su hijo, señora? -- Ismael, siñor... -- ¿Ismael qué...? -- Ismael Mijo, siñor. - El oficial escupió raro. -- Pero ¿cuál es su apeído? -- Es Mijo, siñor. -- Vea, mejor venga otro día, hoy estamos ocupados. Cara de Angel, que asistía a la escena, impulsado por el deseo de hacer bien para qué Dios le devolviese la salud a Camila, dijo al oficial en voz baja: - Llame a ese muchacho, teniente, y tome para cigarrillos. El militar manda a llamar a Ismael Mijo. Farfán no se encontraba en el cuartel y le informan que a esa hora se encontraría en El Dulce Encanto; a cuyo lugar se dirigió Miguel. A la llegada de Miguel, Farfán, muy embriagado, iba saliendo. En la calle Miguel pegó contra la pared al mayor y lo condujo a un fondín donde el mayor despertó y Miguel le dice: tengo por qué saber que existe orden de acabar con usted. Se han dado instrucciones al Hospital Militar para que le den un calmante definitivo en la primera borrachera que se ponga de hacer cama. La meretriz que usted frecuenta en El Dulce Encanto, informó al Señor Presidente de sus farfanadas revolucionarias. A la vez le recomendó que no comiera en el cuartel. -- Nada le cuesta. -- Es usted bondadosísimo... -- No, mayor, no debe agradecerme nada; ni propósito de salvar a un pedestal ofrecido a Dios por la salud de una enferma de tengo muy muy grave. Vaya su vida por la de ella. -- Su esposa, quizás... La palabra más dulce de el Cantar de los Cantares flotó un instante, adorable bordado, entre árboles que daban querubines y flores de azahar. Al marcharse el mayor, Cara de Angel se tocó para saber si era el mismo que a tantos había empujado hacia la muerte, el que ahora, ante el azul intangible de la mañana, empujaba a un hombre hacia la vida. XXVI. Torbellino. Camila continuó grave. Cara de Angel la acompaña. Cara de Angel le puso la mano en la frente. Toda curación es un milagro, pensaba al acariciarla. Si yo pudiera arrancarle con el calor de mi mano la enfermedad. Le dolía saber dónde la molestia inexplicable del que ve morir un retoño, cosquilleo de ternura que arrastran su ahogo trepador bajo la piel, entre la carne, y no hallaba qué hacer. Maquinalmente unía pensamientos y oraciones. Si pudiera meterme bajo sus párpados y remover las aguas de sus ojos... misericordiosos y después de este entierro... En sus pupilas color de alistas de esperanza... nuestra, Dios te salve, a ti llamamos los desterrados... Al final de este capítulo regresa la Masacuata de intentar ver a Lucio, a quien, según dijeron, lo habían sacado a trabajar. Le cuenta a Miguel que pasó a prenderle una candelita a Jesús de la Merced. XXVII. Camino al destierro. En su trajinar camino al destierro, canales conversa con un indio a quien le dice: -- Vengo de fuga. El hombre dejó de tapar las mazorcas y acercose al jinetes para servirle más café. Canales no podía hablar de la pena. -- Los mismes yo, siñor; ai ande huyende porque mere me jui a robar el meis. Pero no soy ladrón, porque ese mi terrene era míe y me lo quitaren con las modas... El general canales se interesó por la conversación del indio y le pidió que le explicara cómo era eso de robar y no ser ladrón. -- Vas a ver, tatita, que robo sin ser ladrón de oficie, pues antos yo, aquí come me ves, ere dueñe de un terrenite, cerca de aquí, y de ocho mulas. Tenía mi casa, mi mujer y mis hijes, era honrade como vos... -- Sí, y luego... -- Hora-ce tres añes vine el comisionade polítique y para el sante del siñor presidento me mandó que le juera a llevar pine en mis mulas. Le llevé, siñor, ¡quiba a hacer yo...!, y al llegar a ver mis mulas, me mandó poner prese incomunicade y con el alcalde, un ladine, se repartieren mis besties, y come quise reclamar lo que es míe, de mi trabaje, me dije el comisionade que yo era un brute y que si no me iba callande el hocique que me iba a meter al cepo. Está buene, siñor comisionade, le dije, hacé lo que querrás conmigue, pero el mulas son míes. No dije más, tatita, por que con el charpe me dio un golpe en el cabece que mere por poque me muere... le cuenta el indio, además, que sus hijos habían sido llamados al cupo y que los dejarían libres por 3000 pesos; por cuya razón hipotecó su terreno por dicha cantidad; pero que en realidad en el documento pusieron venta en lugar de hipoteca. Que a pesar de haber pagado los tres mil pesos, sus hijos se fueron al cuartel, donde muere uno de ellos. También muere su mujer de paludismo, y por ese, tata, es que robo sin ser ladrón, onque me maten a pales y eche al cepo. -- ¡... Lo que defendemos los militares! -- ¿Qué decís, tata? Canales propone al indio que se vaya con él a otro estado, lo cual acepta. Toman camino hacia la frontera, pasando antes canales a visitar a tres amigas suyas, a quienes relata lo sucedido. Ella se encargan de preparar la fuga del general, al tiempo que le cuentan que su madre murió y que el doctor que la atendió les está cobrando una cantidad semejante al valor de la casa que habitan. Mientras canales almuerza, llega el comisionado político, el comandante, y le dice a las tres que ha recibido órdenes de proceder contra ellas si no arreglan la cuenta pendiente con el doctor. Al marcharse el comandante, cuentan a canales, que ha permanecido escondido, que las amenazan con sacar a su madre de la tumba si no cancelan la deuda. Ante tanta injusticia, el general jura hacer la revolución: Yo juro hacer la revolución completa, total de abajo arriba y de arriba abajo, el pueblo debe alzarse contra tanto Zángano, vividores con título, haraganes que estarían mejor trabajando la tierra. La fuga se fijó para las diez de la noche de acuerdo con un contrabandista. A esa hora el médico daba serenata a su quequereme y canales lo derriba de un disparo. Contrabandista y general se dan a la fuga y se despiden en la frontera al pintar el alba. Tercera parte Semanas, meses, años... XXVIII. Hablan en la sombra. La primera voz: -- ¿Qué día será hoy? |
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![]() | «Al admirable maestro, al escritor incomparable, Alfonso Guzmán», «Para Alfonso Guzmán, el mejor escritor argentino viviente». Dedicatorias... | ![]() | |
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